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- 25/07/2013 02:00
La corrupción
La corrupción es un mal que ha recorrido la misma historia de la humanidad, más acentuada en unos países y más disimuladas en otros; pero al fin y al cabo recorre todo el mundo y se entroniza desde el individuo que coimea al agente de tránsito, como a toda la sociedad que hace de ella un mecanismo imprescindible para su funcionamiento.
Según el barómetro global de corrupción de este 2013, los países más corrupto son: Senegal, Camboya, Uganda, Camerún, Mozambique, Zimbabue, Kenia, Yemen, Liberia y Sierra Leona; los menos corruptos: Nueva Zelanda, Noruega, Portugal, Corea del Sur, Uruguay, España, Australia, Dinamarca, Finlandia y Japón. Para nuestro continente, los países menos corruptos son Chile, El Salvador, Argentina, Perú y Colombia, los más corruptos: Paraguay, Venezuela, México y Bolivia.
De acuerdo con Trasparencia Internacional, Panamá tiene un puntaje de 38 en una escala de 0 a 100, donde ‘cero’ significa muy corrupto y ‘100’ muy transparente. La encuesta más reciente efectuada por El Barómetro de las Américas señala que Panamá es el quinto país más corrupto entre 26 naciones latinoamericanas, con una percepción negativa de 78,4 en una escala de 0 a 100.
Todos los gobiernos son susceptibles a la corrupción, entendiéndola como el mal uso público del poder para conseguir una ventaja ilegítima, generalmente secreta y privada. Las formas de corrupción varían de acuerdo a los países, pero los más comunes son: el uso ilegítimo de información privilegiada, el tráfico de influencias, el soborno, la coima, las extorsiones, los fraudes, la malversación, la prevaricación, el caciquismo, el compadrazgo, el nepotismo y la impunidad. También la corrupción facilita el tráfico de drogas, el lavado de dinero y la prostitución. Sin embargo, la corrupción política es una realidad mundial; así mismo no es solo responsabilidad del sector oficial, hay que in cluir al sector privado.
Una situación de corrupción política sin restricciones se conoce como cleptocracia, término que significa literalmente gobierno por ladrones. La corrupción no es específica de los países pobres, en desarrollo o en transición. De un modo más general, la corrupción erosiona la capacidad institucional del gobierno, ya que se desprecian los procedimientos, se desvían los recursos, y se venden y compran los puestos y cargos públicos. Al mismo tiempo, la corrupción socava y mina la legitimidad del gobierno y también los valores democráticos, tales como la confiabilidad y la tolerancia.
La corrupción es un fenómeno universal, cuya raíz está en la educación, y particularmente en la formación de los valores humanos y sociales. Muchos sostenemos que la corrupción está en la codicia humana, en ese afán desproporcionado de acumular dinero y poder; este desquiciamiento que hoy vive con más ímpetu el mundo se sostiene por el sistema económico-político que nos rige.
Esto nos dice que nuestra sociedad está profundamente enferma, sustentada en la desvalorización del otro y de todos, en aras del egoísmo, el dinero fácil, la ganancia oportuna, el placer superfluo, el poder el poder y el doble estándar o doble moral que atraviesa el cuerpo social. Vivimos en una sociedad deformada, donde la infracción es la norma y no la excepción, donde prevalece la mentira y el engaño. Ante tan elocuente problema, existe la convicción de ser éticos, cada uno debe aprender a resolver sus propios problemas, perder el miedo a pensar y sentir, y a desarrollar liderazgo ético.
Ojalá esta penosa circunstancia lleve a Panamá a reflexionar sobre los graves problemas de la corrupción, que nos rebaja y nos deshonran ante nosotros mismos y ante el concierto de las naciones, y a buscar medidas prontas y eficaces para salir del atolladero a que hemos llegado. Este hundimiento moral no es de ahora, no es solo de este Gobierno, ni del anterior, ni del que viene, sino que se ha producido poco a poco a través de largo tiempo. Se requiere una fuerza nacional, de todos los estamentos y de todos los ciudadanos de bien, para romper las barreras de la indiferencia social y de la común tolerancia con el vicio, que mantienen al país en tan lastimoso estado de ruina moral.
ECONOMISTA.