• 09/01/2019 01:01

9 de Enero… Una opinión

‘[...] es imprescindible [...] resaltar los ejemplos de quienes tuvieron el mérito de defender la nación, como hicieron los mártires del 9 de Enero de 1964 [...]'

Cincuenta y cinco años transcurridos, desde aquella gesta heroica, en la cual el suelo istmeño acogiera en su seno la sangre vertida por los veintiún mártires, víctimas de la infame agresión ejecutada por el ejército de la nación, que contra justicia y derecho, ejerciera su jurisdicción como si fuera soberana; hecho que constituía una afrenta a la dignidad nacional y a los valores inherentes a un Estado nacional soberano e independiente. El periodista argentino Gregorio Selser dijo: ‘pocos antecedentes de los Tratados Torrijos - Carter tienen tanta importancia histórica como los trágicos episodios ocurridos en Panamá... en enero de 1964'.

Por aquellos tiempos la educación tenía prioridad, y en el Glorioso Nido de Águilas, el Instituto Nacional, sito a la falda paterna del Ancón, había un cuerpo docente, integrado en su mayoría por educadores con sólida formación ética y profesional, conscientes y comprometidos a inculcar en la juventud, no solo el conocimiento del arte y las ciencias, sino que también valores caros a la humanidad, como integridad, solidaridad y justicia, entre otros. Obviamente, había coherencia en el plan curricular, la conexión entre Cívica, Gobierno, Historia de Panamá, Geografía Económica y Política, Historia de las Relaciones de Panamá con los Estados Unidos, Filosofía y Lógica, resultaban evidentes; sobre todo al culminar sexto año, el estudiante promedio tenía una concepción clara sobre el desarrollo del Estado nacional, sobre el derecho a la autodeterminación de los pueblos, sobre el principio de no intervención, etc.

Acude a mi mente el recuerdo de un compañero que fue juzgado por robar mangos dentro del ‘territorio prohibido' de la Zona del Canal, donde una autoridad extraña y hostil lo condenó a prisión. Por eso entendíamos muy bien lo que significaba la felonía de la perpetuidad del Tratado y lo del enclave colonial, porque lo teníamos al lado, solo había que cruzar la avenida 4 de Julio, que así se llamaba, como para que tuviéramos presente la fecha de independencia del abusivo Estado que imponía sus reglas en nuestra propia casa; hechos que la juventud actual ni siquiera sospecha existieron, y menos aún cuando hasta quienes los educan, salvo honrosas excepciones, desconocen.

Sin embargo, frente al ultraje y vesania del ejército de ocupación, el presidente Roberto F. Chiari tuvo el decoro de romper relaciones y comprometerse a no reanudarlas hasta tanto no se concretara un acuerdo que le pusiera fin a las causas que dieron lugar a tan ominosa agresión. Y fue tal la visión del Estadista, que le pidió al Lic. Miguel J. Moreno, su adversario político, que representara los intereses supremos de la nación agredida, desafío que el ilustre jurista asumiera con sapiencia, honor y coraje, como lo exigían tan infaustas circunstancias.

No obstante, el ‘ministerio de colonias', como Manuel Ugarte atinadamente definiera a la OEA, tuvo la desfachatez de responsabilizar a Panamá por los sucesos del 9, 10 y 11 de enero; pero ello no fue óbice para que culminara con éxito la gestión diplomática del Lic. Miguel J. Moreno., a cuya memoria resulta imperativo rendirle un tributo de respeto y gratitud, por haber interpretado, en su justa dimensión, el sacrificio de quienes ofrendaran su vida en aras de consolidar nuestra soberanía; objetivo sin duda compartido por el eximio patriota.

Nuestra historia recoge ejemplos de traición y vileza; incluso hoy, cuando la docilidad, la mansedumbre y los intereses particulares parecieran dominar la escena nacional; cuando los caprichos de los organismos de extorsión internacional (GAFI, OMC, FMI, etc.), la lista Clinton y otras de variados colores, sus cómplices y subalternos convierten en leyes de la República, es imprescindible, histórica y moralmente, resaltar los ejemplos de quienes tuvieron el mérito de defender la nación, como hicieron los mártires del 9 de Enero de 1964, que dieron sus vidas en demanda de justicia y soberanía. Y aunque veinticinco años después, algunos cipayos, pidieron la invasión, y otros tantos la avalaron, ahora corresponde asumir el reto de reformar integralmente la educación, para que en el futuro sean más los ciudadanos conscientes que opten por ser nación, no colonia, por ejercer el derecho de autodeterminación y el derecho a la soberanía política; que los apátridas no impidan a la mayoría usufructuar los beneficios derivables del pleno goce de un Estado nacional moderno, donde la desigualdad solo sea un recuerdo del pasado, porque en un país con tanta riqueza, como reflejan los indicadores económicos, es injustificable que haya niños muriendo de hambre o a consecuencia de enfermedades prevenibles... ¿Usted qué opina?

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