El Movimiento al Socialismo (MAS) dejará de gobernar Bolivia después de casi 20 años, ya que en las elecciones generales de este domingo los candidatos...

Hace cuatro días la ciudad de Panamá celebró su aniversario 506. Es la más antigua del litoral pacífico del continente americano. Su historia, con relevantes eventos felices y también catastróficos, está en ensayos y libros apasionantes, desde los de la gran historiadora española, Carmen Mena García, La ciudad en un cruce de caminos: Panamá y sus orígenes urbanos, hasta los de Eduardo Tejeira Davis (1951-2016) sobre la ciudad actual. Hemos conocido “la ciudad partida” por la existencia de la Zona del Canal, enclave colonial extranjero que desapareció el 1 de octubre de 1979 gracias a los Tratados Torrijos-Carter, y “la ciudad fragmentada” que nos muestra Álvaro Uribe, el académico que más estudia este espacio urbano, el más moderno de América Central. Urbe marina que deslumbra a los visitantes con sus rascacielos, su hermosa cinta costera, su comercio lujoso, su gastronomía, su metro, sus puertos marítimos y aéreos internacionales, su Canal, sus diversos monumentos históricos, y la vibrante diversidad cultural, que esconde una sociedad dividida, opulenta y miserable, espejo del país dual.
Ciudad de gran abolengo histórico en América, recordemos que desde Panamá se organizó la conquista y la colonización de gran parte de Centroamérica y desde aquí partió toda la epopeya que terminó por organizar desde el siglo XVI los espacios y las nuevas sociedades de la fachada del Pacífico de Sudamérica hasta los confines de Chile. Esta ciudad se convirtió desde entonces en un lugar fundamental del eje de la nueva economía que unía Perú con España y, a través de ella, con el resto de Europa. De una economía que creó la modernidad, la globalización que aún estamos viviendo. Desde este año Panamá es parte de la “Ruta Colonial Transístmica”, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, como ya lo era Panamá Viejo y el Casco Antiguo de San Felipe (1997-2003).
Nuestra Señora de la Asunción de Panamá evolucionó desde la humilde aldea fundada el 15 de agosto de 1519 por Pedrarias Dávila, con 400 vecinos españoles, hasta la ciudad-puerto de tres siglos de la época colonial —que alcanzó 10.000 almas— y hasta la conurbación actual de 2.000.000 de habitantes desplegada en 80 kilómetros frente al Pacífico entre Pacora y La Chorrera, con relativamente mediana calidad de vida para todos. Para mejorar esa situación he propuesto, en los últimos años, varias acciones.
Primero, incorporar los actuales municipios de Panamá, San Miguelito, Arraiján y La Chorrera con casi la mitad de la población del país, en donde se produce el 75 % de la riqueza nacional, a un Distrito Metropolitano del Gran Panamá con poderes, recursos y responsabilidades mayores. Algo semejante a la Alcaldía Mayor de Bogotá —que tuvo excelentes líderes municipales— o de Ottawa, en Canadá, que funcionan mucho mejor que nuestros cuatro municipios centrales. Con firme voluntad política se puede lograr, sin cambiar la Constitución, al adoptar legislación pertinente.
Luego, aprovechar los recursos de la descentralización, con el nuevo Distrito Metropolitano para promover una mejoría sustancial de la prestación de los servicios públicos de agua y aseo, transporte, vivienda social, educación, salud y sanidad, seguridad ciudadana, ornato y parques, cultura y bibliotecas vecinales. Distrito Metropolitano —mucho más importante que una décima provincia inútil— que pueda ampliar sustancialmente los espacios públicos, creando también un real Parque Central Metropolitano, y cambiar las normas de uso del espacio geográfico que todavía privilegian a los propietarios privados sobre el interés colectivo.
Ciudad ampliada con graves problemas ambientales como contaminaciones visuales, acústicas, sanitarias, cuyo combate y solución deberían impulsar con firmeza los ciudadanos, las autoridades municipales y nacionales y ambientalistas serios y responsables. Para lograr el acceso al agua potable para todos sus residentes y una calidad de vida aceptable para la gran mayoría existen: el Plan Integral de Movilidad Urbana Sustentable (Pimus, 2016), el Plan Maestro del Metro (2028), el Plan de Desarrollo Urbano de las Áreas Metropolitanas del Pacífico y del Atlántico (2018) y el Plan de Ordenamiento Territorial del Distrito de Panamá (POT) de 2019. Sólo habría que implementarlos ya, actualizados, con mucha energía.
Los habitantes de esta ciudad son actores de primera línea porque deben incluirse en cualquier plan de articulación, de uso y de recuperación del espacio urbano y deben sentirse realmente parte fundamental de su ciudad. Deben participar mediante todos los medios posibles, electorales, por supuesto, pero, sobre todo, gracias a mecanismos de información y de consulta de planes, programas y acciones que los atañen directamente. Todos deben pagar impuestos por sus predios y tasas por los servicios públicos urbanos, según sus posibilidades, porque está demostrado que se aprecia lo que cuesta, aunque el desembolso sea pequeño. Existen ejemplos cercanos y exitosos en Latinoamérica, especialmente en Bogotá y Medellín, y Curitiba, en Brasil.
Un aspecto esencial para el mejoramiento sostenible de la ciudad es el que atañe a la educación cívica. Las autoridades deberían poner en ejecución un plan masivo de educación ciudadana para enseñar a toda la población a amar su ciudad y sentirse partícipe de su destino. A comportarse de la manera más civilizada con sus vecinos, a los conductores de autos a manejar correctamente, con cortesía y tolerancia. Ese nuevo Distrito Metropolitano, con administradores probos e ilustrados, elegidos entre los mejores, puede ser una realidad si la mayoría se lo propone y las autoridades actúan con prontitud. Sería el mayor homenaje para celebrar el aniversario de Panamá.
Más información en mi libro Reflexiones sobre Panamá y su destino de 1990 a 2024. (disponible en: www.omarjaen.com)