• 03/08/2020 00:10

Clases virtuales, desespero en casa

En medio de toda esta frustración de padres de familia y docentes, no hemos oído -o no se ha querido oír, ni darle voz, ni escuchar- a los estudiantes (...) el sujeto y objeto de la educación. Como si (...) no tuviera derecho a expresarse

Algunos videos en la plataforma tiktok, de padres desesperados mandando audios por whatsapp manifestando toda serie de problemáticas por tareas y materias, solo evidencia cuánta relevancia le da el capitalismo a la educación, y confirman lo que durante décadas ha sido denunciado por gremios docentes, y más importante aún, por grupos y asociaciones estudiantiles.

Llama la atención que en medio de toda esta frustración de padres de familia y docentes, no hemos oído -o no se ha querido oír, ni darle voz, ni escuchar- a los estudiantes y lo que opinan y cómo se sienten, siendo ellos el sujeto y objeto de la educación. Como si el estudiante no tuviera derecho a expresarse, simulando que son agentes pasivos de la educación que tienen que responder con disciplina militar a lo que les entregue el sistema para rescatar el año lectivo.

Antes de que el neoliberalismo terminara de destruir el derecho a la educación en Panamá, la juventud estudiosa tenía la capacidad de plantarle cara al país ante las tragedias educativas de su época. Hoy son objeto de teatralidad, vilipendio, foco de debates de tragicomedia y caricaturas cual desperdicio de la sociedad porque un estudiante estuvo hablando vulgaridades en una clase virtual.

Un estudiantado acallado, amenazado, despreciado institucionalmente y adoctrinado en el molde de la obediencia ciega a la autoridad, sin un referente histórico, sin sembrarles una conciencia social, sin una debida relevancia como sujeto histórico de cambio, ¿qué estímulo tienen? ¿Cuál es la sorpresa en su comportamiento, una vez despojado de la inmediatez de la “ejemplarizante” autoridad?

No es de extrañar que el estudiante (sin mayor consciencia) sienta que se libera contra la autoridad de la forma que sea bajo esas circunstancias y caiga “en el desorden”; el estudiante, malacostumbrado a la violencia normalizada que ostenta la autoridad (porque hemos aprendido que es con violencia que se educa y se gana respeto), en el futuro se traduce esa inconsciencia e incapacidad de identificarse con los problemas del país en falta de valores, de empatía, de solidaridad, de humanismo, de respeto, de sentido de lo colectivo.

Como el estudiante es institucionalmente despreciado, ese reflejo lo vemos en casa. Es la tónica del estudiante promedio. Entonces lo que sigue es, como se dice, “la aconductación”. Y lo que ignoramos es que en Panamá existe escolarización sin aprendizaje.

Ante tal desorden, la forma de corrección de los padres hacia los hijos en muchas ocasiones simplemente es la herencia de violencia con la que fueron “aconductados”. Correctivos que en ocasiones fueron necesarias, por supuesto, pero que son exageradas cuando se asume la patria potestad como justificante para majar a palos a los hijos como desahogo, ahora más tras meses de encierro, falta de recursos y ansiedad. Y no, no es que “una ley de Teresita Arias le haya quitado el derecho” a matar a palos a sus hijos (porque hay gente que cree que los hijos son de su propiedad y con la propiedad se hace lo que queramos) para aconductarlos; es que tienen derecho a ser tratados como seres humanos.

Tampoco es apadrinar irrespetos a maestros o a los propios padres, es que el problema es estructural y tiene profundas raíces y arraigo de errores; quien jura que toda una infancia de palazos no torció a nadie y les hizo “personas de bien”, parece que desconocen el enorme daño que tenemos actualmente como sociedad producto de la violencia normalizada, que tiene expresiones muy claras en el machismo, incluso factores psicosociales que, a consecuencia del castigo físico y en ocasiones la humillación para reformar, llevan a trastornos de personalidad que evolucionan de grandes a la corrupción, el engaño y con ello conductas delictivas.

Estoy seguro que actualmente, existen muchos estudiantes críticos con buenas propuestas para mejorar la calidad de nuestra educación bajo estas circunstancias, pero son invisibilizados. Es fácil culpar al estudiante como eslabón más débil de esta cadena de responsabilidades cuando las cosas salen mal, pero cuando se busca el bien y el estudiante proactivo, con conciencia, con interés de estudio, se organiza y lucha para mejorar la educación en pro del país, ¿reciben un trato diferente?

El autor es abogado y analista político
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