• 23/01/2022 00:00

Barco-escuela: ¿lo necesita Panamá?

“La bandera de Panamá lucirá airosa, mucho más airosa y digna, […], en el respeto que inspire a lo largo y ancho del mundo nuestro país, por el ejercicio activo de la honradez y la democracia”

Medios de información dan a conocer la propuesta reciente de una empresa de astilleros de Perú al Gobierno de Panamá para construir un barco-escuela. No se indica claramente si la propuesta obedece a una iniciativa de la empresa o a una solicitud del Gobierno panameño. Parece ser que el barco ya está en construcción. Cualquiera sea el caso, es necesario someter este asunto a una discusión pública que aclare la necesidad de que Panamá posea un barco-escuela y los correspondientes costos y beneficios para nuestro país.

Los barcos-escuela son instalaciones de las Academia Navales para dar formación y capacitación permanente y sistemática a personal de la Marina de Guerra, o Armada, como se le llama en algunos países, o de servicios de Guardacostas o de Marina Mercante, en la protección defensiva o agresiva de los ámbitos costero, oceánico, insular, fluvial o lacustre.

Panamá tiene costas en los océanos Atlántico y Pacifico de solo 1200 y 1700 kilómetros de extensión, respectivamente. No tiene problemas de delimitación de su mar territorial ni de contrabando significativo de mercancías o tráfico de personas por vía marítima ni de controles de pesca ilegal internacional o deterioro ecológico del litoral. Su Marina Mercante físicamente es una ficción, porque se trata de un registro “abierto” de naves. Además, una insignificante navegación de cabotaje e insular.

Nuestro problema es el tráfico ilegal de drogas de consumo prohibido procedente de Colombia y otros países sudamericanos, para usar a Panamá como vía de tránsito de un comercio ilegal destinado a EE. UU. y Europa, problema que el Servicio Naval de la Fuerza Pública controla con algunas bases marítimas y lanchas patrulleras en los litorales Atlántico y Pacífico, si hemos de creerle a las propias autoridades.

En consecuencia, ante esta menor magnitud y complejidad de problemas, y siendo las escuelas barco un medio, no un fin en sí mismo, ¿tiene el Gobierno de Panamá el propósito de crear un Ministerio de Marina o Armada, o un Servicio de Guardacostas o un Ministerio de Marina Mercante? Todo ello, ¿cómo no, con sus respectivas Academias Navales? Si fuera el caso, ¿cuál es la justificación económica, política, estratégica?, si la tuviese. ¿Cuál sería la racionalidad de esta política? ¿Cuánto costaría al ya agobiado contribuyente?

Pasando ya a otros posibles elementos menos racionales, ¿se trata de un negocio, de una propuesta de sectores de la construcción naval peruana, ni cortos ni perezosos -la ocasión la pintan la calva- a ingenuos o desaprensivos posibles clientes que participan del Sector Público de Panamá? ¿Hay de por medio algún delirio de grandeza seudomilitaroide de algunos que sueñan verse con uniforme de almirantes, vicealmirantes, comodoros u otros títulos igualmente rimbombantes, paseando por los mares y por los puertos del mundo en prolongados “viajes de instrucción” bajo las velas mayor, la “spinaker” y la genovesa y los palos de trinquete, mayor y mesana, y, en lo más alto del mástil, lucir airosamente la bandera panameña?

Para oír, entre el susurro de las olas, como en la Canción del Pirata, de Espronceda, “navega velero mío, sin temor, que ni enemigo navío, ni tormenta ni bonanza, tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor”. ¿Una muerte gloriosa tal como Nelson y Churruca en Trafalgar? ¿Quieren darle envidia, hacerle roñas, en su delirio, al almirante Grau, almirante Padilla, Cuauhtémoc, Simón Bolívar, Libertad, Juan Sebastián Elcano, Esmeralda (usado como centro de torturas en el golpe militar de Pinochet) y otros barcos escuela?

¿Han pensado en el costo de este juguete innecesario? ¿En el gasto de compra, de funcionamiento de mantenimiento? ¿Cuántos botes patrulleros, cuántas escuelas, cuántos servicios médicos y otras carencias de la población pueden atenderse con esas sumas?

La bandera de Panamá lucirá airosa, mucho más airosa y digna, que en el mástil de un disparatado adefesio flotante, en el respeto que inspire a lo largo y ancho del mundo nuestro país, por el ejercicio activo de la honradez y la democracia.

Panamá necesita algunos barcos, sí, y muchas escuelas. Ningún barco-escuela.

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