• 19/05/2023 00:00

Sobre la cultura de rebaño

Una moral hegemónica es vista por sus practicantes como la 'moral en sí', es decir, como la única especie de moral posible, o al menos, la única válida.

Una moral hegemónica es vista por sus practicantes como la 'moral en sí', es decir, como la única especie de moral posible, o al menos, la única válida. Dicho de otra forma, la tendencia de considerar a la moral dominante de tal modo provoca que sus principios, normas y deberes tengan un aparente carácter de universalidad. No obstante, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche señala que lo anterior radicaría en la falta de problematización de dicha moral; lo cual, según este pensador, nos llevaría a concluir que la moral dominante no es más que uno de muchos códigos normativos posibles.

En 'Más allá del bien y del mal', Nietzsche indica que aquella moral dominante, a la que identificamos como la 'moral en sí' “no es más que una única especie de moral humana, junto a la cual, frente a la cual o tras la cual son posibles o deberían ser posibles otras muchas morales”. Lo anterior se complementa con otra de sus obras, la Genealogía de la Moral, en la que este filósofo indaga como la perspectiva modifica radicalmente las nociones de bueno y malo. Por ejemplo, ocurre una distinción notable entre la perspectiva aristocrática y la de los esclavos/siervos, los primeros identifican lo bueno con sus actividades vitales (por ejemplo, hacer la guerra), y a su opuesto, lo vinculan con el hombre vulgar (esclavos y siervos). De igual forma, la moral del esclavo tratará al aristócrata como una bestia vil, una feroz ave de rapiña; e identificará lo bueno con la pobreza, la debilidad, la moderación, y cuestiones que le son constitutivas a su condición.

Ahora bien, de lo anterior se podrá deducir que la perspectiva termina por establecer las nociones de bien, mal, correcto, incorrecto, etc., es decir, se podría señalar que configuraría las costumbres y normas (la dimensión prescriptiva) a partir de las cuales un individuo se relaciona con su entorno, con los otros. Pero, ¿cómo se hace hegemónico un código moral específico por encima de los demás? La confluencia de factores que posibilitan ello son múltiples, y un artículo no alcanza para exponer con suficiente claridad tal cosa; sin embargo, vamos a tomar como potencial explicación a una sugerencia curiosa de Nietzsche, la cual señala que en toda sociedad se torna necesario que se cultive y ejercite la necesidad de obedecer.

Si se lleva lo anterior hasta sus últimas consecuencias, es decir, que lo que mejor se hereda es el “instinto gregario de obediencia”, ello tendrá efectos sobre el arte del mando. Es decir, como todos debemos obedecer en primera instancia, comenzarán a escasear las figuras de mando, y en remplazo, aparecerán sujetos que “no saben hacer otra cosa que comportarse como ejecutores de órdenes más antiguas o superiores”. Estos se sustentan en máximas que contentan a las multitudes; o, en cambio, recurrirán al pasado (a sus mitos fundadores), para justificar la necesidad de sostener y fundamentar a la moral dominante. De modo que lo que se termina extendiendo es una especie de cultura de rebaño, parafraseando a Nietzsche.

Una cultura de este tipo, incentivaría la obediencia, la docilidad, la sumisión; pero curiosamente, esto que desde otra perspectiva podría ser tratado en un sentido peyorativo, será condecorado y visto en un tono positivo por la cultura de rebaño. Logrado esto, el temor ya no residiría en peligros externos, sino que, más bien, el miedo hacia la posibilidad de una ruptura de tal orden se asociará con aquellas pulsiones individuales que pongan en peligro al statu quo, de modo que “todo lo que eleve al individuo por encima del rebaño e infunde miedo al prójimo recibe el nombre de malvado”. Esta es, por así decirlo, la perspectiva de la moral dominante, que ha triunfado por encima de las demás, y que deposita sus miedos en el prójimo. Al respecto, cabe cerrar con las siguientes dudas: ¿qué tanto se extiende el dominio de dicha cultura sobre nuestras sociedades contemporáneas?, y aún más relevante, ¿Cuáles serían sus efectos?

Profesor de la Universidad de Panamá
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