• 07/09/2020 00:00

Conciencia canalera

Cuando iniciaba su peregrinaje en busca de apoyo para un nuevo tratado que resolviese las causas de conflicto entre Estados Unidos y Panamá, el general Omar Torrijos se refirió a la mística nacional por el Canal como “la religión que une a todos los panameños”.

Cuando iniciaba su peregrinaje en busca de apoyo para un nuevo tratado que resolviese las causas de conflicto entre Estados Unidos y Panamá, el general Omar Torrijos se refirió a la mística nacional por el Canal como “la religión que une a todos los panameños”. Adolfo Ahumada, exnegociador de los tratados Torrijos-Carter, la denominó “conciencia canalera” en discurso pronunciado en agosto de 2013, con motivo del aniversario 99 de la apertura del Canal al comercio mundial.

En discurso inaugural del año del Centenario del Canal, Ahumada describió esa conciencia como “un estado de ánimo, a veces inconsciente y en ocasiones muy deliberado e intencional, que coloca al canal como una institución ligada a resortes materiales… pero también a la convicción de que el canal y el país han marchado casi de la mano en distintos estadios de su crecimiento y su desarrollo”. Es la conciencia que nos mantiene alerta “para que el canal no se lo traguen los torbellinos ni las olas agitadas de la vida política”.

Fue esa conciencia la que impulsó a los panameños a protestar contra el Tratado Hay-Bunau Varilla, casi inmediatamente después de su firma el 18 de noviembre de 1904. Ella fue el acicate que llevó a Panamá a exigir las revisiones que condujeron al Tratado Arias-Roosevelt de 1936; a rechazar en 1947 el nefasto tratado de bases Filós-Hines, y al Tratado Remón-Eisenhower de 1955.

Esa conciencia canalera inspiró la Siembra de Banderas del 2 de mayo de 1958, liderada por Carlos Arellano Lennox y Ricardo Ríos; la Operación Soberanía del 3 de noviembre de 1959, liderada por Aquilino Boyd y el Dr. Ernesto Castillero, y el Acuerdo Chiari-Kennedy de 1952, mediante el cual Estados Unidos se comprometió a izar la bandera panameña en los sitios públicos en donde ondease la estadounidense.

Fue esa conciencia patriótica la que estimuló al estudiantado a permanecer vigilante para que las autoridades zoneítas cumpliesen el compromiso del gobernador Robert Fleming, acatando orden presidencial, de izar la bandera panameña en los sitios públicos de la Zona del Canal a partir del 1 de enero de 1964. Cuando los zoneítas se negaron a cumplir la orden al reanudar clases el 7 de enero, esa conciencia motivó a estudiantes panameños a marchar el 9 de enero en histórica gesta para exigir se cumpliese el compromiso adquirido. La heroica gesta dio lugar a las negociaciones que culminaron el 7 de septiembre de 1977, hace 43 años, con la firma del Tratado del Canal de Panamá y el Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente y al Funcionamiento del Canal de Panamá.

Esa conciencia volvió a activarse para defender los intereses de Panamá durante la primera fase de ejecución del Tratado del Canal, cuando empleados panameños se organizaron para impulsar la panameñización de la vía, incluyendo el diseño de programas de capacitación para jóvenes. Y volvió a activarse en la última fase de la transición bajo el “Grupo Matraca”, cuando ejecutivos zoneítas se oponían a realizar las inversiones necesarias para que el Canal revirtiese a Panamá en óptimas condiciones, conforme lo estipulaba el Tratado. En respuesta, el grupo liderado por Quijano y Rodolfo Sabonge impulsó primero una auditoría de la infraestructura del Canal, realizada por un equipo de alto nivel liderado por Alberto Alemán Zubieta, que concluyó con la propuesta de un ambicioso programa de modernización y mejoras. El programa se ejecutó a un costo de más de $1400 millones, validando el compromiso pactado.

Ese mismo sentimiento patriótico nos inspiró, en ambiente de unidad nacional, a crear el marco jurídico necesario para proteger el Canal de la voracidad de los políticos vía el Título Constitucional de 1994 y la Ley Orgánica de la Autoridad del Canal de Panamá, de 1998.

La conciencia canalera volvió a jugar su rol cuando, durante la ampliación de la vía y en medio de presiones del Grupo Unidos por el Canal (GUPC) para que se le aprobasen absurdos sobrecostos, el administrador de la ACP, Jorge Quijano, apoyado por la Junta Directiva y por el pueblo panameño, rechazó las demandas y advirtió que la obra se terminaría “con ellos o sin ellos”. El tercer juego de esclusas fue inaugurado el 26 de junio de 2016.

Pero, con el pasar de los años, esa mística ha venido perdiendo fuerza en los círculos de influencia del Canal, y ha dejado de permear al resto de la sociedad. Lo grave es que ello ocurre en medio de intentos de la clase política por penetrar la autonomía de la agencia canalera, lo cual – de materializarse – podría poner en riesgo su viabilidad futura. Frente a esta realidad, es asignatura pendiente de los sectores académicos, la sociedad civil y las propias autoridades canaleras, no solo rescatar la conciencia canalera, sino transmitirla a toda la sociedad panameña.

Periodista
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