• 31/01/2009 01:00

Gobierno al servicio de la cultura

Que los problemas del país, así como la religión, nos unan en un solo haz de voluntades: Bocas del Toro, Coclé, Colón, Chiriquí, Darién,...

Que los problemas del país, así como la religión, nos unan en un solo haz de voluntades: Bocas del Toro, Coclé, Colón, Chiriquí, Darién, Herrera, Los Santos, Panamá, Veraguas y las comunidades indígenas tienen la misma responsabilidad: educarse, para participar en la ampliación del acervo cultural. Por eso, la Nación entera, consciente de ello, nos reclama un gobernante abnegado, estudioso, tolerante, justo y generoso, de carácter firme, sin dejar de ser bondadoso, en una palabra: un hombre o mujer culto (a).

Necesitamos en Panamá un presidente o presidenta que sea capaz de reunirse con las inteligencias más esclarecidas, incluso de los sectores de oposición, para dialogar seriamente sobre los problemas de gobierno y recibir de sus interlocutores valiosos aportes y oportunas observaciones. Un presidente o presidenta cuya fe en el mejoramiento del pueblo sobreviva las peores pruebas, convencido (a) de que se puede confiar en el dictamen del pueblo, cuando al mismo se le informa bien de los hechos. Naturalmente que con ese proceder estaría contribuyendo a alejar toda sospecha insidiosa, toda duda respecto a sus buenas intenciones, y estaría también renovando el espíritu nacional, en el sentido de marcar un florecimiento de las ciencias, las artes y las mejores cualidades humanas.

Las últimas elecciones populares — efectuadas en 1994, 1999 y 2004 — demostraron una verdadera solidaridad panameña. Antes, tal vez ignorábamos la magnitud del potencial de desarrollo político de nuestro país: no teníamos conciencia de los grandes beneficios que podríamos todos obtener al manifestar en Panamá una verdadera democracia. Pues bien, fuimos entonces solidarios. Pero la solidaridad es un movimiento formalista, una emoción adjetiva, a fuerza de pura emoción un mero vínculo sentimental que necesita para caracterizarse ser algo sustantivo, políticamente determinado. Panamá — afirmaría cualquier ciudadano progresista — en las pruebas democráticas de 1994, 1999 y 2004, fue solidaria con Panamá. Bien, muy bien; pero ¿qué es Panamá? Ahora ya lo sabemos: Panamá es fundamentalmente un pueblo humanizado que se auna, se organiza, se caracteriza por su vocación de justicia, sobre todo cuando ve amenazada su libertad, su soberanía, su independencia, su derecho inalienable de vivir con dignidad, en paz y en desarrollo.

Cada día el pueblo toma conciencia de que la política nacional está compuesta por hombres y mujeres poco cultivados, sin formación humanista y científica, ni tradición estudiosa; son, salvo algunas excepciones, políticos improvisados. Y es que estos hombres y mujeres públicos nuestros no se han compenetrado aún de que el pensamiento no es una actividad espontánea, de que sin aprendizaje no hay pensar. He ahí la razón fundamental por la que es imperativo y necesario que sea elevado a representante del nuevo nacionalismo panameño un ciudadano o ciudadana cuyo sistema de ideas gravite sobre la necesidad de un fomento de la cultura para lograr una mayor integración social en Panamá. En la persona del futuro presidente o presidenta, elegido (a) democráticamente, el nacionalismo deberá purificarse y transformarse en ímpetu para la promoción de la educación y la cultura. Es este el compromiso que imponen a los panameños las exigencias de perfeccionamiento de nuestra sociedad en el siglo XXI.

-El autor es pedagogo, escritor y diplomático.socratessiete@gmail.com

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