• 25/08/2020 00:00

El carbono azul: alternativas para las zonas costeras

Los bosques de manglar crecen y se desarrollan en las zonas costeras tropicales y subtropicales y por sus características estructurales y funcionales se encuentran entre los humedales más productivos a nivel mundial.

Los bosques de manglar crecen y se desarrollan en las zonas costeras tropicales y subtropicales y por sus características estructurales y funcionales se encuentran entre los humedales más productivos a nivel mundial. Estos ecosistemas proveen una variedad de servicios ecosistémicos entre los que encuentran su papel como una barrera protectora entre el agua y la tierra, previniendo la erosión de las costas y reduciendo el efecto de oleajes y marejadas. Esta función es especialmente crítica durante eventos climáticos extremos, ya que actúan como un escudo poderoso contra tormentas, huracanes y tsunamis.

Entre los servicios ecosistémicos de crítica importancia en el contexto del cambio climático global se destaca el carbono azul. Se le denomina “azul” porque este carbono orgánico, producto de la alta productividad de humedales, se encuentran en las zonas costeras y oceánicas -de ahí la denominación de “azul” por el color del mar. Este carbono orgánico es principalmente atrapado y acumulado por manglares, marismas salinas, pantanos, praderas marinas, turberas y potencialmente macroalgas. Este carbono está constituido por la biomasa aérea viviente (hojas, ramas y tallos), la biomasa subterránea viviente (raíces) y la biomasa no viviente (por ejemplo, hojarasca y madera seca) de manglares, marismas y pastos marinos (Mcleod et al. 2011). Cuando se habla de carbono secuestrado de la atmósfera se distingue entre dos tipos: el carbono verde, retenido por los bosques terrestres, y el azul, capturado por las especies vegetales marinas, como las que se encuentran en los manglares, las marismas y las praderas de posidonia.

Cuando los bosques de manglar son destruidos en conjunto con la alteración hidrológica, el carbono azul, acumulado en el suelo por miles de años, es entonces expuesto a la atmosfera, así, acelerando su descomposición por actividad bacteriana, ya que las condiciones ambientales (por ejemplo, carencia de oxígeno por la inundación y saturación hídrica de los suelos) promueven esta descomposición. Como resultado de este proceso el carbono orgánico es consumido y liberado como dióxido de carbono (CO2). Por ejemplo, varios estudios a nivel internacional estiman que, cada año se liberan más de mil millones de toneladas de CO2 previamente almacenado en ecosistemas costeros. En general, se estimas que los humedales de manglares contienen en promedio 1023 toneladas de carbono por h, lo que los convierte en uno de los ecosistemas más ricos en carbón (Donato et al 2011). Este valor sugiere el valor ecológico y potencialmente económico de los bosques de manglar, por lo que es una prioridad proteger y conservar este tipo de humedales en Panamá. Sin embargo, para poder conservarlos, es fundamental realizar estudios de diagnósticos para evaluar cuál es su estado de conservación.

Nuestros manglares están fuertemente presionados y los impactos ambientales, debido al cambio climático, están causando efectos hacia algunas regiones de nuestro país, como, por ejemplo, una misión de investigación de Displacement Solutions visitó Panamá para investigar el impacto del aumento de los niveles del mar sobre el desplazamiento de comunidades en la región autónoma de Gunayala, se estima que aproximadamente 28 000 personas eventualmente tengan que trasladarse de las islas a tierra firme en los próximos años, como consecuencia del aumento del nivel del mar y de los eventos meteorológicos. Al oeste de la República, en Bocas del Toro, la isla de Bastimentos ha perdido alrededor de 20 metros de playa por la subida del mar, y los residentes de Puerto Caimito y Punta Chame, en la provincia de Panamá Oeste, viven amenazados por los fuertes oleajes que cada vez ganan más terreno.

En Panamá deberíamos realizar primero unos diagnósticos de la situación de los ecosistemas de manglar para calcular cuántas hectáreas existen deforestadas, para después realizar planes de restauración o rehabilitación de acuerdo con las especies de mangle, hidrología y porcentaje de la salinidad del suelo. Involucrar la participación de la sociedad civil, entre ellos: las universidades, comunidades, Gobiernos locales, institutos ambientales, diferentes asociaciones costeras (pescadores, concheros, carboneros y cascareros, entre otras) y crear comités ambientales de carbono azul, con el propósito de cuidar y proteger los manglares.

Ya existen iniciativas como la Alianza Internacional de Carbono Azul (IPBC), la cual fue iniciada por el Gobierno australiano, para ayudar a los países a proteger sus ecosistemas de carbono azul y reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.

(*) Ingeniero forestal José A. Berdiales / Tecno Manglares Forest.
(**) Dr. Víctor Rivera Monroy / Universidad de Luisiana.
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