• 10/03/2023 00:00

De la corrupción y la tiranía

“En esta vulnerable situación nos encontramos, “nosotros el pueblo”, y nos tocará escoger lo menos malo entre lo más malo y el “topus uranus” de lo realmente malo”

Cuando la sociedad se creó, lo hizo bajo el interés de establecer el “el bien común”, y siendo la base de toda sociedad, desde la más remota antigüedad, la familia. El interés individual no puede estar por encima del contrato social, como lo explicó Jean Jaques Rousseau.

De tal manera, el gobernante y quienes crean las leyes no deben considerase que sean pastores sobre un rebaño, siendo su visión la de estos que son como dioses mientras sus pueblos son bestias.

Tal pensamiento es aberrante, puesto que todo aquel que gobierna o legisla debe recordar que proviene su posición, y más en una democracia, del común acuerdo de una sociedad, elevándolo a un puesto que exige más deberes que derechos. Es decir, el pueblo tiene derechos y deberes para con la sociedad y para él mismo, ya que la idea primigenia es una asociación capaz de defender y proteger la persona y los bienes de cada uno y otorgarles la oportunidad de crear sus proyectos de vida, en la seguridad que establece ese balance de fuerzas, por ello el Estado tiene deberes que cumplir basados en el derecho que le ha otorgado el pueblo, en esos términos y no creerse que tienen el derecho a tomar la cosa pública en su beneficio propio mezquino y personal, porque el pueblo no los escogió para que lo esquilmara como ovejas. Sino para que mantuviese el Contrato Social.

El punto es que, quienes gobiernan lo hacen por el consenso de un pueblo, no es un cargo hereditario ni monárquico, pensar que el pueblo los ha endosado es propio de una tiranía y quien se lo crea es un tirano y, por ende, un enemigo del pueblo y la democracia.

Es una afrenta muy peligrosa contra su propio pueblo, conduce al camino de la violencia, como ha sucedido en otras latitudes, y no hace más que dividirlo, en los que se benefician de ese tipo de corrupción y los que trabajan y son empresarios por sí mismos, también tal pensamiento conduce a la miseria moral y económica.

Por otra parte, cada quinquenio vemos desfilar a un conjunto muy peculiar de personas que prometen ayudar al pueblo. Nada más falso. Algunos basados en consideraciones ideológicas abstractas y falsas, en franca decadencia y otras con un muy diluido barniz de revolución, ya que fue fácil encarrilarlos con el combustible, y hasta ahí llegaron los fervorosos revolucionarios.

Otros piensan que tienen una especie de conexión hereditaria, creen que esta falsa premisa les da derecho a pensar que son los seres más benevolentes para administrar y dirigir a la nación panameña, ¡qué atrevimiento! El clásico pensar de los tiranos, como lo dijo el rey Luis XV: “Después de mí, el diluvio”; y su actitud recuerda también la frase de los absolutistas: “Deus volt”, “Dios lo quiere”.

Los enciclopedistas y los filósofos franceses del siglo de Las Luces, combatieron a los tiranos con todo su intelecto y uno de sus mejores legados fue El Contrato Social, que, aún después de 250 años, se encuentra luchado contra los tiranos.

Y siguiendo con los personajes que aparecen cada quinquenio, viene a mi mente aquella frase con que comienza una obra universal: “Un fantasma recorre Europa...”, para símil, acá, sería: varios fantasmas recorren Panamá en cada tiempo electoral.

También es cierto que quienes dentro de la sociedad intentan obtener un “derecho” y cambiar las bases de la misma, por agendas secretas o especiales, lo intentan alcanzar por encima de la misma Constitución Política, y desprecian cualquier pacto social, ello es también una tiranía.

De ahí, pues, lo que tenemos en Panamá, nos debatimos definitivamente entre la corrupción y la tiranía, ello puede desbocar en el anarquismo en todos los sentidos y ha de provocar un posible estallido social de quienes se sienten defraudados de tanta ideología falsa, tanta corruptela y tanta tiranía. En cuyo caso asistimos a los “últimos días de Pompeya” por la entronización de personas sin escrúpulos ni orden ni ley.

En esta vulnerable situación nos encontramos, “nosotros el pueblo”, y nos tocará escoger lo menos malo entre lo más malo y el “topus uranus” de lo realmente malo. Porque, si nos vamos por la revolución, nos extinguimos, y en la derecha actual, pos, ya estamos en arenas movedizas, hasta el cuello, por lo tanto, o exigimos que se cumpla con el Contrato Social, fundamento de la democracia y toda ley, o nos preparamos para irnos directo al fondo del abismo.

No es semántica, es literalmente en serio.

Salud, compatriotas.

Profesor de Filosofía y abogado.
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