• 20/11/2023 13:22

Arslán, Panamá y el periodismo femenino

Durante el siglo XIX los contactos entre el continente y el Imperio Otomano fueron a través de las legaciones de América Latina en París

“En Europa, se ignora todo [de Latinoamérica], especialmente, lo que atañe a su historia, su literatura y sus escritores. Al venir yo a tomar posesión de mi cargo como primer representante del sultán de Turquía, me hallaba en esa ignorancia” (Emir E. Arslán, cónsul en Argentina).

Durante el siglo XIX los contactos entre el continente y el Imperio Otomano fueron a través de las legaciones de América Latina en París. De hecho, debido al proceso migratorio desde las costas de El Líbano y Siria iniciado en 1839 con los primeros árabes otomanos (Ustán, 2012), Argentina y Chile fueron las primeras repúblicas en proponer conversaciones con las autoridades de la Sublime Puerta.

El 11 de junio de 1910, el Imperio Otomano y la República Argentina suscribieron en Roma un protocolo de relaciones consulares. Por Argentina firmó Roque Sáenz Peña, futuro Presidente de la República, y Jacobo Peuser fue designado como cónsul; en octubre del mismo año arribó a Buenos Aires el emir Emín Arslán para desempeñarse como cónsul general del Imperio Otomano, cargo que había ocupado previamente en Burdeos, Bruselas y París y que desempeñó en Buenos Aires hasta su remoción, en agosto de 1915 (Meijide, 2022). Su separación del cuerpo diplomático de la Puerta Elevada se debió a su oposición a que el Imperio Otomano se alinease con las Potencias Centrales en la Gran Guerra. Su proyecto de expandir las relaciones otomanas hacia Panamá quedó trunco. En esas circunstancias fundó el semanario “La Nota” que se publicó hasta noviembre de 1921.

Los biógrafos del emir Arslán destacan dos aspectos de su persona: su gran cultura (era políglota y escribía columnas y ensayos en francés, inglés, castellano y en su lengua natal) y la oportunidad que brindó a las mujeres latinoamericanas para su empoderamiento en el mundo del periodismo y las letras. De hecho, su primera obra conocida fue una biografía de Napoleón titulada “Tarīḫ Nābulyūn al-Awwal” (Historia de Napoleón I), que fue publicada en entregas periódicas en la revista “Lisān al-Ḥāl”, de Beirut, en 1892 (Ġālib, 1988; citado por Meijide, 2022).

Respecto al impulso que brindó a las mujeres para que participen en la creación de corrientes de opinión el mejor testimonio fue su revista semanal “La Nota”. Fueron 313 números con un tiraje inicial de cinco mil ejemplares mensuales para Argentina que pronto ascendió a veinte mil ejemplares para abastecer el mercado sudamericano, el de Panamá y Honduras donde también tenía suscriptores. La revista empezó costando treinta centavos el ejemplar cuando su principal competidor (“Caras y Caretas”) costaba veinte centavos por lo que pocos meses después de la fundación tuvo que ajustarse a ese precio para no perder clientela ni auspiciantes. “La Nota” incluyó desde su primer número al menos dos colaboraciones firmadas con nombre de mujer.

En ese contexto destaca la figura de Alfonsina Storni -en la sección de poesía- y de Lola Pita Martínez como columnista regular de la revista. La sección “Cosas femeninas” fue un espacio privilegiado para que ellas mostrasen sus opiniones en torno a diversos aspectos políticos empezando por la Gran Guerra (1914-1918) y el feminismo de la época. El uso de seudónimos estaba permitido -como aquella de alguien que firmaba como Nirvana de Nihil- por lo que, por algún tiempo, se pensó que periodistas varones escribieron parte de las 177 notas que aparecieron en ese segmento de la revista- pero, en la actualidad, tal sospecha está descartada.

“La Nota” y Arslán experimentaron también las vicisitudes del espionaje de guerra. Durante su expansión a Panamá y Honduras, y en la búsqueda del mercado de lectores cubanos, la revista contrató a la escritora chilena Teresa Wilms Montt como corresponsal para cubrir los temas bélicos europeos. Había tomado la ruta desde Buenos Aires hacia Estados Unidos cuando fue detenida bajo acusaciones de espionaje en favor del Kaiser y encarcelada en Nueva York. Lo que pareció un revés, Arslán lo usó para crear nuevos espacios y así sucesivamente aparecieron las secciones “Literatura femenina”, “Páginas femeninas” y “Femeninas”.  Lola Pita fue una promotora del divorcio, del sufragio femenino y de la causa feminista (Meijide, 2022), sostenía que “las mujeres debían consagrarse a la instrucción y al trabajo como formas de independencia” (La Nota, nro.90) lo que hizo que la revista fuese percibida como “progresista” aunque el conjunto propugnaba por reforzar los valores hogareños de la mujer. Esta tensión sobre el nuevo rol de lo femenino se mantuvo hasta el cierre del semanario en noviembre de 1921.

Visto en retrospectiva, la labor periodística de “La Nota” contribuyó a la ejecución de reformas liberales que aseguraran la adquisición de derechos políticos y civiles para las mujeres dentro del complejo proceso de reformas laborales que experimentó América Latina en la segunda década del siglo XX.

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