• 12/10/2020 00:00

Bartolomé de las Casas vs. Juan Ginés de Sepúlveda sobre los indígenas de Abia Yala

Hay tres historias del supuesto descubrimiento de América: una escrita por los españoles, una historia negra no escrita ni contada, una historia oral transmitida de generación a generación por los propios indígenas.

Hay tres historias del supuesto descubrimiento de América: una escrita por los españoles, una historia negra no escrita ni contada, una historia oral transmitida de generación a generación por los propios indígenas. La historia de América está escrita con la sangre de millones de vidas indígenas; por considerarlo de interés, comparto este resumen de controversia muy famoso de dos pensadores españoles del siglo XV.

Otra fuente del derecho Internacional para los pueblos indígenas son los escritos de fray Bartolomé de las Cassaus (o de las Casas).

El padre Bartolomé había llegado a América con Cristóbal Colón y podemos afirmar que tanto Francisco Vitoria como las Casas y Colón eran de la misma época, aunque Colón unos 20 años mayor de edad que los dos primeros. Bartolomé de las Casas conoció a Colón e incluso trabajó largos años con el hijo del conquistador, Diego Colón, quien fuera gobernador de la isla La Española. Bartolomé de las Casas había nacido en 1474 en Sevilla. En 1502 viajó desde España a La Española en América, donde tenía una Encomienda. En 1512 llegó a ser el primer sacerdote ordenado en América por la congregación de los Dominicos. En 1513 tomó parte en la violenta y sangrienta conquista de Cuba. En 1515 volvió a España y junto al arzobispo de Toledo, monseñor Francisco Jiménez de Cisneros, se presentaron como defensores de los indígenas ante el rey Fernando V.

En 1516 vuelve a América como miembro de la Comisión Investigadora del Trato a los Indígenas. Más adelante, en 1519, vuelve nuevamente a España y en 1520 presenta una denuncia formal del trato a los indígenas al rey Carlos I, también llamado emperador Carlos V, quien apoyó el plan de Bartolomé de las Casas para crear una colonia campesina con indígenas y españoles en un área de la actual Venezuela.

Entre los meses de agosto de 1550 y abril de 1551 se produce la famosa controversia entre Bartolomé de las Casas y el jurista español Juan Ginés de Sepúlveda. La controversia se había producido muchos años antes y era un tema candente, pues el mismo monarca Carlos V organizó el encuentro público en Valladolid que era la capital de España en aquella época. Todo fue preparado en la capilla del Colegio de San Gregorio, y ante quince jueces, entre los cuales estaban connotados teólogos, como Melchor Cano, Domingo de Soto, Pedro de la Gasca, Bartolomé Carranza y otros, se desarrolló esta famosa discusión.

Juan Ginés de Sepúlveda, defendía el derecho de España, como nación civilizada, a someter por las armas a los salvajes, oponiéndose abiertamente incluso a las normas del Consejo de Indias. Sepúlveda era un fiel seguidor del filósofo griego Aristóteles, quien había escrito en el libro I de la Política que “algunos hombres nacían para ser señores y otros para ser esclavos, los primeros mandaban, los segundos obedecían. La naturaleza -en su sabiduría- capacitó a cada uno para cumplir el papel para el cual fue destinado por la propia naturaleza desde el momento de nacer. A los señores les dio razón e inteligencia, a los esclavos cuerpos fuertes. Los que nacieron para servir estaban obligados a someterse a los que nacieron para mandar, si se negaban a esto era lícito obligarlos por las armas, y hasta violencia o, mejor dicho, esta guerra, era justa y conforme a los principios de la naturaleza”.

Las ideas de Aristóteles estuvieron muy presentes en los pensadores cristianos de aquella época: John Major (inglés) fue el primero en pensar que las ideas de la Política podían ser aplicadas a los indígenas de América, más adelante le siguieron Palacio Rubios, Bernardo Mesa, Juan Quevedo y Juan Ginés de Sepúlveda. Contrarios a estas ideas se levantaron Domingo de Soto, Francisco Vitoria y Bartolomé de las Casas.

La controversia de Valladolid estableció dos maneras opuestas de pensamiento en España. La discusión fue en torno a si los indígenas de América eran seres humanos con alma, o salvajes capaces de ser domesticados. Juan Ginés de Sepúlveda defendió las ideas de la guerra justa contra los indios a causa de sus pecados e idolatría y su inferioridad en la especie humana. Por aquella época incluso la Teología era considerada superior a las otras ciencias. Bartolomé de las Casas tenía que demostrar primero que sus argumentos filosóficos eran aceptables para la Teología y después para el monarca.

La controversia de Valladolid ha sido publicada casi en todos los idiomas del mundo, en tanto es el origen de la lucha por los derechos humanos, de la tolerancia y del respeto a las diferencias. En la controversia no hubo resolución final. Los dos exponentes se consideraron vencedores. Sepúlveda, después del encuentro, abandonó la vida pública para retirarse a su ciudad natal de Córdoba y murió en 1573. Por su parte, Bartolomé de las Casas siguió escribiendo en Madrid, lugar donde murió en 1566. Sus libros solo comenzaron a publicarse en 1875.

Los escritos de Bartolomé de las Casas presentan un ser indígena humano, racional y libre de proyectar su propia vida. De manera, entonces, que las primeras ideas de la libre determinación de los hombres es una idea proveniente de Bartolomé de las Casas. De las Casas logró desarrollar la doctrina de la libre determinación en el libro llamado De Regia Potestatate, escrito en 1560 y editado por primera vez en España en 1969. Los editores de la primera edición española dijeron que se trataba del más sensacional de los tratados de filosofía política del siglo XVI. Bartolomé de las Casas escribió el libro como respuesta al problema de Las Encomiendas en el Perú, mediante el cual trataba de convencer a la Corona y al Consejo de Indias de que el proyecto de Encomiendas a perpetuidad era ilegal y traería para la comunidad indígena consecuencias desastrosas.

Concluyo señalando a los pueblos de la América indígena del siglo XXI: no debemos odiar, pero jamás olvidar.

Educador ngäbe buglé.
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