• 16/04/2023 00:00

Radiografía de la bondad

“En un día como hoy, que enaltecemos las buenas acciones, celebro a los hombres y mujeres que se salen del molde”

Muchos nos preciamos de ser buenos individuos y contribuir con la sociedad realizando obras de apoyo económico al necesitado, pero al momento en que la vida prueba nuestro calibre nos quedamos en meras expectativas.

Generalmente, todos somos buenos para contribuir con donativos, apoyar causas de responsabilidad social, comprar boletos que apoyan actividades filantrópicas, pero en ocasiones no salimos a la superficie de lo que debe ser vivir con bondad.

La bondad son las acciones que distinguen a aquel que tiene como norte hacer el bien y que no ejecuta en su actuar dobles discursos.

Para practicarla no hay que recurrir al escrutinio público; los actos de bondad generalmente son realizados desde el anonimato y están lejos de los aplausos y reconocimientos sociales.

Cuando se realiza una buena acción y se espera la aprobación externa, el buen acto pierde fuerza y valor. Las buenas acciones deben ser ejecutadas, porque van unidas indivisiblemente a nuestra esencia, sin esperar ser reconocidas o no.

Vivir en bondad no solo se traduce en realizar movimientos económicos a cuentas bancarias que apoyen causan nobles, y callar la voz de la conciencia; se trata de vivir con simpleza las cosas y retornar a la vida lo poco o mucho que recibimos de ella.

El ser humano está deseoso de complacer a su entorno, ser aceptado, ser reconocido para sentirse valorado, para lograr ese peldaño pudiese perder el piso entre realizar una buena acción desde su yo interno o para ser admirado por los demás.

Tampoco, se concreta a acciones complejas o fuera de serie; las buenas acciones descansan en pequeñas cosas, acciones simples que se conviertan en actos extraordinarios que tengan el poder de transformar.

Desde que nos levantamos somos coautores con el universo y podemos ser protagonistas de acciones que impactan en la vida y entorno de los que nos rodean.

Un saludo cordial, una sonrisa amable, una mirada tierna, una palabra oportuna, un abrazo sincero pueden ser motores de cambio radicales en quienes lo dan y quienes lo reciben.

Al tener la meta de ser mejor ciudadano cada día, tomo como modelo las personas que sobresalen por sus acciones. Me conmueve que la vida me ha dado la posibilidad de conocer muchas de estas personas. Muy variables unas de otras, de diversos estratos económicos y socioculturales. He tenido el privilegio, desde mi infancia, de conocer gente que aporta cambio positivo a la sociedad.

Desde la maestra que, con dedicación, enseña a sus alumnos a leer y escribir. De la persona que limpia las aceras sucias en la barriada. Del que te “presta” el real cuando te falta para completar el pasaje. Del compañero que comparte apuntes en clases al menos aventajado, al “car pool” entre colegas de trabajo, a cuidar la casa de tu vecino como la tuya, cuando sale de viaje, a mantener la basura en tu auto y no arrojarla en la calle, a compartir el almuerzo cuando alguien no tiene, ceder una silla a una persona mayor, visitar a un enfermo, llamar a alguien que está solo. En fin, miles de miles de otras sencillas acciones.

Los anteriores, son ejemplos reales de personas que conozco y que no tienen idea lo nobles que son. He tenido la fortuna de convivir con ellas y ser testigo de que en cada acción de sus vidas, honran su día ejecutando buenas acciones, sin esperar un solo gesto de aprobación. Estas personas representan el conglomerado de personas que viven de buena fe y que logro captar de muchos a mi alrededor.

Estoy segura de que, si supieran que escribo de sus actos, sufrirían de pánico escénico por enfrentarles con todo lo buenas que son.

De sobrepasar expectativas son expertas, les he visto ayudar a gente que se ha caído en la calle, darle la mano al habitante de calle que le pide algo de comer, sacar niños de un bus que se incendiaba, compartir su comida con quien no tiene, limpiar la mesa donde ha comido en un restaurante y botar los desperdicios, de ayudar al nacimiento de mascotas, por poner un mínimo de ejemplos.

A personas como estas muchas veces no le devolvemos lo que dan y lo he comprobado, tal vez puedo afirmar que el acto más significativo de su gran generosidad es su desprendimiento al ayudar a quienes tal vez no les han ayudado en su caminar, que gran y admirable reto de estos héroes y en todos ellos se replica esta cualidad.

Sus nombres no son lo relevante aquí, pero si sus acciones que se traducen en su mejor carta de presentación.

Sus vidas son la prueba de que vivimos entre ángeles sin alas, superhombres sin distinción y caballeros sin armaduras. Me asombro de lo magníficos que son, admiro sus valores, que seguramente han aprendido desde casa.

Sus acciones no son ficticias, ni empalagosas, son auténticas y dignas de imitar.

En un día como hoy, que enaltecemos las buenas acciones, celebro a los hombres y mujeres que se salen del molde.

Por mi parte, me comprometo a que mis acciones evidencien de qué está hecha mi esencia y cómo se vería ella si la radiografiarán.

Y a todo el que lea esto, le insto a vivir el viejo adagio que alguna vez escuché: “Haz el bien sin mirar a quién”.

Feliz día de las buenas acciones.

Abogada
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