Representantes de las diferentes actividades económicas del país alertaron sobre las consecuencias que se avecinan si los cierres continúan. Hicieron un...
- 01/12/2009 01:00
Cultura de turismo o turismo cultural
Hay muchos panameños que piensan que nuestro país está por encima de los demás en materia de turismo. Se ensañan con argumentos históricos y hacen referencia a nuestra posición geográfica, al Canal, la seguridad, su sector financiero y el “hub” de Copa. Pero también hay quienes dicen —y cada día son más— que Panamá carece de una adecuada infraestructura para dar soporte a la masa de personas que visita nuestro territorio. En mi opinión, ambas tesis tienen algo de cierto.
En el territorio nacional, por ejemplo, existe una oferta histórica abundante. Allí están las ruinas de Panamá La Vieja, que, a pesar de su marcado deterioro, cada día enfrentan el pasar de los años con pena y gloria. El Sitio Conte en Coclé todavía revela algo de su esplendor precolombino, al igual que las ruinas del Fuerte de San Lorenzo y el complejo aduanero de Portobelo, en Colón. La iglesia de Natá de los Caballeros, el camino a La Negrita en Penonomé, así como los parques y plazas del interior aún guardan ese encanto que atrae a miles de visitantes de todas partes del mundo.
Pero si a estos monumentos los contrastamos con la idiosincrasia de los panameños, nos damos cuenta de que unos cuantos sinvergüenzas opacan ese brillo cautivador. Es inconcebible que Panamá, por ejemplo, no tenga un sistema de transporte digno que atienda a nacionales y extranjeros. El turista ha quedado a merced de los sindicatos de taxis, que hacen todo lo posible para monopolizar su mercado y prestar un pésimo servicio. Ante la inacción de las autoridades, los “ no voy ” persisten y los vehículos deteriorados son la tónica del día.
Igualmente, escasean guías bilingües y los que hablan inglés no conocen las interioridades de la historia nacional ni sus costumbres y tradiciones. Recientemente, uno de estos traductores improvisados no pudo explicar a un grupo de europeos la leyenda de la India Dormida en El Valle ni tampoco el estado actual, ni las perspectivas de extinción de la rana dorada.
Para colmo de males, el cierre de calles no solo afecta la actividad económica nacional, sino que además desincentiva el turismo. Definitivamente es incómodo para los turistas no poder desembarcar de sus respectivos cruceros, porque cuatro gamonales no se ponen de acuerdo sobre el cobro de una tasa de salida del Puerto Colón 2000. Las vías de acceso a varios sitios turísticos están cada día peor. Para subir al Volcán Barú se requiere hacerlo a caballo o caminando, cuando en Costa Rica, por ejemplo, los tres volcanes más populares (Irazú, Poás y Arenal) son accesibles en vehículo hasta el mismo cráter.
Mi opinión es que Panamá debe explotar más su autenticidad. Pretender cambiar la imagen de nuestro país con refranes publicitarios o querer hacer ver que somos una cosa cuando en la realidad somos otra, es una razón importante del porqué los turistas prefieren otras latitudes. Recientemente estuve en Turquía y, aunque la temperatura excedía los 40 grados C, había polvo en las calles y cobraban precios altos en los almacenes, los turistas estaban contentos. ¿Saben por qué? Todos sabíamos a dónde habíamos ido y cuáles eran nuestras expectativas. A mi me encantó, por ejemplo, que en cada esquina vendían jugos naturales de vegetales, había abundancia de frutas frescas locales (higo, peras y duraznos), las artesanías eran hechas localmente, los vendedores de telas y alfombras eran expertos y conocían sus productos, y eso es lo que cualquier turista espera cuando visita a Turquía.
Entonces preguntémonos, ¿qué es lo que espera un turista cuando visita a Panamá? Tristemente, y hay que aceptarlo, desde hace muchos años dejamos de ser un destino por nuestro valor histórico y tampoco somos un centro de atracción artesanal. Es innegable que todo, o casi todo, lo que se vende en el país es prefabricado, importado de Corea o “ Made in China ”. Las artesanías ahora se producen en moldes y las molas se comercializan como un bien genérico.
También dejamos de ser un país seguro. Robarle a un turista en Panamá no es motivo de vergüenza ni de escándalo nacional, como ocurre en Cartagena, Santo Domingo u Ocho Ríos. El Corredor Sur es una trampa para los turistas de negocio que declaran dinero en aduanas.
Hemos perdido nuestra vocación como país autóctono. Nuestra principal reserva étnica está incomunicada por la falta de carreteras a San Blas. Por supuesto que no somos un destino confiable tampoco. El tren transístmico, en un tiempo el mejor “ paseo ” del Caribe según los expertos, perdió su esplendor por la falta de operadores responsables para recoger pasajeros en Corozal y regresarlos a Colón.
Entonces, ¿cuál es nuestro perfil como país turístico? Por qué no pensar, sin vergüenza, que somos los más impuntuales y que en realidad a los turistas les encanta jugar al “ llegar tarde ”, sin el estrés y los problemas que experimentan en otros lugares. O tal vez les fascina jugar “ al perdido ”, en calles sin iluminación, sin direcciones o señales ni domicilios enumerados o rotulados. O tal vez les entretiene jugar “ a la aventura ”, caminando las avenidas sin aceras o esquivando vehículos a alta velocidad cuando intentan cruzar por la línea de seguridad. O, qué tal, si en verdad lo que vienen es a jugar “ a la hora feliz ”, buscando ese momento de esparcimiento, quietud y tranquilidad.
Mientras Colombia es pasión y Costa Rica no tiene ingredientes artificiales, Panamá no es definitivamente una nación destino. A pesar de nuestras lindas playas, del calor interiorano, de la pesca deportiva y la observancia de aves, no tenemos una cultura de turismo, pero sin duda al turista le gusta nuestro país por su folklore de pachanga y la atención campechana que ofrecen los panameños. Y, por lo visto, eso parece ser suficiente.
*Empresario.lifeblends@cableonda.net