• 24/08/2011 02:00

Conductas infames en el aula

ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA.. Para un niño ¿es menos violento o traumático que le pegue otro niño que un adulto? Me refiero a la...

ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA.

Para un niño ¿es menos violento o traumático que le pegue otro niño que un adulto? Me refiero a las criaturas que suelen sufrir de ciertos tipos de violencia de manos de sus compañeros en el aula escolar y de manera repetitiva y hasta cruel. Esta falta de sensibilidad puede deberse a que existe la tendencia a considerar este tipo de violencia como una pelea entre niños y que muchas veces es vista sin importancia de parte del educador y del padre de familia.

La vulnerabilidad infantil se pone de manifiesto en los episodios de violencia familiar en los que el niño es agredido y es un observador aterrado de situaciones de malos tratos del padre hacia la madre o, entre ambos y entre otros miembros de la familia. Los niños aprenden que la violencia es una conducta aceptable, que forma parte de la intimidad, del diario vivir, y que esa violencia y miedo se puede usar para extender el control sobre el resto de la familia. Aunque en un principio compadecen a la madre, conforme crecen esta solidaridad se transforma en hostilidad. La repercusión igualmente se extiende a nivel escolar, donde suelen ser más disruptivos y agresivos.

En la escuela, la conducta agresiva parece estar relacionada con las variables afectivas y de relación familiar, del rechazo de los padres, del castigo agresivo y de la carencia de identificación con los padres, sobre todo cuando estos están ausentes y crecen en la convicción de que el empleo de la agresividad es el mejor camino para conseguir lo que quieren. El haber sido víctima en la infancia propicia que de adulto se victimice a otros. La televisión igualmente fomenta este tipo de conducta, porque hasta en ciertos dibujos animados se observan diferentes tipos de salvajismo.

En los procesos de interacción en el aula debemos tener en cuenta los factores motivacionales, el autoconcepto académico, el ánimo con que se afronta la tarea y los factores afectivos. Cuando un individuo se incorpora a un grupo social se dan dos tendencias: el deseo de dominio y el de afiliación. El fenómeno de agresión entre iguales podría deberse a la desintegración que sufre el niño cuando ingresa por primera vez en el medio escolar. Su mundo, el familiar, queda relegado y aparece su deseo de ser y hacer acrecentado por la novedad y el ambiente. Pero su deseo y actividad se encuentran con los de otros y provocan un conflicto que se resolverá en función de su temperamento e historia personal. Así, optará por esforzarse en prevalecer sobre el otro, se someterá a él, o bien se aislará. De cualquier manera, le permitirá encontrar a aquel o aquellos que lo acepten y descubrirá el placer de pertenencia.

En las relaciones entre iguales en el aula, el comportamiento del grupo estará determinado en gran medida por la estructura que se forma como resultado de la interacción y por sus normas de comunicación. El estudio de la dinámica del aula pone de manifiesto que el propio grupo de alumnos genera y mantiene unas estructuras relacionales que no están bajo el control del profesor y confieren una especial estructura al grupo. Para prevenir, solucionar y cambiar los problemas de conducta del grupo las líneas de comunicación de la clase deberán estar abiertas. Si no hay comunicación no se favorece la enseñanza y aparecen sentimientos de hostilidad y resentimiento a nivel individual y grupal.

El camino que suele seguir un niño violento en la escuela consta de tres fases: a) el niño muestra conductas claramente antisociales, b) lo cual le lleva a ser excluido del grupo de iguales, c) y acaba fracasando en la escuela.

Cuando se estudia la vida emotiva en las aulas, se observan tres tipos sociométricos diferentes: a) el alumno popular, el líder indiscutible, b) el aislado, el que nadie elige y c) el rechazado (presenta frecuentes manifestaciones agresivas y de desacuerdo, demandas de atención sobre sí mismo y ausencia de refuerzos hacia los demás).

Algunos tratan de reforzar su autoestima tratando de adquirir prestigio a través de actividades compensatorias. Otros acrecientan su agresividad, fanfarronean, mienten, buscan una notoriedad para compensar su frustración. Otros, simplemente se aislan y así se acrecienta su sentimiento de inferioridad.

Muchas conductas indeseables que se producen en el aula escolar, se adquieren y mantienen en gran parte por el refuerzo de los compañeros. En la interacción dinámica entre escolares hay tres grupos bien diferenciados: el grupo de los adaptados y dos grupos menores, uno de agresores y otro de víctimas. Por ende, y es de esperar, el grupo agresor tiende a reforzar la conducta agresiva por un sentimiento de solidaridad, hermandad y unidad entre los mal portados. Esto hace que las víctimas se sientan solas y apartadas y, con temor a enfrentárseles.

Para que se desarrolle un buen clima de grupo y evitar de algún modo la agresividad, sería de gran ayuda que las escuelas se basaran y fomentaran la cooperación en lugar de la competitividad. Que la relación padre, madre y maestro estuviera encaminada a ayudar al niño de forma integral. Sin embargo, el comportamiento del padre y madre del niño agresivo es permisivo y sobreprotector y, de rechazo de parte del maestro. A las finales, el niño crece siendo el malo del grupo, el repudiado, el fracasado. Un excelente candidato para la deserción escolar y uno más que, con un arma en mano, no vacilará en matar.

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