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La disposición de residuos orgánicos e inorgánicos ha sido el talón de Aquiles histórico de todos los gobiernos locales en Panamá. En general, los pueblos y ciudades han crecido por una explosión poco planificada y, como consecuencia, aumentan los servicios y también los desechos. Las alcaldías, preocupadas por otros asuntos, han dejado el tema del manejo de la basura como algo secundario y poco importante, hasta que se convierte en crisis.
Es un problema de salud comunitaria que tiene ecuaciones geográficas, geométricas, cualitativas y cuantitativas. Todo el esquema posibilita calcular la dimensión de este escenario; su solución sería organizar una estrategia para limpiar calles, callejones, casas y el vecindario. Esto implica también enlazar los remedios locales con un sistema nacional de manejo que lleve la carga a un vertedero oficial.
Reiteramos la idea de que resulta un reto no adoptado por los alcaldes y sus entidades municipales en todo el país. Algunos sencillamente lo olvidan y miran a otro lado cuando pasan por un basurero clandestino con su cerro de todo tipo de inmundicias que la gente no sabe clasificar, separar o depositar en los sitios adecuados. Además, que todo el mundo cree que otros son los responsables de recoger paquetes o bolsas.
La alcaldesa de San Miguelito, Irma Hernández, parece que sí es consciente de la responsabilidad municipal en este tipo de situación. Recientemente fue invitada a una mesa redonda sobre las implicaciones económicas del manejo de desechos, el reciclaje, recuperación y el posible impacto en la economía, y tuvo oportunidad de explicar lo que hace en ese complicado sector de la capital del país.
Irma Hernández es una joven inteligente, avispada y consciente de los problemas básicos de la población panameña. Por esa razón y sus iniciativas activistas se lanzó al ruedo político y los electores la escogieron. La basura es uno de sus principales compromisos —quizá el más complicado en su populoso distrito— y ella lo reconoce. Ya ha empezado a delimitar y extraer valores numéricos de este desafío.
Ella ha declarado que se han identificado unos 147 puntos críticos y que la acumulación diaria de residuos alcanza las 400 toneladas, que es lo que genera una población de 393.581 habitantes que viven en una extensión de 50 kilómetros cuadrados. El Ministerio de Salud ha reconocido que el manejo de desechos llega a un 79 % y que, en virtud de esto, se crea una merma en la “frecuencia en la recolección, surgiendo los vertederos a cielo abierto ante la falta de cultura de la población y la geografía que presenta el área”.
Precisamente, este factor costumbrista es el que hace que se creen los montones de basura en determinados lugares y se contaminen los aproximadamente seis ríos urbanos que nacen en el territorio. La alcaldesa lo sintetiza como un problema de “corazón, mente, hábitos y cultura”. Por esa razón, dentro de las acciones que se desarrollan hay un acercamiento con el sector escolar para generar programas que fortalezcan la noción de protección del ambiente.
Aquí no se ha logrado conciliar la recolección de desechos. La empresa que tiene el contrato aduce que existe una merma de pago de la tasa respectiva y que es tan elevada la deuda, que hace impagable el servicio. La alcaldesa ha determinado que se contratará una nueva compañía cuando cese el contrato, el próximo año. Sin embargo, se trabaja para cambiar el modelo y que los pobladores conozcan técnicas de separación y reciclaje.
Según la alcaldesa, existen actividades para estimular en los estudiantes la separación y recuperación de plásticos; se piensa además en centros de transferencia y la posible construcción de una planta de recuperación. Ella presentó un programa de trabajo con opciones que ya avanzan y otras que formarán parte de una gestión ágil y moderna con el apoyo del sector privado y de organismos internacionales.
Este plan al menos brinda confianza en que el Municipio de San Miguelito tiene perspectivas y se encamina a asumir esa responsabilidad.