• 27/03/2023 00:00

¿Sindicalismo cooptado por las élites? (II)

La cuestión está en si hay fuerzas laborales organizadas con capacidad para generar hegemonía popular en el seno de todos los sectores de trabajadores, para que [...] no se alineen con sus propios “verdugos neoliberales clientelistas”.”

El hecho de que amplios sectores de trabajadores terminen respaldando electoralmente a sus propios “verdugos neoliberales clientelistas” (citando al dirigente Alfredo Graell) y no a candidatos de orígenes sindicales o gremiales, obedece al control hegemónico de las élites de poder. Ahora bien, ¿cómo operó ese control por las élites de forma tal que no se revela capacidad de respuesta clasista popular desde 1990, sino hasta el año pasado?

La impronta neoliberal resume la respuesta. Después del asesinato del general Torrijos (Perkins, John, 2005), todas las fuerzas bajo la bandera neoliberal se fueron posicionando, en lo que permitía reproducir un sentido común que les ha sido favorable a su dominio. Medios de comunicación; de espectáculos cuasi artísticos; religiosos; instituciones escolares, empresas estatales, casi nada se les quedó por fuera.

En su determinación estructural, el empleo precario es clave en este proceso neoliberal. Esto, es evidenciado a través del aumento de trabajadores informales, del aumento de trabajadores eventuales (como medida de reducción de salarios) de la multiplicación de subcontratistas cuyos empleados no podían ser alcanzados por las estructuras de defensa sindicales, entre otros procesos de precarización, se conjugaron para servir de acicate del debilitamiento de las organizaciones laborales, particularmente del sector privado desde 1982. Este decaimiento, no solo se daba en el plano de la composición numérica del sindicalismo, sino también, en la ruptura de la formación de militantes que dejaron de participar de eventos educativos y de otras actividades de índole sindical, desde finales de esta década, porque temían ser despedidos por los patrones. Esta ruptura, da al traste con el relevo generacional, lo que en algunos sindicatos fue utilizado en provecho propio por sus dirigentes. Esta estructuración, dio pie a este comportamiento parasitario y no al revés.

En el sector público, este proceso se hace evidente posteriormente. Con la invasión que sufrimos en 1989, el primer decreto de los nuevos regentes del Estado fue para destituir masivamente a más de 25 mil empleados estatales y municipales y el movimiento popular recibe un golpe de gracia el 5 de diciembre de 1990, cuando el ejército de EUA, que aún ejercía dominio directo sobre las instituciones del Estado, descabezó a las últimas organizaciones clasistas del país, cuyas fuerzas dirigenciales provenían del sector público: La otrora Fenasep y la extinta Coordinadora de Sindicatos de Empresas Estatales.

El impulso de un sentido común basado en el interés y práctica individualista, expresado en trampas ideológicas, tales como el fomento del “emprendurismo” individualizado o en las trampas del éxito del ahorro individualizado para vivir en confort al retirarse con una pensión de vejez, al margen de mecanismos de solidaridad, van a contravía de los relatos de solidaridad de los dirigentes sindicales y gremiales posicionados del lado de los intereses de las clases subalternas. Así, cuando los(as) candidatos(as) de las élites plantean en sus retóricas el impulso de programas con iniciativas basadas en las trampas del beneficio individualista, les resulta fácil encontrar votantes entre toda esta población de extracción popular ilusionada con este tipo de metas.

Posteriormente, se retoman acciones educativas en las organizaciones, a las que las amenazas latentes del despido o de no ser promovido(a) mellan la participación de los activistas potenciales. Esto, ocurre en la mayor parte del movimiento laboral, tengan o no “dirigentes corruptos”. Lo que viene a manifestarse en las conductas acríticas de la población laboral.

No obstante, hubo un sector importante de clase trabajadora y de pequeña nueva burguesía, que el ejército de ocupación de 1989 y los burócratas que asumieron las riendas visibles del Gobierno no tocaron -no tuvieron necesidad de menoscabarlos- en pago por su “lealtad” con ellos: los gremios profesionales, particularmente, los de servicios públicos de salud y del sistema escolar. Evidencia, contundente del nivel de hegemonía que las élites del poder posinvasión ejercían sobre estos sectores, en aquella época.

Indiscutiblemente, las condiciones que permitieron esa hegemonía han entrado en crisis, lo que detrás de sí da lugar a la posibilidad de liberación de los distintos sectores de trabajadores en el plano de las ideas y sus voluntades. La cuestión está en si hay fuerzas laborales organizadas con capacidad para generar hegemonía popular en el seno de todos los sectores de trabajadores, para que en el momento electoral no se alineen con sus propios “verdugos neoliberales clientelistas”.

Sociólogo y catedrático investigador, UP.
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