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A finales de 1929, el maestro Alberto Galimany, español nacido en Cataluña y más tarde nacionalizado panameño, compuso “Marcha a Leguía” para honrar la trayectoria del entonces presidente peruano Augusto B. Leguía (Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, Caja 5-20-A,of.53,1929).
La legación peruana en Panamá acuerda con él un viaje a Lima para que presente su composición ante el propio Jefe de Estado, Galimany pide entonces que se le otorgue quince días de hospedaje en la capital peruana. Desafortunadamente, la situación política interna era volátil -con una economía golpeada por el “crack” de 1929- y circulaban rumores de un golpe de Estado por lo que hubo que cancelar el viaje de Galimany al tiempo que se le agradecía por su esfuerzo (MRE, Caja 5-20-A,of.2,1930).
Se desconoce la reacción y la respuesta que brindó el compositor hispano-panameño pero dada su trayectoria se infiere que asumió la noticia con caballerosa resignación. Lo que es un misterio es el destino que corrió la partitura de la “Marcha a Leguía” ya que el anexo al documento de remisión está desaparecido.
“En Panamá, Alberto Galimany fue director de la Banda Republicana, de 1912 a 1937.Profesor de piano y música de Cámara del Primer Conservatorio de Música y Declamación (1911 – 1918), Profesor de Canto de las Escuelas Primarias de la Capital (1911 – 1918), Profesor de Música del Instituto Nacional (1911 – 1918) y del Liceo de Señoritas y miembro de la Orquesta Sinfónica Nacional” (Charpentier para Estrella de Panamá, 2021).
La conexión con el Perú bien podría añadirse al registro de su impresionante carrera.Más tarde, las autoridades panameñas solicitaron a las peruanas, en enero de 1931, indagar por el paradero de un músico artesano italiano, Giussepe Migliorini, nacido en Lombardía, que viajó para instalar dos órganos en las iglesias de Jauja y Huancayo en la serranía peruana (MRE, Caja 8-39-A, of.6,doc.14782,1931).
Su familia había movilizado a la comunidad ítalo-panameña que elevó su preocupación por la falta de noticias a la cancillería panameña. Finalmente, el 15 de mayo, Lima informó a Eduardo Garland -Jefe de Misión en Panamá y encargado del consulado general- que Migliorini había sido encontrado en Huancayo donde, efectivamente, estaba por concluir la instalación del instrumento musical para el que había sido contratado (MRE, Caja 8-39-A, of.17,1931).
Cuando la policía peruana preguntó Migliorini acerca de su largo silencio con sus familiares en el istmo, él explicó que sus patrones -las cofradías locales que habían financiado su viaje y habían importado los órganos desde Italia- le habían pagado en dinero contante y sonante lo que lo llenó de pánico porque podía ser víctima de un robo. Añadió que bajo esas circunstancias decidió no revelar nada a nadie -ni el correo ni los bancos le daban confianza- y durante cinco meses estuvo transportando su pequeña fortuna consigo por la sierra del Perú.
A finales de junio, en coordinación con el consulado italiano en Lima, fue embarcado en el “Santa Clara” rumbo a Panamá.Un poco antes del “incidente Migliorini” fue publicada en Bruselas la obra de Narciso Garay “Tradiciones y Cantares de Panamá” que buscó la afirmación de “lo panameño” como eje articulador de una identidad que debía construirse sobre un territorio fuertemente marcado por la transitividad ístmica (“puente del mundo” en palabras del presidente Porras), el mestizaje y la injerencia extranjera.
“Antes de que ‘Tradiciones y cantares de Panamá’ fuera publicado en 1930, Narciso Garay ya se había convertido en uno de los más notables ciudadanos de la nueva república de Panamá. Era considerado en todas sus facetas—músico, diplomático, administrador público—como un representante de modernidad, de progreso” (Robles, 2022). Deslumbrado por la personalidad de Garay, Garland decidió, en su calidad de jefe de la Legación peruana en Panamá, divulgar en Lima y el resto del país de los incas el valor de ese ensayo de música folklórica.
El propósito de Garland fue formular y ejecutar, con anuencia de la cancillería peruana, una estrategia cultural que aumentase la solidaridad bilateral y fomentase el espíritu de mutua cooperación cuando toque actuar en el plano multilateral interamericano. Consiguió treinta ejemplares y los hizo llegar al despacho presidencial, a la Mesa Directiva del Congreso y a las autoridades educativas acompañadas de un comentario sobre la importancia de esa obra de Garay e impulsó actividades de difusión en la cuatricentenaria universidad de San Marcos. De esta forma, la diplomacia peruana contribuía así -en los años treinta- con “los panameños de todos los estratos que sentían la necesidad de redescubrirse, de entenderse como nación soberana con identidad cultural propia” (Robles, 2022).
Estas son tres pinceladas que grafican como el arte y la música se instalan de manera perceptible como un componente adicional de los objetivos de largo aliento de la diplomacia ístmica.