• 07/05/2025 01:00

Mario Vargas Llosa: el maestro universal de la palabra

El deceso del escritor Mario Vargas Llosa ha llenado de tristeza a gran parte de la humanidad. En palabras del novelista: “Su partida entristecerá a sus parientes, a sus amigos y sus lectores alrededor del mundo, pero esperamos que encuentren consuelo, como nosotros, en el hecho de que gozó de una vida larga, múltiple y fructífera y deja detrás suyo una obra que lo sobrevivirá”.

Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936), símbolo de una vida entregada al servicio de la literatura y la cultura, con una producción literaria fecunda. Como muy bien lo anotaba: “Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en ese mundo donde vivir era intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz”.

Las obras de Varga Llosa, caracterizadas por su profunda reflexión sobre la libertad, constituyen un legado literario perdurable, dejando una marca indeleble en la literatura universal. Destacan sus obras La ciudad y los perros (1963), que constituye un potente retrato de su vida adolescente en un colegio militar (Lima) explorando la violencia, la jerarquía y la pérdida de la inocencia, que marcó un hito en la literatura latinoamericana. Y Conversación en la Catedral, (1969) donde relata un diálogo entre dos personajes en un bar, sobre la corrupción, la desilusión y la insatisfacción con el régimen militar imperante en el Perú.

En la gran novela La fiesta del chivo (2000) se retrata de cuerpo entero a un dictador por antonomasia, dueño y señor de vidas y haciendas, el tirano Rafael Leónidas Trujillo. Una inmersión magistral a la dictadura trujillista, en la cual se develan intrigas, muertes, traiciones. Nos cuenta el final del “Generalísimo” que es abatido a tiros, en la carretera, rumbo a su feudo privado, una noche del 30 de mayo de 1961. Novela histórica, resultado de entrelazar las figuras de diferentes personajes y desentrañando los mecanismos y vericuetos del poder y el miedo que infundía el general Trujillo, apodado el Chivo.

En Tiempos recios (2010) se muestra, en forma elocuente, el golpe militar perpetrado por Carlos Castillo Armas para derrocar al presidente de Guatemala Jacobo Arbenz (1954) donde se evidencia toda una historia de conspiraciones e intervenciones foráneas que dieron al traste con el régimen democrático existente.

La escritora chilena Montserrat Martorell se decanta por La casa verde (1996), señalando que el libro “nos nuestra al Vargas Llosa que no renuncia a la historia, a la memoria y a la imaginación. Tampoco los detalles. Es minucioso, es uno de los reyes del boom latinoamericano”.

Un ciudadano universal. Estamos frente a un consumado escritor que traspasó fronteras y ciudades. Su obra, vasta y rica, explora y plasma realidades sociales con una destreza y maestría inigualables. El Premio Nobel de Literatura le llegó justo en el año 2010, cuando la Academia Sueca “le despertó de madrugada en Nueva York”, donde fungía como profesor invitado en la Universidad de Princeton, para anunciarle que se le había concedido la medalla más preciada de las letras universales: el Premio Nobel de Literarura.

Escritor sobresaliente, tenía una visión cosmopolita del mundo, reconociéndosele la ciudadanía española y dominicana, manteniendo una especial relación con Francia, donde configuró su obra Un bárbaro en París (2023) prologada por Carlos Granés, quien afirma: “su formación intelectual y cultural le dio la certeza de que cualquier escritor latinoamericano, incluso uno nacido en la provincia peruana (un bárbaro), podía participar en todos los asuntos políticos, culturales y sociales de su época si se nutría de sólidas tradiciones literarias y filosóficas. Buscando a Francia, Vargas Llosa encontró su país natal y el mundo entero. O lo que es igual: queriendo ser un escritor francés, acabó convirtiéndose en un peruano universal”.

Hay autores cuya obra está indisolublemente vinculada a ciertas ciudades, Nació en Arequipa, pasó su niñez entre Bolivia y Piura, su adolescencia en Miraflores, y luego vivió en ciudades europeas, como París, Madrid y Londres. Toda esta experiencia urbana ha sido un factor fundamental en su producción literaria. Sus libros no serían los mismos de no haber sido él un personaje cosmopolita”. (Víctor Mejía, M. V. Llosa: Ciudad, arquitectura y paisaje).

En su libro, que recopila su obra periodística, El fuego de la imaginación (Piedra de Toque) nos decía “En el festival de Salzburgo uno comprueba que leer novelas no es perder el tiempo. Sin la fantasía que provocan esas historias fulgurantes y milagrosas que alimentan los sueños y la insatisfacción, no habría habido progreso”. (Art. Regreso al paraíso sep. 23).

Finalizo rememorando las palabras de Emily Dickinson: “Para viajar lejos no hay mejor nave que un libro”.

*El autor es abogado y escritor
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