• 16/04/2020 00:00

Lo bueno, lo malo y lo feo del coronavirus

“Lo que se nos viene encima no será fácil, pero si nos ponemos de acuerdo y logramos la actitud y la energía apropiadas, lo vamos a lograr”

Nos sorprendió a todos. Nadie lo previó. Apareció tan lejos de occidente que muchos pensaron, erróneamente, que jamás nos afectaría. En un abrir y cerrar de ojos, literalmente, nos despertaron con la noticia. El virus se propagó y se esparce rápidamente sin que nadie lo pueda ver ni detectar. A estas alturas, el mundo realizó que nos enfrentaríamos a un enemigo mortal, pero invisible y, por consiguiente, muy difícil de combatir.

Han transcurrido casi cuatro (4) meses desde que detectaron el primer caso en Wuhan, China. Ya sabemos que desde allá se tardaron en compartir, con el resto del mundo, información valiosa sobre la letalidad del virus y sus potenciales efectos para la humanidad. Así las cosas, a medida que este se propagó, las naciones reaccionaron de manera distinta, dadas las circunstancias de cada país y hoy sabemos, con certeza, que aquellos que atacaron el problema con suficiente antelación podrán salir adelante con un menor grado de impacto que aquellos que no lo hicieron a tiempo. Pero si en algo debemos estar todos de acuerdo es en que este virus impactará radicalmente el modo de vida de todos los países. En pocas palabras, esta pandemia nos marcará para siempre. Es decir, tendremos un antes y un después.

En lo que sí no hay duda es en lo que nos depara en el futuro. Algunos señalan que el mundo cambió para siempre, otros que la pandemia cambiará la correlación de fuerzas y que, como consecuencia, nos enfrentaremos a un nuevo orden mundial. Hay quienes piensan, con justa razón, que las consecuencias y el impacto a la economía global serán de tal magnitud que tendremos un mundo considerablemente más desigual y los niveles de pobreza aumentarán geométricamente. Ante esta realidad, la forma como los Gobiernos enfocaron, otrora, las políticas públicas, tendrían que cambiar drásticamente para poder atender a esa masa gigantesca de gente que siempre ha vivido en la marginalidad y que, por las razones antes esbozadas, conformarían un grupo mucho mayor con las consecuentes urgencias y necesidades que una situación de esta magnitud supondría para los sectores menos favorecidos de cada país.

En nuestra querida Panamá, pienso que estamos haciendo las cosas bien. Sé que algunos no estarán de acuerdo, pero estoy convencido de que la gran mayoría coincidirá que sí. Partamos por señalar que nadie está preparado para una situación tan crítica e inesperada. Mover un país y enfocarlo en una sola dirección ante un enemigo mortal, invisible y cambiante no es fácil. A manera de inventario, a riesgo de quedarme corto y a las críticas que se puedan generar, me permito señalar algo de lo bueno, lo malo y lo feo que nos trajo el coronavirus en Panamá.

Lo bueno: muchas muestras de solidaridad y gestos de generosidad entre todos los sectores que componen nuestra sociedad. Hemos entendido que era cierto. Todos somos iguales ante Dios y la Ley. Este virus no perdona ni distingue entre clase social, etnia o religión; A muchos nos ha llegado una buena dosis de humildad que ojalá perdure y nos ayude a concentrarnos en hacer los correctivos, lograr los cambios de actitud y prepararnos para trabajar productivamente, lejos del juegavivo. Vamos a necesitar mucha creatividad y una efectiva coordinación entre el sector público, privado y laboral. En conclusión, una gran cruzada de trabajo en equipo para reconstruir a nuestra querida Panamá después del día D.

Lo malo: gente que hace caso omiso e insiste en violar las disposiciones impuestas por las autoridades y rompen la cuarentena; ciertos sectores de nuestra sociedad, utilizando equivocadamente los salvoconductos para trasladarse al interior y visitar sus casas de playa y de campo; los que se han dedicado a criticar por todo, sin tomar en consideración que no podíamos estar preparados para una crisis de esta magnitud y que no han querido entender que las autoridades van rápidamente aprendiendo al andar; funcionarios en cargos de elección popular que no han sido eficientes en la distribución de los bonos y las bolsas de comida y que por el contrario, algunos han querido sacar provecho político. Y los otros que se han aprovechado para atender las necesidades de sus amigos, familiares o miembros de los partidos políticos que representan y en el camino, se olvidan de la gente más necesitada.

Lo feo: empresas que rápidamente se acogieron al decreto que permite la suspensión temporal de la relación laboral y con ese accionar, han privado a sus colaboradores, dejándolos sin ingresos en un momento tan crítico de la realidad nacional; a todos los que se aprovecharon de la situación para aumentar los precios de muchos productos, pero sobre todo, los más necesarios, como alcohol, mascarillas, guantes y gel antibacterial; los que insisten en cometer actos de corrupción en perjuicio del erario y de los recursos del Estado a sabiendas de que estos son limitados, serán muy escasos y extremadamente necesarios para después del día D.

Estemos o no de acuerdo con el menú, la realidad es que, como dijo el papa Francisco: Panamá tiene mucha gente buena y está hecha de una gran dosis de nobleza. Roguemos a Dios para que salgamos pronto de esta triste realidad con el menor impacto posible. Eso dependerá, en gran medida, de las acciones y actitudes que adoptemos cada uno de nosotros. Tengo la esperanza de que, para después del día D, hayamos entendido que no hay de otra: tenemos que unir fuerzas para trabajar por un solo objetivo y por el bien común de todos los panameños. Lo que se nos viene encima no será fácil, pero si nos ponemos de acuerdo y logramos la actitud y la energía apropiadas, lo vamos a lograr

Economista
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