Integrantes de la caravana migrante en el estado de Chiapas, en el sur de México, denunciaron este jueves 21 de noviembre que las autoridades les bloquearon...
- 17/08/2011 02:00
Corte certero
PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.
Desde que aprobaron la dichosa pena de muerte, sabía que esto finalmente le afectaría y lo sacaría de su vida sencilla, tranquila y sin meterse con nadie. Esto pensaba mientras caminaba con lentitud y de forma pesada, casi arrastrando los pies por el peso del instrumento de trabajo que llevaba sostenido del hombro.
Desde que lo escogieron, pensó y esto le quitó el sueño, que no era la persona para esta función. Y todo por causa de haber perdido su oficio tradicional, allí en el mercado de aves y no encontrar un empleo acorde con sus capacidades.
Todo fue complicado desde que salió la modificación del Código Penal y creaba ese castigo inédito en la historia, desde que aquel Victoriano Lorenzo fuera condenado por los liberales y que las balas del ejército lo acribillaran.
Ahora, una vez que se estableció la nueva sanción contra crímenes extremos —pese a las quejas de las organizaciones de derechos humanos—, vino el asunto de cuál sería el procedimiento para ‘ajusticiar’, a quienes fueran declarados culpables. Hubo que obviar el garrote vil y la guillotina, pues ya no se construían dichos artefactos y los nombres aludían a un final aterrador.
Otros propusieron la horca, también, el fusilamiento y se desistió de ambos, pues no eran un buen modelo para satisfacer la justicia, ya que esta medida no calzaba con la democracia. Alguien sugirió que era muy mal mensaje político en los diarios, imágenes de los ahorcados pendiendo de la soga o fusilados contra el paredón.
Luego surgió el tema de la silla eléctrica y dónde se instalaría. Se probó con una que mandaron de Texas, de segunda mano —para un país del tercer mundo— y los resultados no fueron muy agradables cuando se hizo el intento. Cada vez que se encendía, se consumían 2,450 vatios en cada uno de los tres intentos. Al costo actual de la electricidad por quizás, 20 o 30 convictos por año, resultaría onerosa esta tecnología y se devolvió el artefacto.
Alguien habló de inyección letal, que es la forma moderna utilizada en países desarrollados. Pero se generó una discusión con los laboratorios nacionales que se opusieron a que se importara el triple componente de cloruro de potasio, bromuro de pancuronio y el diopental sódico y presionaron para producir estas sustancias localmente.
Sin embargo, algunos dudaron de la calidad del producto elaborado en esas condiciones y las secuelas —y hasta escándalo— que podría causar un fallo en los resultados del uso de esta dosis mortal. Además, el Ministerio de Gobierno no contaba con suficiente partida para la importación de la cantidad requerida para cumplir con las disposiciones.
Fue preocupante que tan solo en el primer año, se habían condenado a unas 25 personas, que esperaban en el denominado ‘pabellón de la muerte’ el concepto en la reglamentación, del procedimiento para cumplir con la ley.
Este sentimiento de ‘venganza social’ había tenido su origen en el caso del celoso que mató a los dos hijos frente a la esposa y luego acabó con ella, al convertirla en un colador.
El cruel asesinato hizo modificar las disposiciones y transitoriamente ganó el concepto de crear la alta pena, que desencadenó esta discusión interminable sobre la metodología.
Esto duró hasta que un juez recordó haberlo visto en el mercado de aves, donde tenía un procedimiento para matar las gallinas súbitamente, un corte certero que hacía con el hacha. Antes fue leñador en su poblado y hasta hace poco desollaba aves para el expendio.
Cuando lo entrevistaron, explicó que se concentraba en sus víctimas, las acomodaba y luego de un tajo —la pérdida de sangre era mínima—, las gallinas se quedaban ‘quietitas, sin darse cuenta y poco sufrían’. Ese procedimiento convenció a los encargados y lo nombraron para culminar el proceso judicial al ‘separar la cabeza del resto del cuerpo’ de los culpables. Así decía la reglamentación.
Él pidió solamente, que los acusados no le vieran a los ojos. Ahora se encaminaba a cumplir su primer caso, pausadamente y con poco entusiasmo.
Abrí los párpados asustado, me pasé las manos por el cuello y me di cuenta que este panorama era solo un mal sueño... más bien una pesadilla.