• 01/07/2022 00:00

Escuchen el silencio

Para quienes somos aficionados al béisbol en esta región mejor conocida como la cuenca del caribe, formada por Panamá, República Dominicana, Puerto Rico, Cuba, Colombia y Venezuela, sin margen de dudas el nombre de Buck Canel adquiere signos de leyenda.

Para quienes somos aficionados al béisbol en esta región mejor conocida como la cuenca del caribe, formada por Panamá, República Dominicana, Puerto Rico, Cuba, Colombia y Venezuela, sin margen de dudas el nombre de Buck Canel adquiere signos de leyenda.

Narrador de estupenda dicción acompañada de una manera de cautivar a la audiencia con la imaginación con que elaboraba sus frases emblemáticas. Una de tantas: “No se vayan que esto se pone bueno” justo cuando una jugada cambia el rumbo del juego; además de la que ilustra esta nota, pronunciada en esos momentos de máxima tensión.

Entonces las transmisiones solo se hacían a través de la radio y en ese sentido la importancia del narrador. La manera de dibujar con palabras aquello frente a sus ojos, que luego procura recrear en la mente del escucha como si este de veras estuviera presenciando el juego desde la tribuna.

Hoy, gracias a la tecnología de las comunicaciones, en vivo y en directo, cualquier espectáculo o suceso, incluso aquellos que afectan sensiblemente por el realismo y lo patético de la situación nos involucra de un modo por demás sensible.

Es ahí cuando la frase “Escuchen el silencio” en modo oxímoron cobra notable vigencia. No como en el pasado alrededor del mundo deportivo, sino desde un lado opuesto donde la razón es desbordada por la crueldad y la barbarie con tal de satisfacer apetitos de supremacía y vasallaje en perjuicio de seres humanos inocentes, especialmente niños y gente de la tercera edad.

Patético lo que vemos a través de la televisión, mezcla de impotencia, dolor y rabia. Lo absurdo de aquel escenario ante una población sorprendida frente a la arremetida del invasor, solo para avalar caprichos en mentes desquiciadas y ambiciones de poder.

Pero lo que más sorprende y por ende valida el oxímoron lo constituye la posición asumida por la ONU y la retórica de la política en términos de un diálogo vacío, inconexo y despreciable ante la realidad.

Solo de pensar que el invasor asume actuar en nombre de toda la población de su país, prevalido de la condición de miembro del Comité Permanente de Seguridad de Naciones Unidas, regodeándose en la figura de quien tiene derecho a veto. Es decir, cualquier resolución que menoscabe sus ansias de conquista, se verá seriamente impedida de alcanzar un cese el fuego.

Y, es aquí cuando la sensatez reclama el voto unánime en tanto poner fin a las hostilidades, cuyo daño irreversible a mediano plazo conspira contra la estabilidad de los pueblos.

Llegó el momento de la solidaridad entre los ciudadanos. El momento de echar mano a las redes sociales y convertir en tendencia la convocatoria a “Un minuto de silencio” en todo el ámbito mundial.

Honor a los caídos en Ucrania y a los más de cuatro millones de refugiados. Y al mismo tiempo en rechazo a Vladimir Putin y su desquiciada ambición de poder.

Jamás un misil de los muchos empleados con saña por la mente desquiciada de quien en momento alguno ha olvidado comportarse como agente de la KGB soviética, con tal de doblegar el coraje del pueblo de Ucrania, ha podido vencer la capacidad de resistencia de sus ciudadanos. Mientras que la resistencia, fuerza y decisión de sus efectivos militares, a pesar de no disponer del suficiente apresto como para encarar una guerra de tal magnitud, ha humillado en no pocas confrontaciones al invasor. Aún así, se necesita del apoyo de la sociedad libre. Coyuntura en la cual “Un minuto de silencio” concita el pasaje bíblico de David contra Goliat ante los ojos del mundo y deberá trascender de manera incuantificable aún por encima de cualquier foro, incluido el de la ONU y de forma particular el denominado Consejo de Seguridad Permanente.

Periodista y cuentista
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