• 19/05/2023 00:00

Cárcel de mujeres en Panamá, la entrada al inframundo

Con más de 40 años, el penal cuenta con diez “hogares” que albergan entre las 80 y 100 privadas en condiciones infrahumanas

El siguiente escrito está basado en mi reciente experiencia como docente en el Centro Femenino de Rehabilitación (Cefere) ubicado en la provincia de Panamá.

El Cefere fue inaugurado a mediados de los años sesenta y de acuerdo a mi información obtenida por parte de algunas autoridades del Ministerio de Gobierno (Mingob), la población de privadas de libertad no pasaba de cincuenta. Hoy día existe un alarmante hacinamiento de mujeres que pagan condenas de diversa índole y cuya población está a punto de desbordar las mil almas.

Existen en Cefere diez “hogares” que albergan fácilmente entre las 80 y 100 privadas de libertad en condiciones infrahumanas. No hay baños adecuados y suficientes. Tampoco dispone de espacios pertinentes y muchas tienen que dormir en el piso y en los pasillos de dichos hogares.

Esta cifra en ascenso demuestra que las mujeres en su mayoría de barrios muy pobres se están insertando en actividades de robo agravado y narcotráfico de forma meteórica. En Cefere se pueden ver a miembros de una sola familia recluidas, bastante similar al cuadro que presentan cárceles de hombres como La Joya y La Joyita.

Se han firmado diversos convenios entre el Ministerio de Educación (Meduca) y el Mingob en los cuales sale a relucir siempre el tema de la resocialización y la conmutación de penas, no obstante las autoridades del Ministerio de Gobierno han descuidado el asunto de la formación humana. Esto quiere decir que las internas pueden recibir diversos cursos académicos, pero su actitud ante la vida sigue siendo igual que cuando ingresaron al penal y hasta peor.

En la mentalidad de la mayoría de las privadas de libertad solo existe el antivalor de la manipulación para obtener algo y la astucia para burlar una sanción. El clima de violencia y ansiedad es tal que muchas internas tienen que adecuar su actitud para sobrevivir. Solo el interés de conmutar penas y reducir el tiempo de estadía en el penal las motiva a ingresar a la escuela. No existe para nada el apego de la autoformación académica, pues, como muchas afirman “no conocen otra forma de ganar dinero fácil y darse ciertos lujos”.

Muchas llegan a cuestionar los contenidos que se les ofrecen en las clases, puesto que para ellas no resultan en “nada útil” en su vida cotidiana. Muchas alegan que su récord policivo no les ayuda a conseguir trabajo, sin embargo, también es sabido que su subcultura de “poco esfuerzo” para conseguir algo no les permite disciplina ni constancia dentro de una jornada laboral en ninguna empresa. De tal suerte que cuando una reclusa obtiene su libertad, hará lo único que ha aprendido en la vida: delinquir.

La actual estructura del Cefere y las políticas de “resocialización” nos demuestran que no hay interés en adecuar un lugar que sea transitorio entre las nuevas normas aprendidas y la verdadera resocialización.

El criterio que usan los directivos del penal para escoger a las que recibirán clases tanto de Meduca como de la Universidad es anárquico y nada científico. A las clases ingresan personas con problemas psiquiátricos e historial de violencia tan marcado que se pone en peligro la integridad física de los docentes. Es también extraño que solo una o dos custodias estén presentes en los espacios donde se dictan clases donde la población las supera 10 a 1. Los improperios y las vulgaridades están a la orden del día, sin que ninguna custodia se atreva a corregir dichos actos.

Esto es un peligroso indicador de que en Cefere realmente mandan las privadas de libertad pese a lo que puedan decir las autoridades al respecto. Ni hablar del tráfico y venta de productos a lo interno, donde un paquete de cigarros puede costar fácilmente hasta más de cincuenta balboas.

En Cefere se hacen operativos de revisión de forma periódica por parte de la policía y se llegan a incautar drogas, bebidas alcohólicas, armas, celulares de alta gama, etc. y siempre la pregunta que se hacen miles de ciudadanos de “a pie” cuando vemos estos eventos en televisión es ¿y cómo ingresan tantas cosas en el penal? La respuesta siempre ha estado flotando en el ambiente desde hace décadas, pero es una muestra del “poco me importa” de los gobiernos de turno ante el problema del aumento de la delincuencia en Panamá y una seria política de resocialización en Panamá.

Sociólogo y docente panameño
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