• 26/04/2020 00:00

Hace 40 días NO éramos felices y lo sabíamos

El ministro consejero, Alejandro Rojas Pardini, en entrevista en canal local, habló como experto en economía, sobre el cómo el Gobierno ha enfrentado la actual situación, y expuso el enfoque que los guía.

El ministro consejero, Alejandro Rojas Pardini, en entrevista en canal local, habló como experto en economía, sobre el cómo el Gobierno ha enfrentado la actual situación, y expuso el enfoque que los guía.

Dejó claro que el Gobierno no pretende cambiar las cosas, sino “salvaguardar el sistema económico”, y sobre todo, el sector financiero; el modelo económico no es el problema, sino que es una “situación” que apareció de repente, el coronavirus. Dijo, temerariamente, que “hace 40 días éramos felices y no lo sabíamos”, parafraseando al neoliberal Ricardo Hausman, huésped de este Gobierno. Si éramos felices hace 40 días, entonces nada hay que cambiar. Debemos volver a la situación anterior. Este es el plan para “el día D”. Por ello, el líder del equipo económico, Héctor Alexander, unió fuerzas con la firma Indesa de Guillermo Chapman, Barletta y otros, y al primero le atribuyó el plan de recuperación después de la invasión de los Estados Unidos a Panamá. Para quienes conocemos lo que pasó entonces, sabemos que los asesores del Plan fueron el FMI y el Banco Mundial, con quienes Chapman no discreparía. Ahora el FMI y el Banco Mundial prestan 1000 millones y el BID, otro brazo del neoliberalismo, prestará 300, por lo que será más de lo mismo, y traerá sus condicionantes. Es ridículo decir que los 1000 millones serán para “fortalecer la liquidez bancaria”. Si hubiera un problema de liquidez, tal cantidad de nada serviría. ¿Y si no es para esto, para qué son?

Nada han aprendido; en lo personal no esperaba tal cosa. Al tigre no se le puede convertir en vegetariano. Al joven “consejero” se le pasa por alto (y a todo el brillante equipo económico) que hace 40 días eran felices, pero solo algunos, y no la mayoría; Según la filosofía del nobel consejero, debemos estar felices, porque nos corten un brazo y no los dos, o los dos, pero no todas las extremidades. ¿Qué tan felices éramos? Panamá se reconoce en el mundo como un país con las mayores desigualdades y con enorme concentración de la riqueza, había 7 % de desempleo, 45 % de empleo informal, sin incluir los trabajadores agrícolas, 35 % de la población gana menos de 600 balboas al mes de salario, con incapacidad de satisfacer necesidades fundamentales de vida, comunidades urbanas sin acceso a agua potable, un sistema de salud desmantelado por la contracción del gasto social promovida por las políticas neoliberales, un sistema educativo que nunca ha sido prioridad, los productores agropecuarios pequeños y medianos abandonados, las importaciones de alimentos han destruido al productor, arriesgando la seguridad y la autosuficiencia alimentaria. Un país donde los trabajadores pagan proporcionalmente más impuestos que las empresas y los accionistas, con una estructura tributaria que tiende a cobrarle menos a los que más tienen y que les transfiere los ingresos del Canal, permitiendo que paguen menos impuestos. En 1992 los ingresos tributarios eran el 12.5 % del PIB y al terminar el Gobierno de Pérez Balladares era 11 %, y a finales de 2019 era el 8.2 %. Cada vez el Gobierno tiene menos ingresos, porque los grandes capitales pagan cada vez menos impuestos o no pagan. La evasión fiscal no se controla. Es un país secuestrado por 115 multimillonarios, y precisamente, son estos los vinculados al sector financiero (Banca y Seguros) y a la plataforma de exportación de servicios, todos vinculados a capitales extranjeros poderosos. Es este sector el que hay que proteger, según la lógica del Gobierno. Sin sector financiero no hay país, sin ellos nada somos, casi gritaba el “consejero”. Hay que salvaguardarlos. Convenientemente olvida que son rentistas, parasitarios, que lucran con el dinero de otros. Por eso es que hay que regularlos y no que sean ellos los que determinen la política económica. Esta filosofía es como la de Julio de la Lastra, del Conep, quien dijo que de qué servía una población sana, si se tendría un país en bancarrota. Son sustentos ideológicos malsanos.

¿Éramos felices? La participación de los salarios en el PIB cayó de 50 % en 1992 a 25 % en 2018, mientras las ganancias aumentaron de 35 % a 56 % en ese período, la inflación ha aumentado 70 % desde el “plan FMI-BM-Chapman de recuperación económica” posinvasión. La deuda ha aumentado de 3813 millones en 1987, a 6800 en 1997 y a 30 000 millones a febrero de 2020, sin contar los créditos que se han anunciado. ¿Qué mejoría siente el panameño con este endeudamiento? La mitad del aumento de 23 000 millones de la deuda ha sido para pagar intereses; es decir, dinero que nunca entró al país. Se paga deuda con más deuda. Al vencerse los bonos se emiten más bonos para pagar capital e intereses. Antes del coronavirus ya el actual Gobierno había ejecutado dicha estrategia, porque vencían 1079 millones de deuda, un 60 % de tenedores locales. Habría que preguntarse quiénes poseían esta deuda y que el Gobierno aceleró su pago. Esto, aparte de los intereses preferenciales que se le debían a los bancos y que también se apresuraron a pagarle, beneficiándose bancos con importante cartera de hipotecas. Esta estrategia la consolidaron Chapman y Pérez Balladares con los bonos Brady, en 1996; entonces convirtieron 1560 millones de intereses en deuda, sin que nos dieran un centavo.

No, señor presidente Cortizo, hace 40 días la mayoría no éramos felices, y lo sabíamos. Cuando hay la oportunidad de cambiar las cosas, la solución se les da a neoliberales, representantes del capital financiero. Para cambiar las cosas, el plan para “el día D” y después, tiene que ser una ruptura con el neoliberalismo.

Profesor de Economía, Universidad de Panamá.
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