• 26/03/2017 01:03

Incentivos para crear más agricultores

Ya no sería un tema de índole político para el Gobierno, sino un asunto de subsistencia para todos.

Casi todos estamos de acuerdo que Panamá necesita más agricultores. En la actualidad, casi el 30 % tiene 60 años o más y menos del 20 % tiene menos de 35 años. Es probable que el número de agricultores disminuya con la continuación de la consolidación y la innovación tecnológica.

Pero el desplazamiento de los agricultores no es ni deseable ni inevitable. Necesitamos colocar a más jóvenes en fincas más pequeñas, el tipo de sistemas alimentarios que producen alimentos nutritivos en lugar de alimentos que enferman o productos destinados a animales o vehículos.

El problema es el acceso a la tierra, que a menudo es prohibitivamente caro. Tierras de cultivo cerca de las ciudades son apreciadas por los promotores de bienes raíces, desarrolladores de casas de lujo o especuladores en inversiones seguras. Muchos agricultores no tienen más remedio que alquilar la tierra por un año o dos antes de que se les pida que se muden y tener que empezar de cero, porque comprar una parcela de tierra está fuera de su alcance.

Hay esfuerzos importantes que actualmente se realizan para ofrecer a los agricultores nuevas alternativas. Fideicomisos de tierras para la preservación de tierras de cultivo, programas del Gobierno dirigidos a ayudar a los agricultores a comenzar sus siembras, incubadoras de empresas agrícolas y asistencia de cooperativas especializadas en asuntos agropecuarios. Pero las barreras para obtener tierras siguen siendo muy altas.

Por eso es fundamental la creación de nuevos proyectos de ley que mejoren la situación del campo y ayuden a crecer la economía rural. Un mecanismo efectivo puede ser la condonación del saldo de los préstamos estudiantiles de aquellos que durante los últimos 10 años han sido agricultores y pagaron los préstamos durante ese tiempo. Otro es el replanteamiento de los $1400 millones de subsidios que actualmente el Gobierno gasta por año y redirigirlos para incentivar la producción de alimentos en vez de fomentar la vagancia y el vicio.

No faltarán los que se opongan a este tipo de cambios. Tras muchos años de entregar dinero fácil, resulta difícil eliminarlo de la noche a la mañana. Pero algo está claro y es que alguien debe sembrar y cosechar para poder comer. La agricultura, especialmente al comenzar, requiere de incentivos y el Estado debiera estar pendiente de todos los aspectos de la vida del campo para poder socorrer de inmediato cada vez que sea necesario, sean estos momentos de sequía, diluvio o de plagas.

La agricultura, además de ser un proyecto social, es un negocio lucrativo que debiera beneficiar no solo al productor sino a la población que consume los frutos de la tierra. Por eso es hora de definir una política a largo plazo con respecto a la agricultura y expandir nuestra visión para poder realizar algún tipo de redistribución de la tierra que permita a los que quieran trabajarla mayores beneficios y capacidad para hacerlo.

Recordemos que gran parte de nuestra tierra fue adquirida antes del inicio de la República a través del desplazamiento y titulación arbitraria de miles y miles de hectáreas, cuando el país se manejaba como finca privada de unas cuantas familias. Por muchos años la tierra fue subutilizada y los campesinos humildes tuvieron que recurrir a la producción para el autoabastecimiento, sin poder lograr facilidades de oportunidades de cultivo para que así más personas se sumaran a la actividad agropecuaria.

Podemos seguir pretendiendo que los grandes consorcios y empresas son las que más cosechan y producen para fines de exportación, y que no necesitan apoyo público ni de nuevas políticas que inviertan en un mejor tipo de agricultura. Pero el gran montón de los que viven y trabajan en el campo, y de los que sí están dispuesto a hacerlo para fines alimentarios, ¡sí necesitan de un apoyo! Las comparaciones son odiosas y a veces resultan contraproducentes, pero al validarse la importancia de un agricultor es menester dejar por sentado su imprescindibilidad. Tal vez el país pueda ahorrase en abogados, banqueros o incluso ingenieros, pero difícilmente podamos darnos el lujo de vivir sin agricultores. Simplemente, el mero hecho de pensarlo resulta un atrevimiento al sentido común.

Por tanto, las autoridades debieran poner mayor énfasis en el rescate del agro y en la formación de más agricultores. Ya no sería un tema de índole político para el Gobierno, sino un asunto de subsistencia para todos.

*EMPRESARIO, CONSULTOR EN SALUD Y ASESOR EN SALUD PÚBLICA.

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