Este martes 18 de marzo se llevó a cabo el sepelio del cantante panameño de música urbana Chamaco.
El artista fue asesinado de varios impactos de bala...
Revictimizar es hacer que la víctima de una injusticia vuelva a sufrir otras injusticias, por el sólo hecho de haberla denunciado. Esto suele ocurrir cada vez que la denuncia expresada expone o amenaza la existencia de un “statu quo” de poder, falta de orden o corrupción en cualquiera de sus formas (amiguismo, discriminación, padrinazgo, sobornos, imposiciones, autocracia, peculado, etc.). En este caso, la víctima vuelve a ser victimizada, pero esta vez ya no por el agresor, sino por la autoridad que anteriormente fue llamada a protegerla y no lo hizo. En lugar de ello, esta autoridad se omite, o queda esgrimiendo argumentos a modo de acusaciones a favor del agresor, que cuestionan y generan culpabilidad en la víctima. Todo sobre la base de una “supuesta objetividad”, pero con el único fin en trasfondo de que la persona afectada, desista de hacer valer sus derechos. Así pues, la víctima (mermada por acusaciones que muchas veces ni siquiera vienen al caso) cede, porque se siente desacreditada y culpable. La quiebran psicológica y emocionalmente, mientras que el agresor es absuelto y fortalecido. Muchas veces usurpando el espacio que cedió la verdadera víctima, capitalizando para sí mismo la inversión del esquema de valores que genera la autoridad cómplice (o su omisión) en ese preciso instante.
A veces, este fenómeno psicosocial ocurre por el sólo hecho de no caerle bien a alguien (el caudillo del grupo dominante) exponer otra forma de ver las cosas, o simplemente, decir la verdad. Se suele pensar por error, que esto es propio de los políticos o figuras del poder económico nacional. Y los criticamos agriamente por eso, debatiendo argumentos de afilada moralidad. Sin embargo, muchísima gente lo practica a diario en su círculo social, laboral y familiar inclusive. Cada vez que algo feo del “grupito” llega al pasillo de la oficina, a la acera del vecino, o simplemente se escapa de la alcoba matrimonial... hay que atacar y aplastar al primer desafortunado que lo evidencie. Así trabaja nuestro país en lo político (la rosca) y en muchos aspectos más. Esa es la forma de operar de las pandillas, la mafia y las dictaduras. Es decir, esa es la forma en que operan los agresores en general. Tristemente, así es como muchas personas usan la solidaridad, para explotar a los demás y no para crecer como seres humanos. Por eso la gente, y las sociedades con estas costumbres no avanzan, ni se desarrollan, aunque se les haga crecer a la fuerza. Por el culto a la injusticia.
Este mecanismo es utilizado a cada rato y en cualquier instancia. A veces la gente lo hace de forma tan automática y rápida, que casi ni se da cuenta de que lo está haciendo, por estar inmersa en el círculo de amistad, o, mejor dicho, complicidad. Así pues, la justicia como tal nunca llega, el sistema corrupto, desordenado o mal operante, sigue funcionando a favor de unos pocos explotadores y en contra de muchísimos más explotados. Finalmente, la víctima jamás es resarcida, el agresor es glorificado y el estado de poder (del agresor y su grupo) se mantiene fortalecido. Todo esto ocurre cuando las autoridades que dirigen no representan a las personas, sino a los estamentos de poder. Los mecanismos encargados de proteger a las personas amparándolas en la justicia, terminan revictimizándolas.
Si lográramos potenciar la formación de las nuevas generaciones, y eliminar el culto a la injusticia de nuestros círculos familiares, educativos, laborales y sociales inmediatos, cada uno y en efecto cascada, podríamos aspirar a tener una sociedad de la cual extraer mejores opciones por las que votar. Sin embargo, mientras esto no ocurra, el culto a la injusticia hará que sigamos votando por nuestros propios verdugos. Los mismos que, en su crónica avaricia y ceguera, llevarán al país rumbo al Estado fallido.
La base y perpetuidad de un sistema así, la constituye la alternancia en menor o mayor escala. Es decir, un día somos explotados, y al otro somos explotadores. Pan para hoy, hambre para mañana. Hoy corderos, mañana lobos, ayer buenos y hoy malos, primero Gobierno y después oposición... Pensar de esa forma es bastante restrictivo y precario. Tal vez, como sociedad, o más bien, como seres humanos, deberíamos aspirar un poco más allá de eso. Ahora bien, todo está, ha estado y seguirá estando… en nosotros mismos.