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- 29/11/2023 00:00
Insulto, libertad de expresión y redes sociales
La libertad de expresión y de opinión son un pilar fundamental de los derechos humanos, y en una sociedad democrática las personas tienen derecho a decir lo que piensan, dar opiniones favorables o desfavorables de palabra, por escrito, o cualquier otro medio, tener acceso a información y difundirla.
La censura previa no existe, aunque valga la pena recordar, que durante la dictadura militar existió una Junta Nacional de Censura (DG51/1969) respecto a publicaciones, televisión u otros, y se cerraron diarios de la localidad.
Y, hoy en día, las noticias y las informaciones vuelan en internet y en las redes sociales, en la que se intercambia información y se comparten intereses, actividades o relaciones en común, pero también se corre el riesgo, de recibir informaciones falsas (fake news), de ser insultado, difamado, o de recibir mensajes de discursos de odio por motivos de discriminación u otros.
Además, ha resultado frecuente escuchar por algunas personas “puedo decir lo que me da la gana”, sin importar la forma en que lo exprese, porque tengo el derecho a insultar, a ofender y provocar, empleando palabras hirientes, o denigrantes, y con lo anterior, se provoca un asalto sorpresivo, un insulto, de una persona hacia un destinatario cuya meta es dañar la imagen social del último (Martínez Lara,2009).
Los insultos pueden provenir de cualquier persona, aunque cuando se trata de sujetos que critican y esparcen odio, denigran, discriminan, difaman, y colocan mensajes de odio en las redes sociales, hacia una persona, grupo, tema, o producto, se les conoce como “haters” u odiadores en español. Estos últimos son personas que piensan que siempre tienen la razón, lo hacen en el anonimato virtualmente con un perfil falso, son sujetos que han sufrido acoso, les gusta el acoso grupal, son inseguros, narcisistas, y quieren llamar la atención, entre otros.
Adicionalmente, tenemos el “troll” (trolear) que busca molestar o interrumpir conversaciones, foros o chats, es un provocador con mensajes ofensivos o groseros, no le interesa debatir; y está el “sabelotodo”, “profesor”, entre otros, y a este tipo de personas mejor es ignorarlos.
Quizás, se piense que insultar es solo un acto de descortesía, pero estamos ante una violencia verbal, un maltrato, que puede tener síntomas de un delito de injuria o calumnia, por actos de difamación o por afirmaciones que tildan a la persona como corrupta, ladrona, a lo que se suma también, el ciberacoso.
El derecho a insultar no existe y no está amparado en la libertad de expresión, pues esta tiene límites y es el honor de las personas. Recordemos, también que se excluye en los discursos de odio, como sucedió contra las personas de origen chino durante la pandemia, hoy en los mensajes contra los palestinos, musulmanes y judíos, y que en Panamá, informes internacionales aluden al lenguaje de xenofobia y discriminación contra el migrante en Panamá ( OIM, 2021), contra la mujer (PNUD 2023), la comunidad LGTBIQ (Am-Cham 2023), y en fecha reciente aflora a raíz del rechazo al contrato minero.
Antes de terminar, el Papa Francisco, en julio de 2018, señaló que “Estamos habituados a respirar el aire de los insultos. Por lo demás, es suficiente conducir el coche durante la hora punta: allí hay un carnaval de insultos y la gente es creativa para insultar”, pero, el “insulto puede matar...…. descalifica al otro, lo arrolla y cancela la dignidad de la persona en la sociedad.