• 02/02/2013 01:00

Transfuguismo, antitransfuguismo y chantajismo

E scribo antes de que se apruebe en tercer debate la denominada ‘Ley antitransfuguismo’, original y muy descriptivo nombre dado al últim...

E scribo antes de que se apruebe en tercer debate la denominada ‘Ley antitransfuguismo’, original y muy descriptivo nombre dado al último mamotreto producido por nuestra ‘Honorable Asamblea’, que revierte la que pudo, bajo la misma cuerda, haber sido bautizada como la ‘Ley pro transfuguismo’, que abrió de par en par la compuerta para que 28 diputados, 19 alcaldes y 170 representantes pasaran a engrosar las filas de los partidos oficialistas y cambiaran, radicalmente, y de hecho el resultado de las pasadas elecciones. Sin la ley ‘pro transfuguismo’, el presidente Martinelli no se hubiera hecho con la mayoría en la Asamblea; no hubiera podido ‘designar’ a la contralora; ratificar a sus magistrados ni a los procuradores y muchas etcéteras.

A la norma ‘revertidora’ también podría bautizársela como ‘la tranca’ que cierra la puerta para evitar que los transfugados vuelvan a sus antiguos rebaños, aunque esa posibilidad es un tanto incierta, habida cuenta de que en sus antiguas toldas han anidado otras aspiraciones que no están dispuestas a consentir que vuelvan los que se fueron, desde luego, no por principios sino por motivaciones descarnadamente crematísticas. Y, por esa misma razón, tampoco creo que los transfugados tengan la capacidad de chantajear a sus actuales jefes con la amenaza de regresar a sus antiguas querencias, si no se les garantizan postulaciones ‘de a dedo’ y el financiamiento de sus campañas reeleccionistas. Las naves, una vez quemadas, no vuelven a navegar.

Entre los pocos cambios positivos hechos a la legislación electoral, sin duda alguna, destaca que para las elecciones del 2014 los electores, en los circuitos plurinominales, solamente podrán votar por un candidato (un votante, un voto). Esa regla tendrá la virtud de terminar de aflorar las peores lacras de la partidocracia. Y para que no tengamos que esperar mucho tiempo, ya los medios comienzan a ser inundados con los informes sobre las disputas a lo interno del PRD por las eventuales reparticiones, ‘de a dedo’, de las candidaturas de diputados.

La revocatoria de mandato es el mejor antídoto para corregir una de las mayores fallas de democracias renqueantes como la que vivimos en Panamá. Si existiera, pero dándole al pueblo, y no a los partidos, y mediante un procedimiento expedito, la posibilidad de aplicarla a todos los niveles, desde presidente hasta representantes, quienes resulten electos, se verían obligados a cambiar los patrones de su conducta. En nuestras seudodemocracias la rendición de cuentas es un mito, alentado por el escudo que blinda a los gobernantes con períodos fijos, que los hacen inmunes a las manifestaciones del desencanto popular.

No comparto que se considere como un avance haber vuelto al método anteriormente establecido en el Código Electoral, que devuelve a los partidos el poder de revocar los mandatos de las personas elegidas bajo sus banderas. El verdadero avance sería que la revocatoria fuera una facultad de los electores y no de los partidos. Cambiar el sistema debe ser una prioridad; pero eso no será posible mientras se sigan repitiendo en el Órgano Legislativo los mismos diputados, dispuestos abrir o cerrar las compuertas al transfuguismo, según convenga a sus intenciones reeleccionistas o para conseguir prebendas de parte del Órgano Ejecutivo de turno.

Recientemente, inicié la distribución, persona a persona, del primer documento programático de mi candidatura independiente. Mi autoría está registrada en la Dirección General de Derecho de Autor. Allí me comprometo, de ser electo presidente de la República, aunque ninguna norma me obligue a hacerlo, a convocar a un referendo nacional revocatorio, al cumplir dos años en el gobierno, para que el pueblo, soberanamente, decida si debo continuar en el cargo o debo abandonarlo y que se convoque una nueva elección presidencial.

Pero, además, por ser consciente de que la credibilidad no es un galardón de nuestros políticos, mi compromiso de convocar, voluntariamente, a un referendo revocatorio está respaldado por la entrega que haré al Consejo Ecuménico, integrado por los líderes de todas las iglesias, de una carta con fecha 1 de enero de 2017, en la que renuncio irrevocablemente a la Presidencia si el resultado del referendo me fuera adverso.

CANDIDATO PRESIDENCIAL INDEPENDIENTE.

Lo Nuevo