• 24/09/2023 00:00

Mi contribución a los candidatos políticos

Panamá requiere de acciones inmediatas para promover la salud de su población

La Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá realizó la semana pasada su segundo foro Agenda País, dedicado esta vez al tema “Salud y bienestar”. Lastimosamente durante el mismo, nadie puso el dedo sobre la principal causa de muertes y enfermedades crónicas en el país. Nuestra crisis de salud revela una necesidad urgente: hay que frenar la comercialización de comida ultraprocesada. La industria alimentaria se ha salido con la suya impulsando el consumo de productos altamente procesados y ricos en calorías, con la mayor frecuencia y en tantos lugares como sea posible, y en cantidades cada vez mayores, todo en nombre de las ganancias. En este negocio, la obesidad, la diabetes tipo 2, los cánceres y la hipertensión son daños colaterales.

Cifras oficiales demuestran un aumento en la prevalencia de sobrepeso y obesidad combinados entre adultos, del 32% en 1980 al 72% en 2019, y entre los niños del 12% al 38%, con niveles más altos entre aquellos que tienen desventajas socioeconómicas. ¿Qué sucedió alrededor de 1980 para promover un aumento tan marcado en el aumento de peso? La genética no cambió; tampoco la termodinámica. Lo que sí cambió fue el entorno alimentario, y en formas que alentaron a las personas a comer más alimentos.

Las empresas de alimentos comenzaron a comercializar una mayor cantidad de sus productos ultraporcesados, incluso en lugares nunca antes vistos como escuelas, gimnasios, farmacias, tiendas de ropa y estaciones de combustibles. Debido a que el costo de los alimentos es bajo en relación con los de mano de obra, transporte y alquiler, los fabricantes de comida chatarra pudieron aumentar el tamaño de las porciones, promover una mayor ingesta de calorías y fomentar su consumo excesivo. Desde 1980, los precios de todos los alimentos subieron con la inflación, pero los de sodas, snacks y chatarras aumentaron mucho menos que el promedio, mientras que las frutas y vegetales se encarecieron relativamente.

Las campañas antitabaco lograron reducir el uso de cigarrillos a través de la creación de entornos menos propicios para fumar, además de precios más altos, etiquetas de advertencia y programas de control del tabaco. Las estrategias para frenar la promoción de la industria alimentaria de comer en exceso podrían seguir este modelo. Cambiar el entorno alimentario es, por supuesto, más complicado: debemos comer para vivir. Pero tomar medidas para reducir la amplia disponibilidad y promoción de los alimentos ultraprocesados ayudaría a reducir la carga general de enfermedades relacionadas con las prácticas dietéticas, así como las disparidades socioeconómicas en estas condiciones. Se estima que más de $550 millones del Presupuesto General del Estado se destina a mitigar los costos relacionados con la predisposición de enfermedades no transmisibles, que además representan la principal causa de muertes en el país.

Por tanto, mi contribución para los candidatos políticos incluye las siguientes iniciativas:

1) Eliminar la comida chatarra de todos los programas gubernamentales de asistencia alimentaria en escuelas, cárceles, guarderías y eventos. Igualmente, buscar mecanismos para impedir que los subsidios sociales puedan ser usados para comprar este tipo de productos.

2) Aumentar los impuestos a las sodas y demás comidas chatarra en proporción a su contenido de azúcar, grasas saturadas y sodio.

3) Restringir la publicidad de comida chatarra dirigida a niños en televisión, redes sociales y afiches ubicados dentro de escuelas y colegios.

4) Incentivar la producción y consumo de vegetales y frutas, y apoyar para que los precios sean más asequibles.

5) Prohibir las grasas trans de producción industrial a partir del 2025.

6) Construir huertos en todas las comunidades y escuelas del país.

7) Modificar la Ley 75 de 2017 y mejorar su Reglamento 049 de 2018 para poder sancionar penalmente a empresas y directores de escuelas que insisten en vender productos dañinos prohibidos a estudiantes.

8) Crear campañas educativas para promover el consumo de alimentos integrales o mínimamente procesados.

Por supuesto, los candidatos que apoyen estas iniciativas enfrentarán un sinnúmero de obstáculos. Sabemos que los fabricantes de comida chatarra gastan fortunas para luchar contra este tipo de medidas, lo cual demuestra su posición contraria al interés público. Pero si a la industria tabacalera se le pudo imponer regulaciones y prohibiciones, también la industria alimentaria debe recibir igual tratamiento en proporción directa al daño causado.

Panamá requiere de acciones inmediatas para promover la salud de su población. Es hora de que los candidatos contribuyan a mejorar el entorno alimentario y detengan con políticas públicas serias la producción y comercialización de alimentos no saludables. Esperamos que esta contribución sea incorporada en los respectivos planes de campaña y proyectos de gobierno, y empecemos a realizar las transformaciones que el país necesita. Estamos seguro que el candidato que agarre la bandera de la seguridad alimentaria y nutricional, contará con el voto de la mayoría de los panameños.

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