El Metro de Panamá detalló que la construcción de la Línea 3 cuenta con un avance del 75%. Aunque aún no se conoce una fecha para la terminación de la...
- 24/03/2021 00:00
Constituyente ¿para qué?
A la casa vieja de madera, llena de alimañas y carcomida por comején: ¿le remodelaríamos su segundo piso sin corregir antes su roído entorno? ¿Gastaríamos dinero en reparación si antes no limpiamos rápidamente sus escombros?
Nuevamente algunos empiezan a hablar de la Constituyente. No es nada nuevo; hasta se pelean entre sí. Que si es así o es asá. Quieren vender la idea de que una nueva constitución es la panacea que resolverá nuestros problemas. Antes de buscar soluciones políticas, que activen nuestros cascarones de partidos, debemos restaurar la vivienda social. Sin eso, cualquier cambio político caerá en saco roto.
Cada vez nos parecemos a México u Honduras con el empoderamiento de la sociedad por el narcotráfico, la corrupción y las desigualdades sociales. Van camino a ser Estados fallidos. Es triste, pero es una realidad, por más que los interesados en mantener el “statu quo” nos quieran hacer creer que todo está bien y que exageramos.
En Panamá no hay líderes en ninguna parte: Gobierno, oposición, Iglesia, empresa privada o sindicatos, menos en la llamada sociedad civil. No existe visión de país ni planes a corto, mediano y largo plazo en ningunos de los actores sociales. La pandemia nos ha ayudado a perder las esperanzas. Simplemente vivimos el día a día. Nos hemos acostumbrado a que cada semana surja un nuevo escándalo, que rápidamente se olvida con el siguiente.
¿Qué nos encontramos? La clase política infiltrada por políticos corruptos, algunos vinculados a capos de la delincuencia organizada, incluyendo narcotráfico. Grupos económicos poderosos que solo piensan en sus intereses y que no les importa vincularse con el bajo mundo y patrocinar políticos. Un ejemplo irrefutable lo tenemos en Colón, donde los que invierten tienen que pactar con pandilleros para que protejan sus negocios, práctica implementada por Odebrecht para evitar huelgas y sabotajes a sus proyectos. No es nuevo repetir que muchas grandes obras, con la vista gorda de bancos y autoridades, se han construido con dineros ilícitos.
Colón se ha convertido en tierra de nadie, al igual que Panamá Este, donde prácticamente el Estado ha cedido su espacio al narcotráfico, así como ocurría en Colombia con la guerrilla. Sicarios matan en plena luz del día a exdiputado y persiguen a otro sin que se sepa quién fue. La Policía Nacional se hace de la vista gorda, o tiene miedo, o simplemente es cómplice de los maleantes.
Lo mismo puede decirse de las costas de Azuero, Veraguas y Chiriquí, cuyas playas están controladas por bandas que trafican drogas. En ese círculo delincuencial conviene elegir alcaldes y representantes “amigos” para que faciliten el trasiego regular y sin obstáculos de estupefacientes. Cuando los agarran, terminan libres a través de argucias legales de sus poderosos abogados y contactos, y de jueces y fiscales cobardes o coludidos con el crimen organizado.
La sociedad -la casa que queremos reconstruir- está totalmente corroída. Ha sido un proceso largo. Un trabajo constante y consensuado de quienes nos han gobernado desde mucho tiempo atrás, de los que con su dinero han colaborado a elegirlos, que con sus negocios turbios e ilegales han ido penetrando las telarañas del poder y todo lo han ido prostituyendo. Nadie se salva en ese espeso y maloliente lodo.
Los gobernantes facilitan que el que los reemplaza se conecte con el que sigue. ¿Bastará con pintar de blanco constituyente las podridas y deterioradas maderas que tornan prácticamente inhabitable el edificio? ¿O bastará con aprobar nuevos artículos en la Constitución, como plantean algunos, para que, por ejemplo, se prohíba la existencia de políticos corruptos y sinvergüenzas, o empresarios que evaden impuestos o alteran los precios en contratos con el Estado o impedir que los carteles continúen con su tráfico mortal? Pura ilusión. Como están las cosas, no le vemos claridad al futuro del país. Las nubes que ensombrecen su panorama cada vez están más oscuras y cargadas de incertidumbre.
¿Qué cambio vemos para ahora, para 2024? ¿Quién podrá liderar ese cambio profundo estructural que esa casa grande nuestra requiere? El panorama es desolador y por eso debemos enfocarnos más en afinar la visión de país que tenemos, antes de presionar por alternativas que, en lugar de aportar soluciones, promoverán que la crisis se profundice más y perdamos tiempo desviando la atención de lo necesario para enfrentar la tragedia que vivimos.
Por eso, es que, en este momento, no apoyaré ningún esfuerzo para reformar o redactar una nueva constitución. Solo pensar en los constituyentes que saldrán electos en Bocas del Toro o San Miguelito, me aterra.