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- 02/09/2025 23:00
A propósito de las experiencias históricas de naciones que consolidaron su espacio geográfico hace 80 años, recordamos que el 2 de septiembre de 1945, en Hanoi, en representación de 20 millones de patriotas, el presidente Ho Chi Minh leyó la proclamación de la independencia, declarando el nacimiento de la República Democrática de Vietnam, hoy la República Socialista de Vietnam.
Desde aquel memorable acontecimiento, comenzó a escribirse una nueva etapa en su caminar por la independencia y la autodeterminación, marcando el fin de la dominación del fascismo japonés y las rémoras del colonialismo francés con arrastres feudales. Sin embargo, en la nueva etapa de democracia republicana, el pueblo vietnamita devastado por la contienda reinicia la resistencia contra el colonialismo francés para cumplir el objetivo cardinal de la reunificación del país.
En 1975, los norvietnamitas lanzaron su gran ataque contra el sur, Saigón se rindió ese mismo año y en 1976 el país fue reunificado bajo el nombre de República Socialista de Vietnam; esta fecha marcó uno de los capítulos más gloriosos en la historia milenaria de edificación y defensa nacional del pueblo vietnamita.
Un oneroso costo social cuando más de 2 millones de personas murieron en la guerra, entre ellos 58.000 estadounidenses, la mayoría de ellas civiles. Además de las consecuencias inhumanas por la contaminación del agente naranja, que devastó áreas cultivables, envenenando al medio ambiente con severos efectos residuales a personas e infraestructuras, en la que fue considerada la mayor guerra química en la historia, donde se usaron más de 80.000 millones de litros de herbicidas contra la selva y cultivos de arroz.
La insurgencia popular armada nunca se amilanó ante la superioridad militar de la primera potencia del mundo, manteniendo su firmeza moral tanto en la batalla como en las negociaciones en París, mientras captaba la solidaridad dentro y fuera de Estados Unidos como también de la comunidad internacional. Su imperativo era consolidar un Estado reunificado y con el protagonismo popular construir una nueva sociedad socialista bajo el liderazgo del Partido Comunista.
Inspirados en el pensamiento estratégico de Ho Chi Minh, logran impulsar la transformación con reformas de Doi Moi, de una sociedad agrícola a una pujante nación industrial, que hoy con una población de 100,4 millones de personas se yerguen orgullosas de su pasado revolucionario, figurando entre las economías más promisorias del sudeste asiático.
Hoy Vietnam es una nación con un desarrollo pujante, ha crecido enormemente su producción en bienes y servicios, ha diversificado su producción, ha avanzado en la industrialización y lo hace en las tecnologías de punta. En un escenario que ubica al país entre las 20 economías más dinámicas del mundo, el segundo productor de café, el quinto productor de arroz y el mayor exportador mundial de anacardos.
El pragmatismo inspirado en la estrategia de apertura económica, sin renunciamientos socialistas, marcaron la pauta del crecimiento sostenido a un ritmo de más del 7 % en los últimos años. Estas reformas han permitido el posicionamiento silencioso de Vietnam, registrando un crecimiento económico que lo sitúa entre los más altos del mundo.
Enfocados en el desarrollo económico y el progreso social, los vietnamitas avanzan en su Doi Moi o Renovación con el objetivo de impulsar la inserción internacional del país para capitalizar las ventajas de la globalización. A tal punto que sus fortalezas económicas se manifiestan en un robusto sector manufacturero y exportador que produce productos electrónicos, textiles y calzados, una clase media en expansión que impulsa el consumo interno, una economía digital en crecimiento y la atracción de inversión extranjera directa. Además, el país cuenta con un sector turístico en desarrollo y una posición estratégica como una de las economías emergentes más prometedoras de Asia.
Entre los ambiciosos planes de sus líderes figuran posicionar a Vietnam para 2045 como país de altos ingresos, convirtiéndose en una de las 20 economías más grandes del mundo. Un objetivo sustentado en estrategias integrales de desarrollo centradas en la modernización de la infraestructura, el avance educativo y las iniciativas de transformación digital.
Estos ostensibles logros no son frías estadísticas mundiales, pues su proyección internacional se apoya en la “diplomacia del bambú”, un enfoque diplomático que combina firmeza en la soberanía nacional con flexibilidad para adaptarse a las complejidades geopolíticas globales, similar a las propiedades del bambú. Este enfoque busca cultivar relaciones diversas y maximizar los intereses nacionales sin comprometerse en rivalidades de grandes potencias. Una estrategia diplomática que enfatiza una postura firme en la soberanía nacional mientras se mantiene lo suficientemente flexible como para navegar por la compleja geopolítica global.
Es evidente que los líderes vietnamitas con visión estratégica han sabido salvaguardar sus intereses nacionales, incluidas sus reivindicaciones territoriales en el Mar de China Meridional, sin verse obligado a alinearse definitivamente con ninguna potencia global. Una adaptabilidad que ha facilitado mitigar riesgos y aprovechar oportunidades derivadas de los cambios globales, garantizando así la estabilidad de su desarrollo nacional.
En guardadas proporciones, el recurrir a la diplomacia pragmática tendría un valor estratégico para un país como Panamá, que fue invadido y que ha sido sometido, como parte del patio trasero, a pautas intermitentes de injerencias, cesiones indignantes de soberanía, incluso pretensiones de tránsitos gratuitos bajo la amenaza de retomar por la fuerza su principal patrimonio interoceánico.
El entorno geopolítico es complejo, sin embargo, ostentando un cargo no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, es posible conjugar principios con equilibrios alternados para maximizar los intereses nacionales, cultivando relaciones diversificadas, evitando tomar parte en rivalidades de la guerra comercial ni permitir plataformas invasivas a otros países, cuando la prioridad es salvaguardar el Pacto de Neutralidad del Canal, mientras se promueven adhesiones a nivel regional y mundial.