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Cuando transitamos por las calles y observamos un policía obeso, es posible que pensemos que se trata de un caso aislado y que el resto de la tropa de policías son personas físicamente en forma. Pero luego de estudiar y analizar la realidad, incluso después de verlos desfilar y rondar durante los días patrios, observamos que no se trata de un caso aislado y que definitivamente la fuerza pública tiene una seria situación de obesidad.
Y las cifras son alarmantes. Aunque existe un total de 22 mil agentes policías entre los cuatro estamentos de seguridad en Panamá, incluyendo Senafront, Aeronaval y Policía Nacional, bajo el Ministerio de Seguridad, y el Sistema de Protección Institucional, bajo el Ministerio de la Presidencia, la realidad es que la obesidad en estas instituciones es mucho más grave que simplemente acumular peso extra. Es la precursora de muchas enfermedades crónicas, como hipertensión arterial, problemas cardíacos, accidentes cerebrovasculares, diabetes, cáncer y artritis. Y no discrimina edad, raza, género ni rango. Una rápida evaluación a los escalafones nos muestra que uno de cada tres agentes muestra síntomas de algún padecimiento crónico.
Y sí, la obesidad es una enfermedad. Una que afecta a las personas tanto emocional como físicamente. Y puede tener diversas causas. Las principales son inactividad, malos hábitos alimenticios y falta de sueño. Si bien estas causas suelen afectar a quienes trabajan en las fuerzas del orden, existen muchos otros factores que contribuyen a los problemas de peso en la tropa.
El estrés contribuye enormemente a desbalancear la salud. Además, los policías tienen un trabajo peligroso. Están expuestos regularmente a violencia, disturbios, suicidios, homicidios y muchos otros delitos graves. Al responder a las llamadas de servicio, los policías deben estar siempre preparados para enfrentarse a situaciones que ponen en peligro su vida. Estas situaciones causan inmensos niveles de estrés y, con el paso de los años, pueden afectar significativamente el bienestar físico y mental del policía.
Otra fuente principal de estrés para muchos agentes son las finanzas. Muchos optan por trabajar horas extras y en asignaciones fuera de servicio por razones económicas. Además, muchos cónyuges de agentes del orden también trabajan, lo que genera factores de estrés adicionales en un esfuerzo por equilibrar las responsabilidades laborales y personales.
Y por supuesto están los malos hábitos alimenticios. Hay un sinfín de historias y leyendas sobre el horario de trabajo de un policía y su alimentación. Durante los patrullajes, los policías a menudo deben comer comida rápida porque es rápida y conveniente, y pueden comerla entre turnos de servicio. Además, los oficiales suelen beber café u otras bebidas con cafeína para mantenerse despiertos durante turnos largos. Sus dietas tienden a ser altas en calorías, se sirven en porciones demasiado grandes y carecen de frutas y verduras, todo lo cual contribuye al aumento de peso.
Y claro está, los períodos prolongados de estar sentado y falta de un programa de ejercicios. Tanto si eres un oficial de patrulla como un oficial, quienes trabajan en las fuerzas del orden tienden a estar sentados durante largos períodos de tiempo. Estar inactivo está vinculado con una serie de problemas de salud, incluyendo la obesidad y el síndrome metabólico, además de afecciones que incluyen aumento de la presión arterial, niveles altos de azúcar en la sangre, exceso de grasa corporal alrededor de la cintura y niveles anormales de colesterol.
Por tanto, todos los policías deben seguir un programa de ejercicios y, según la condición física actual de cada individuo, deben hacerlo bajo la supervisión de un especialista. Igualmente, deben seguir planes nutricionales estructurados para mantenerse en forma durante el servicio y fomentar una alimentación saludable. Además, deben contar con apoyo mental y emocional, y llevar a cabo prácticas como la meditación y el apoyo mutuo para combatir el aumento de peso relacionado con el estrés.
No hay dudas de que el sobrepeso y la obesidad producen deterioro del rendimiento laboral al reducir la movilidad funcional y dificultar la realización de tareas básicas como correr, saltar y agacharse, esenciales para el trabajo. Una tropa con policías que son lentos y no pueden correr a una velocidad apta para su cargo, no puede cumplir su función de custodiar las calles con la efectividad requerida. Simplemente, cuando los agentes no están en forma física, su capacidad para responder eficazmente a situaciones exigentes se ve comprometida, lo que supone un riesgo para su propia salud y la del público al que sirven.