• 26/08/2011 02:00

Aprender en la Aldea Global

PROFESOR UNIVERSITARIO.. Una constante en los discursos y publicaciones durante los últimos años, es la referencia al valor del conocim...

PROFESOR UNIVERSITARIO.

Una constante en los discursos y publicaciones durante los últimos años, es la referencia al valor del conocimiento en el mundo contemporáneo. Es común encontrar menciones sobre la importancia de la ciencia, a la relación entre avance científico y desarrollo humano y a la velocidad como se renueva el conocimiento y se genera la innovación tecnológica. Todas estas expresiones se sustentan en el hecho irrefutable de que la creación, difusión, transferencia y aplicación del conocimiento, tanto en las ciencias naturales, las tecnologías como en las sociales, es una condición inseparable de la capacidad de la sociedad actual para progresar, construir condiciones de vida decente para todos y participar activamente en el mundo global.

Aprender es la tarea esencial de la nueva sociedad. Una sociedad que se torna, según McLuhan, en una Aldea Global, en la que se acercan más las personas y reducen cada vez más las distancias en virtud del impresionante impacto generado por las TICs. Enseñar y aprender en esta sociedad, es un proceso sustentado en un paradigma distinto al que conocimos en la era industrial. Además del modelo escolar convencional, de plena vigencia, se cuenta con el uso del Internet, la TV por cable, el teléfono celular de uso masivo y aplicaciones múltiples, las redes sociales y educativas virtuales alimentadas por Google, Facebook, Twitter y YouTube, entre otros, como herramientas poderosas para aprender. Aún caracterizada por las asimetrías y vergonzosa desigualdad en sus beneficios, nuestra sociedad también está marcada por esta impronta tecnológica, llamada a representar un recurso de gran valor en educación.

De este modo, una sociedad que aspire al desarrollo pleno, debe crear las capacidades en su población para aprender y continuar aprendiendo a lo largo de toda la vida, aplicar lo aprendido en la escuela a la vida social y productiva, valorar sus opciones y tomar decisiones, así como aprender a convivir respetuosa, pacífica y solidariamente.

En este sentido, el conocimiento para todos debe ser una política destinada a permitir que ningún niño o joven quede excluido de aprender los fundamentos de la ciencia, la matemática, la lengua, las humanidades y la tecnología. Esta política implica cambios en el modelo curricular y pedagógico, desde el preescolar, pasando por el bachillerato hasta la universidad. Cambios que faciliten enfocarse más en los estándares y metas de los contenidos esenciales que se deben aprender y menos en la cantidad de asignaturas y temas curriculares por enseñar. Asimismo, definir las estrategias y recursos de enseñanza—aprendizaje que deben emplear el docente y el estudiante, asociados a la construcción, la indagación y el descubrimiento, como elementos consustanciales del nuevo modelo pedagógico.

Como toda reforma curricular, no es un acto mágico o fácil, con resultados instantáneos, como esperan algunas personas. Debe concebirse como un proceso de largo aliento, que por su gran complejidad demanda planeamiento, organización, monitoreo y evaluación constante con su respetiva retroalimentación del proceso. Allí la formación y acompañamiento del docente, el equipamiento básico, la reflexión sobre la práctica pedagógica y la integración de la comunidad de aprendizaje, son elementos constitutivos de este esfuerzo a tener en cuenta desde el primer momento de la decisión. ¿Cómo asegurar una ejecución óptima del nuevo modelo curricular? ¿En cuáles manos vamos a poner este nuevo modelo para que se ejecute? Son algunas preguntas que merecen una respuesta oportuna y adecuada.

Aprender es un proceso que implica cambios en las destrezas, conocimientos y actitudes de los estudiantes y sus docentes. Sin embargo, aprender no siempre es el resultado del enseñar, pues los estudiantes, hasta los más talentosos, solo se apropian de una parte de aquellos conocimientos transmitidos por su maestro o profesor. De allí la importancia de definir con claridad las metas que se espera aprendan los estudiantes.

Igualmente, en los aprendizajes, las ideas previas influyen de manera fundamental en los alumnos. Conectar la nueva información recibida en las clases de los profesores u obtenidas en los libros, la TV o en Internet a los conocimientos adquiridos anteriormente, ayuda a los estudiantes a construir sus propios significados y a utilizarlos en diferentes contextos y situaciones. También es importante, en ciertos casos, que los alumnos reestructuren completamente su pensamiento en relación a ciertos fenómenos o ideas para lograr una visón más apropiada del entorno.

Los aprendizajes generalmente se desarrollan mediante un proceso que va de lo concreto a lo abstracto. Este proceso es consecuencia del desarrollo progresivo del pensamiento y la experiencia en los estudiantes. Así, todo lo que se enseña debe corresponderse con el nivel de pensamiento del estudiante, para que pueda ser aprendido efectivamente.

Tanto las expectativas como el método, tienden a influir en los aprendizajes de los alumnos. Estas expectativas se crean por la confianza y autoestima que logran los alumnos acerca de lo que son capaces de hacer. Los docentes tienen un gran poder de ejercer influencia en las expectativas de sus estudiantes frente a sus propios aprendizajes. Igual ocurre cuando los padres y madres de familia animan y estimulan a sus hijos a lograr el éxito educativo fortaleciendo su confianza y capacidad de enfrentar situaciones imprevistas en su educación. Se actúa en sentido opuesto cuando se destacan más las debilidades que las fortalezas y los fracasos más que los éxitos de la niñez y la juventud.

Por su parte, el método cuando está sustentado en principios de educación activa, asume una mayor importancia. Por ejemplo, realizar preguntas sobre el entorno, reunir y utilizar las evidencias, abordar los temas con perspectiva histórica y comparativa, insistir en la expresión clara y el vocabulario preciso, aceptar y fomentar la curiosidad y la creatividad, evitar el dogmatismo, y estimular el espíritu crítico y propositivo.

Estas reflexiones, que son apenas un brevísimo esbozo del desafío que se cierne sobre los aprendizajes, eje cardinal de la nueva sociedad, tienen alguna utilidad si logran ser parte del debate sobre las políticas educativas y de las renovadas prácticas pedagógicas que nutren la transformación del modelo curricular y de formación del personal docente que necesita este país.

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