• 08/06/2019 02:00

Caricatura de democracia o ¡poder ciudadano ya!

Conversando con mi amigo Toti Cantoral, experto en control fiscal del Estado, salieron a flote las taras del ejercicio magisterial

Conversando con mi amigo Toti Cantoral, experto en control fiscal del Estado, salieron a flote las taras del ejercicio magisterial que adormecen el pensamiento crítico de nuestros estudiantes.

Una de las debilidades es que nuestros docentes enseñan, en abstracto, que un sistema político democrático controla el despotismo, a través de la división de los tres órganos del Estado harto conocidos. El poder y las decisiones no deberían concentrarse para evitar la tiranía, enseñaban Locke y Montesquieu.

Lo que no se dice es que lo que estos ideólogos buscaban —como buenos hijos de la nobleza en creciente ascenso de poder— era socavar la fórmula central del poder de las monarquías de la época, configurada a través de la concentración de los poderes en una institución: la Corona.

Allí donde la Corona actuaba como órgano Ejecutivo, las clases empresariales en ascenso, establecieron la primacía del Poder Legislativo sobre todos los demás y se reconoció la independencia del Poder Judicial. El quid del asunto, el Poder Legislativo, pasaba a estar ocupado por el empresariado o políticos a su servicio, así que darle primacía a este órgano político era darle poder a esa clase social —a la que pertenecían Locke y Montesquieu— dentro del sistema político; en ningún momento pensaron incluir a las clases ‘de abajo'.

La Corona fue reemplazada totalmente por el Poder Ejecutivo, empero, el despotismo no desapareció. Las clases empresariales desplazaron a las monarquías, para hacerse ellas mismas con el ejercicio autocrático del Estado —o plutocrático— más allá del Poder Legislativo y Judicial que ya habían ido copando, con la imposición de reglas para las cuales han sido muy buenos los abogados a su servicio. ¿Enseñan todo esto nuestros docentes? Evidentemente no; de allí que haya tantos incautos que se van detrás de candidatos defensores de la ficción de la independencia de los tres poderes.

Otros, han propuesto la emergencia de nuevos poderes que eviten ese centralismo despótico. Es el caso de la descentralización; pero que el empresariado ha sabido aprisionar muy bien para que sea una caricatura de descentralización… el poder real se sigue ejerciendo desde el Ejecutivo, donde cómodamente se enseñorean los intereses de los clanes oligárquicos.

La lección soslayada por nuestros docentes es que, con una descentralización auténtica, el poder estaría más cerca de ‘los de abajo' en la pirámide social, cosa muy riesgosa para el control ejercido por el empresariado que concentra el poder real desde el nacimiento del país. Lo que no esté controlado por esta oligarquía, no es admisible, sino hasta ciertos límites dentro de su interés. De allí que los proyectos que otorgarían poder a los Gobiernos locales no son más que mera ficción para los cándidos.

Igualmente ocurre con el poder destinado, por ejemplo, a las instituciones de generación de riquezas lucrativas, como el Canal de Panamá. ¿Cuántos miembros que no representan los intereses oligárquicos están presentes en su junta directiva? El recién designado ministro del Canal confirma el control oligárquico de nuestro principal generador de riqueza monetaria.

Ni hablar de convertir los servicios a la reproducción de la capacidad de trabajo como la salud pública, en un sistema único, integrado sí, pero dirigido por sectores representativos de ‘los de abajo' y ‘del medio'.

Discutir si afrodescendientes, mujeres, tal o cuales profesiones, etc. integran el gabinete, resulta un debate estéril. La pregunta que hay que hacerse es ¿a qué sector de poder obedece cada designación institucional del presidente electo, Laurentino Cortizo, y así sabremos si el pueblo —los de ‘abajo' y del ‘medio'— tiene efectiva participación en los poderes del Estado para volcar las políticas públicas en su favor.

Desde mi perspectiva, ninguna de las designaciones hechas para el gabinete obedecerá a intereses alternativos a los de la oligarquía financiera que está detrás de los tres poderes, así provengan de sectores afrodescendientes, de mujeres o de barrios populares en su infancia. Ergo, podremos no ver los noticieros sobre denuncias relativas a la gestión gubernamental y no nos habremos perdido nada que no se haya denunciado en las últimas tres décadas.

Si no controlamos el nuevo despotismo detrás de los órganos del Estado, de nada sirven esos tres poderes. ¿Los reformadores de la Constitución hablan de esto? Obviamente, No. Por tanto, como dice mi amigo Cantoral, ‘el modelo de los tres poderes está caduco. Se necesita un cuarto poder… el poder ciudadano, ¡ya!'.

SOCIÓLOGO Y DOCENTE DE LA UP.

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