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- 03/08/2011 02:00
Anders Breivik, el asesino frenético
ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA.
Una bomba hace explosión causando siete muertos y decenas de heridos y destrozos. Unas horas más tarde y a 40 kms. de esta tragedia, una persona abre fuego en un campamento de jóvenes laboristas, matando a 76 personas e hiriendo a decenas de ellos. En tan solo un par de minutos de esta matanza es detenido un ciudadano noruego, Anders Behring Breivik, que sin el leve arrepentimiento confiesa su delito. Quería ser detenido allí, y piensa que es merecedor del reconocimiento público como una hazaña heroica. El lugar de los hechos es el centro político de Oslo y la Isla de Utoya.
Breivik encaja en el prototípico asesino frenético muy distinto al asesino en serie. El asesino serial, es una persona que ejecuta a tres o más personas en un lapso de tiempo de más de treinta días, dejando un periodo de interrupción entre cada asesinato y motivado por una multiplicidad de impulsos psicológicos. Los asesinos en masa o los también llamados frenéticos exterminan a un número elevado de víctimas de manera simultánea en un periodo corto de tiempo y en lugares distintos. En este caso Breivik, que no dejó de matar, inmediatamente se desplazó 40 kms. entre Oslo y Utoya. En la isla, fue más directo y letal.
Para sustentar mi trabajo, me voy a referir a la descripción tipológica de Holmes y De Burguer de 1988, que lo encuadraría dentro del tipo misionario: un tipo de verdugo que elabora una idea delirante en la que él se autoerige como la persona con la misión de eliminar o hacer desaparecer a determinados elementos que considera nocivos para la sociedad o ambiente en el que vive. A diferencia del visionario, éste no tiene síntomas psicóticos asociados a su idea delirante, es decir, no son fruto de alucinaciones. Los misionarios se consideran redentores, salvadores que liberan a la sociedad de determinados grupos que consideran dañinos, generalmente prostitutas, drogadictos, vagabundos. Para Breivik solo existen dos tipos de personas: los perjudicados y los culpables. Todo el que no piense como él finalmente acaba convirtiéndose en su enemigo.
Para este genocida, sus ideas contra el multiculturalismo y el odio a los inmigrantes son los elementos simbólicos considerados como el enemigo a matar. El odio de este sujeto se había extendido no solo hacia aquellas personas que quería eliminar sino también contra las que consideró que las apoyaban. Las víctimas no pertenecen directamente al grupo contra el que Breivik luchaba, fueron seleccionadas por ser políticamente defensores o promotores de la proliferación en su sociedad de estos grupos inmigrantes y musulmanes. Posiblemente la coyuntura temporal de haberse reunido en unas jornadas y las características geográficas del lugar de reunión escogido fueron determinantes a la hora de seleccionar a sus víctimas.
Los homicidas frenéticos son personas sin un componente psicopatológico acentuado, más allá de la extrema convicción con la que defienden la ideología que está detrás de su pensamiento delirante. Son personas adaptadas al ambiente en el que viven, y consideradas como normales siempre y cuando no se les hable de su patética temática. Aquí se puede comprobar el extremismo al que han llevado sus convicciones e ideas y puede apreciarse la perturbación que esconde dicha ideología junto a su misión violenta que tienen al respecto.
Este fanático delirante, con una inteligencia dentro de la media, fue capaz de elaborar un manifiesto de 1500 páginas donde describe sus pensamientos, y su relación con grupos de ideología de la extrema derecha por su forma de entender la vida y concretamente por sus ideas sociales y políticas. Estos grupos le ayudan a retroalimentar más su ideología y sentido de pertenencia a una colectividad. Cada vez más, esta ideación trastornada desde su adolescencia ocupa gran parte de su vida, y su mundo gira prácticamente en torno a esos pensamientos. A este sujeto podemos describirlo como una persona despiadada y que suelen tener una visión justificada de sus crímenes. Son conscientes del daño que están provocando como parte de un mal necesario y justo. No solo no se ven como asesinos, sino que pueden considerarse como víctimas de una injusticia atroz que solo puede reequilibrarse mediante la muerte de sus sacrificados. Breivik le dice a su abogado que haga pública su crueldad y que la consideraba como algo que era necesario hacer. Se autodescribe como un héroe, un libertador, como un justiciero y redentor. Su identificación con los templarios es muestra de esa autoimagen de guerrero salvador, una mezcla de política, religión y violencia.
Esa necesidad de mostrarse como un líder narcisista y egocentrista, características de la personalidad de un asesino frenético, acompañado de ideas distorsionadas y extremistas, es lo que le lleva a utilizar las redes sociales como vehículo de transmisión de sus pensamientos. No quiere pasar inadvertido y aparece vestido de militar y empuñando un arma.
En la web Document.no, un portal político que despierta la simpatía de blogueros neoconservadores y ‘nacional—liberales’, donde se hace énfasis sobre el nuevo peligro que representan el Islam e inmigrantes y sus cómplices y a quienes hay que exterminar, Anders Behring Breivik, ha dejado el rastro de su desprecio frente a los que no piensan como él y una necesidad de ser considerado por la historia como un semidiós.
Esperemos que la red de derecha populista noruega y de blancos conservadores cristianos no sea capaz de motivar a otros asesinos de masa o frenéticos de ideologías genocidas.