• 06/10/2012 02:00

Recuerdos de la Escuela Aérea

Aeropuerto de Paitilla; llamado ‘Marcos A. Gelabert’ en los años setenta. La oficina estaba frente a la pista en el edificio principal d...

Aeropuerto de Paitilla; llamado ‘Marcos A. Gelabert’ en los años setenta. La oficina estaba frente a la pista en el edificio principal del aeropuerto, al lado del restaurante de la Sra. Lucila. Muchos estudiantes, varios aviones Cessnas 150 y pocos instructores que atendían a esos aspirantes llenos de coraje y ambiciones.

Un Piper Rojo con matrícula HP-559 aterriza y se coloca frente a la Escuela. Su piloto, un interiorano, abandona la nave, corre hacia el edificio y desaparece. Extraño, porque debe presentar la bitácora de vuelo y reportar algún problema con el avión. Nada... no regresa a la oficina.

El encargado no le gustó mucho ese asunto... Se acerca al avión estacionado y lo observa sin ver nada anormal, a pesar de que no es un técnico... Llama al mecánico, Gustavo Cuervo, y le comenta lo sucedido. También él queda con cierta duda y minuciosamente examina el tren de aterrizaje, la hélice, las alas, la cola, el fuselaje y determina que no ha pasado nada. Los instrumentos del panel del avión están marcando normal. Quita la cobertura del motor y bien.

Finalmente, entra nuevamente a la cabina, mueve el espaldar de la silla de pasajeros exponiendo el fuselaje por dentro donde, a un lado, está colocada la batería y observa asustado que esta se encontraba fuera de su posición normal sostenida por los cables eléctricos.

—’Chuzo... esto es peligroso amigo’, recordando que una vez en un vuelo de un Cessna 185, llegando a Arenas de Quebro, piloteado por el capitán Franklyn ‘Kanky’ Mack se encontró, cuando cruzaba la cordillera que divide los dos valles, una fuerte turbulencia que la batería se salió de su cobertor y la corriente eléctrica quemó los cables de control ocasionando que la nave se estrellara en la selva...

Se hizo un análisis para determinar que, durante la práctica de vuelo del piloto al ejecutar un desplome, el avión se invirtió y aquel trató infructuosamente de recuperar la posición normal por más que pateaba los pedales o virara el timón para todos lados. Finalmente, al soltar los controles el Piper pudo enderezarse. Aquel no reportó el incidente y después de aterrizar no le quedó otra que salir huyendo. ‘Cosas del aprendizaje’, dijo alguien.

Los pilotos pioneros de la Escuela tenían mucha confianza en ellos mismos, por lo que se la pasaban discutiendo quién efectuaba mejor un ejercicio determinado, quién era el mejor, quién no conocía el miedo y a veces se formaba una que otra pelea.

Como la Escuela tenía cuatro Cessna 150, dispusieron competir estableciéndose a 3,000 pies de altura, uno al lado del otro, apostando a quién daba más vueltas en una barrena... Dios mío, eso era peligroso porque esos aviones no estaban autorizados para maniobras acrobáticas.. y allí iban los bandidos...

Casi siempre ganaba uno que se vanagloriaba constantemente y caminaba con la quijada en alto mirando a su alrededor sin mover la cabeza. Esto traía como consecuencia que el instrumento Horizonte Artificial se dañara y como era caro, la Escuela no los remplazaba, aunque protestaran los que no estaban involucrados. ‘Chiquilladas’, decía mi compadre.

PILOTO Y ESCRITOR.

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