• 24/02/2021 00:00

Compromiso con el idioma

“El Dr. Aristides Royo, director de la Academia Panameña de la Lengua, ha comunicado […], la designación […] sobre tres personas para que formen parte […] de dicha institución […]. […] Erasto Espino, Melquiades Villarreal y quien suscribe estas líneas”

El idioma constituye uno de los principales instrumentos de unidad de cualquier sociedad o nación. A través de él se desarrollan enlaces referenciales que, no solamente le enriquecen, pues éste adquiere la importancia de reflejar las relaciones que sostienen los individuos entre sí y de ellos con el ambiente. Pero también constituye una forma de percibir la realidad que se cimenta específicamente a través del habla.

Esta herramienta de comunicación cambia, conforme se evoluciona y es afectada por múltiples factores, incluso hasta deformarse, empobrecerse y alterarse en sus estructuras.

Vivimos en la actualidad un periodo en que se pierden lenguas de comunidades autóctonas por este fenómeno. La Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas ha estudiado las 62 lenguas en México y establecido que 22 de ellas están en peligro.

Por su parte, en ese país, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas ha establecido que, en 500 años, se han perdido cien idiomas. Mientras en Estados Unidos, de los 280 existentes al inicio de la colonia, desaparecieron 115. Aún en este siglo XXI, el fenómeno continúa. Lo mismo ha ocurrido con el eyak de Alaska en 2008, el saami de Akkala de la Federación de Rusia en 2003; pero antes, con el ubyh en Turquía en 1992 y el aasax en Tanzania en 1976.

UNESCO ha registrado estos procesos y plantea que una lengua se pierde cuando desaparecen sus hablantes o cuando éstos dejan de utilizarla para intercambiar sus mensajes y la sustituyen por otra que habla una comunidad o sector preponderante. Agrega el organismo internacional, que existen factores que pueden afectar ese sistema lingüístico. Hay innumerables causas, tanto externas como internas, que condicionan este declive y caos.

Por esa razón, las academias de la lengua se ocupan de la tarea de un estudio profundo del léxico, de las normas gramaticales, de las influencias y otras circunstancias que pueden modificar patrones existentes e incorporar neologismos para enriquecer las plataformas sobre las que se unifican los usos cotidianos en cada uno de los niveles y variantes en que se manifiesta este recurso distintivo del perfil de la población de una región.

En el caso nuestro, la Academia Panameña de la Lengua se estableció en 1926 e ilustres personalidades se comprometieron a sentar las bases de un español que estaba asediado por la lengua inglesa que, por tanto, condicionaba las costumbres y prácticas locales para denominar sujetos, objetos, acciones y aquellas figuras que tradicionalmente habían tenido maneras precisas de enunciación heredadas de España.

Esta misión institucional está dirigida, precisamente a la preservación de un patrimonio que hoy adquiere nuevos derroteros, gracias a la tecnología y a objetivos precisos para fortalecer y modernizar la oralidad, la escritura y las diferentes modalidades de un desarrollo que se nutre con aportes de diferentes migraciones. Esta presencia, lejos de atomizar la expresión, la hace más diversificada, variada y versátil en el caso de Panamá.

El Dr. Aristides Royo, director de la Academia Panameña de la Lengua, ha comunicado recientemente, mediante una nota protocolar, la designación que este cuerpo colegiado ha hecho sobre tres personas para que formen parte como miembros correspondientes de dicha institución académica, cuyo objetivo es la preservación del idioma español. Son ellos Erasto Espino, Melquiades Villarreal y quien suscribe estas líneas.

Esta nominación representa un alto honor, que trae al recuerdo a mis maestros Elsie Alvarado de Ricord, Tristán Solarte y Pablo Pinilla, ya fallecidos, y que ejercieron como directivos de esta corporación. Debo mencionar también a Aristides Martínez Ortega y a otros que, sin pertenecer a ella, han sido un permanente faro de instrucción; entre ellos, Félix Figueroa, Mercedes Bolaños y Matilde Real de González.

Finalmente, es un compromiso que adquirimos en momentos, justo en vísperas del primer centenario de la Academia y que asumimos con toda responsabilidad.

Periodista
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