Este martes 18 de marzo se llevó a cabo el sepelio del cantante panameño de música urbana Chamaco.
El artista fue asesinado de varios impactos de bala...
Para Federico Mayor Zaragoza, doctor, catedrático, diplomático, exdirector General de la Unesco (1987 —1998) y uno de los promotores de la Ciudad del Saber, “la Ciudad del Saber constituye actualmente un referente a escala mundial”. Su reciente testimonio es parte del prólogo de Voces de la Ciudad, libro publicado a finales de 2020, tras seguir, por casi 30 años, el desarrollo, evolución y resultados de una iniciativa que él apoyó desde 1995. Aquel año, con el respaldo de la Unesco, se celebraron en Bambito las Jornadas de Consulta Interdisciplinarias sobre la Ciudad del Saber, que llevó a la publicación en enero de 1996 del libro Ciudad del Saber: una utopía posible.
Como todos los promotores que estuvieron en los inicios del proceso de creación de la Ciudad del Saber, Mayor Zaragoza se ha mantenido vinculado al desarrollo y consolidación del proyecto y su interés se renueva con cada mensaje remitido: “Son necesarias”, dice en su prólogo, “muchas Ciudades del Saber para que todos puedan ejercer plenamente las facultades distintivas de la especie humana...reflexionar, imaginar, anticiparse, innovarse, ¡crear!”
Cada consulta atendida, cada video enviado, cada comunicación generada y respondida durante casi tres décadas ejemplifican el andar de quienes, como él, fueron parte de un sueño que, como dijera el expresidente Ernesto Pérez Balladares, orador invitado a la Siembra de Banderas que tiene lugar en noviembre de cada año, este proyecto, “se ha convertido en fuente de empleos y de conocimiento... En efecto, tal y como dijimos hace 20 años, algo que a muchos entonces les pareció una frase retórica: en lugar de armas, hoy tenemos libros y en lugar de soldados estudiantes y profesionales”.
Quienes concibieron la Ciudad del Saber se han mantenido a lo largo del tiempo cercanos e informados sobre su crecimiento y consolidación. Con ello, han seguido aportando, contribuyendo, asesorando, acompañando, al mejor estilo de nuestros fundadores, con mística, desinterés, modestia y compromiso, concentrados siempre en lo realmente fundamental: la comunidad, su gente, sus logros, sus sinergias y su trabajo conjunto.
El mismo Don Fernando Eleta, en su afán por garantizar que su legado y el de Gabriel Lewis se mantuviera en el tiempo, fue quien buscó y propuso a su sucesor. Habiendo podido buscar en el mundo entero ni quiso ni tuvo que hacerlo porque encontró dentro del grupo de panameños que conformaron la primera directiva, de la que él mismo orgullosamente fue parte, los valores, la capacidad, el talento y la claridad necesarios para asumir el reto con toda la entrega y valentía necesarias. Sin mayores recursos, más allá del valor de la tierra, sin decenas de millones, salvo el apoyo operativo de los primeros años, y sin anticipar que muy rápidamente sería la Fundación la que habría de subsidiar múltiples programas del Estado por cifras mucho mayores de las que, en su momento, fue beneficiaria.
Hay algo más que tienen en común los pioneros de la Ciudad del Saber: recordarnos las tareas pendientes. Entre ellas - y quizás la más importante -, todos coinciden en la necesidad de relatar, registrar y documentar lo que la Ciudad del Saber ha venido aportando a Panamá, que no todos conocen en toda su amplitud, y que desconocen totalmente quienes se han mantenido al margen de su evolución.
Desde la coordinación de la respuesta humanitaria a situaciones de desastre en los momentos más difíciles, y el trabajo de prevención hecho posible por el trabajo en red de las agencias, fondos y programas, pasando por las investigaciones realizadas y en curso, que, por ejemplo, tuvieron un impacto tangible durante la pandemia. Ese quehacer también incluye los emprendimientos que acompañamos y en los que invertimos; el apoyo a iniciativas de desarrollo sostenible con comunidades campesinas y organizaciones empresariales del interior del país; el apoyo al arte y a la cultura en general; el impacto social que se alcanza al llegar a comunidades como Loma Bonita, que pueden leer en una publicación de Ciudad del Saber su historia de más de 40 años y la incidencia que con todo ello generamos y medimos. Y a eso se agrega la transferencia de conocimiento que propiciamos, al servicio del Panamá posible —y replicable—, que construimos, alojando y apoyando a una Academia Panamá para el Futuro en la que jóvenes de todo el país estudian y residen en el campus, dentro de un ambiente de innovación que los prepara para asumir nuevos retos.
La Ciudad del Saber constituye hoy un espacio donde el peatón tiene prioridad en una comunidad sostenible en términos de movilidad, servicios, reciclaje y seguridad. Donde se vive, se trabaja, se estudia, se comparte, se crea, se experimenta en un ambiente que se valora y reconoce internacionalmente, con el gran reto pendiente de que también se conozca mejor a nivel local, como bien lo señalara en un conversatorio en la Feria del Libro Juan David Morgan, presidente de la Junta de Directiva y de la Junta de Síndicos de la Fundación Ciudad del Saber. Esta es una de las tareas pendientes de Ciudad del Saber: divulgar los programas académicos de excelencia que alberga; el conocimiento que allí se genera y se aplica; su impacto en la economía nacional; el empleo calificado que propicia… y hacerlo como testimonio de un empeño que comparten muchos panameños realmente comprometidos con su país.
En esa tarea siempre será necesario actuar con la elegancia de Don Fernando, la pasión de Gabriel Lewis, la precisión de Nicolás Ardito Barletta, la generosidad de Ernesto Pérez Balladares, la determinación de Bobby Eisenmann, la sencillez de Julio Escobar, la capacidad de Irene Perurena y el amor al legado de Samuel Lewis Navarro y Mercedes Eleta de Brenes. Pero, además, y sobre todo, será necesario hacerlo a partir de los datos y hechos comprobables que hablan del cumplimiento de nuestra misión y demuestran que lo que ayer pudo parecer tan solo un hermoso y utópico sueño, se ha convertido en una comunidad innovadora que impulsa el cambio social a través del humanismo, la ciencia y los negocios.
Quedará registrada, así, la historia de nuestro andar, contada por quienes han contribuido a su realización con la nobleza que nace de la modestia, a la vez digna y generosa, de aquel que no espera ni reclama reconocimiento alguno.