• 15/02/2018 01:01

Antonio González Quintero, el idealista

En el ejercicio de la abogacía era muy apreciado por los clientes que valoraban sus conocimientos jurídicos

‘Solo los que construyen sobre ideas, construyen para la eternidad', Emerson.

En nuestro país muchas veces, de manera silenciosa, los ciudadanos más ejemplares dejan huellas en la sociedad y difícilmente los medios de comunicación se percatan de la enorme pérdida que para la Patria constituye la partida de esos seres que estoicamente forjan valores humanos en sus coterráneos. Uno de esos casos se dio con el abogado Antonio González Quintero, quien hace algunas semanas falleció en la Ciudad de Panamá.

Nació en la provincia de Los Santos, en el pueblo de El Carate, donde cursó sus primeros estudios. Luego, siendo un adolescente, se mudó a la Ciudad de Panamá, graduándose de bachiller en el Instituto Nacional, su Glorioso Nido de Águilas; allí conoció a su esposa de toda la vida, la distinguida dama pedasieña Nelva Chung. Siguió la carrera de abogado en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Panamá, culminando sus estudios a mediados de la década del sesenta. Años después, también se graduó de economista en la misma Universidad de Panamá.

Como militante estudiantil participó en todas las contiendas nacionalistas de su juventud y conservó la costumbre de apoyar las luchas patrióticas y sociales, hasta el final de sus días. Fue profesor universitario, funcionario del Órgano Judicial, asesor legal de la Caja de Ahorros y fiscal superior especial, cargos que obtuvo por sus méritos intelectuales; pero, sobre todas las cosas, fue militante en las causas justas e inclaudicable latinoamericanista y bolivariano.

Como amiga y comentadora de su pensamiento, puedo decir de los atinados análisis que realizaba sobre las obras de los grandes autores. Sus ideas calaron en todos los que conocimos su humanismo, ya que él siempre le ponía énfasis al indómito espíritu revolucionario, la libertad, la justicia y el amor a la familia. Su trayectoria no fue grandemente conocida, porque era una persona que practicaba la modestia, solamente deseoso de que sus ideas se acoplaran con las de los revolucionarios idealistas.

Además, como todo hombre sabio, Antonio González Quintero fue un amante de la naturaleza, al punto que en su propio hogar cultivaba árboles y plantas ornamentales. Observaba las aves mientras comentaba los acontecimientos nacionales e internacionales y reflexionaba sobre los cambios del tiempo. Siempre recordaba los parajes de Las Estancitas y en general, a su terruño que solía visitar, al igual que a sus familiares residentes en múltiples puntos de la geografía nacional. Su espíritu interiorano fue admirado por todos aquellos que sentimos la patria en las costumbres y tradiciones de nuestros pueblos, porque era verdaderamente un nacionalista que amaba a Panamá.

En el ejercicio de la abogacía era muy apreciado por los clientes que valoraban sus conocimientos jurídicos, desprendimiento y don de gentes, haciendo de la profesión un trabajo con sentido social.

Tan admirador fue de su alma máter, el Instituto Nacional, que se deleitaba cantando su himno, lleno de mensajes humanísticos y lo hacía como uno de los verdaderos ‘cariátides de bronce de nuestra nación', como se evoca en una de sus estrofas. Por eso, el día de su sepelio fue despedido con las notas claras y verticales de ese himno.

Hoy, que nos ha dejado la estela de su vida fructífera y ejemplar, tendremos siempre presente su estilo, sencillo y limpio, que nos servirá a aquellos que lo tratamos, como un modelo de virtudes y de preocupaciones intelectuales.

Quiero despedir este escrito con una esquela que dedicó mi hijo Sergio Zúñiga Candanedo a nuestro amigo Antonio González Quintero, con motivo de su fallecimiento: ‘Para mí, Antonio es un amigo irremplazable. Un amigo único, de esos que vivirán por siempre. El maestro de la humildad y la caballerosidad. De la honestidad y el sentido del deber. De esos seres humanos que son ejemplo para la especie.

Fue un verdadero titán frente a la enfermedad. Padre y esposo abnegado y luz de su familia. Antonio, ávido lector, fue un hombre culto, que se labró en las entrañas de la Patria misma. De esos seres nobles por naturaleza que respetan la tolerancia por sobre todas las cosas. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que su amistad nos hará falta por el resto de nuestras vidas'.

DOCTORA EN EDUCACIÓN Y ESCRITORA.

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