Ocho días antes de su reapertura la catedral de Notre Dame de París desveló su nuevo “resplandor” al mundo durante una visita del presidente francés, Emmanuel...
He escuchado a varias personas escandalizarse de que ciertos candidatos caigan en el ridículo más nefasto posible, a la hora de mercadearse políticamente. Algunos de ellos pierden la memoria inclusive, jurando que “ahora sí” gobernarán mejor para el país. Pero, de este espectáculo novelesco y barato, lo que más resiente a las personas en general es: la payasada. Léase, el síndrome del candidato bufón, al que recurren estas personas cada cinco años.
Hace algún tiempo, vimos cómo un candidato muy adinerado, hacía cosas estrafalarias para ganar la aceptación popular... y la ganó. Esta persona se olvidó de su rol de magnate y enamoró al pueblo de una forma tan fuerte, que todavía resuena. Digo, con un ejemplo tan grande, ¿cómo no seguirlo? Hacer el ridículo para cortejar al pueblo, es algo que le ha funcionado muy bien a la mayoría de nuestros políticos. ¿O acaso usted no lo haría? Apenas unos meses de pan y circo para luego, tener a toda Roma por cinco años.
¿Por qué las masas, que parecen tan agrestes y desconfiadas, terminan aceptando este esquema? Porque el panameño común vive encerrado y sometido dentro de un sistema abyecto de explotación social subyacente y masivo. Diariamente obtiene sobras económicas, a través de las cuales se aferra a una suerte de vida desposeída, que apenas le da para resignarse porque “podría ser peor”. Así es como terminamos cediéndole nuestros espacios cívicos al poder económico, y adláteres serviles. Luego, viene esta época cíclica, de “cortejo electoral” en la que los candidatos vuelven a enamorar al pueblo. Aun cuando todos sabemos que son pagados por el mismo poder que somete y denigra permanentemente al ciudadano. Bajo esas premisas, ¿por qué tendríamos que sorprendernos de que hagan el ridículo, si al fin y al cabo a mucha gente le gusta que lo hagan? Es el circo que fabrican entre la corrupción y tantas calamidades e injusticias sociales, para que el pueblo se ría de su propia tragedia que, dicho sea de paso, jamás resuelven. Porque de hacerlo, se les acabaría el circo.
Que hagan de arlequines electorales cada cinco años, es parte del espectáculo deplorable de nuestra democracia enlatada y vencida. Aunque a usted le disguste, a mucha gente le gusta verlos hacer el ridículo. Entre tanto, porque piensan que así los humillan, que así se “vengan”. Muchas personas prefieren creer que durante ese tiempo “tienen el poder”. En una suerte de revanchismo social, que, sumado al paternalismo político, hace que el cortejo electoral sea más agrio que dulce. Dulce unos cuantos meses, y amargo cinco años. De cualquier forma, en esta operación el orden de los factores nunca altera el producto. Es decir, el panameño siempre pierde. Porque el candidato bufón será a la vez su verdugo. Y mientras más payaso se vuelva, más abusador resultará. Proporciones guardadas, es el mismo tema recurrente de la mujer maltratada. El sujeto que previamente la golpeó, abusó e insultó, ahora llega con flores, celulares caros, joyas y comida. Le llora, suplica, se humilla ante ella jurando que no volverá a hacerlo. Finalmente, la mujer toma las flores, las joyas, el celular, se come la comida y siente poder por un rato. Lo desprecia durante un tiempo, para sentir que tiene el poder, el control, pero al final de cuentas termina aceptándolo nuevamente. Aun sabiendo que volverá a golpearle, abusarle, insultarle y maltratarle. Y así cada vez. En nuestro país, cada cinco años.
El candidato bufón es un arquetipo de la política universal. Así como también lo es, el arquetipo de la víctima enamorada de su victimario, y del pueblo noblemente sometido.