• 28/02/2024 00:00

Danza de cautelas y falta de profundidad

En este teatro de la política, las respuestas evasivas y las autopromociones ensombrecieron el diálogo, dejando un sabor de insatisfacción ante la ausencia de un debate de verdadera sustancia

Los heraldos de la democracia congregaron a la ciudadanía ante el magno escenario del primer debate presidencial, marcando así el inicio de un periodo interesante en la historia de esta contienda electoral. Este evento, convocado en la antesala de las elecciones del 5 de mayo, se erigió no solo como un foro de discusión política, sino como un espejo reflejante de las aspiraciones y desafíos de una nación en búsqueda de su destino.

La jornada inició con el eco de voces disidentes, particularmente las provenientes de los bastiones del Sindicato Único de Trabajadores de la Construcción (Suntracs), cuyas proclamas de descontento y exigencia, para algunos incomprendidas y por otros apoyadas, resonaron con fuerza, desafiando la solemnidad del encuentro.

En el umbral de este debate, la preeminencia de la cuestión minera emergió como un testamento de las preocupaciones latentes de la sociedad panameña. Los trabajadores de la Mina, alzando el estandarte de la justicia y la claridad, demandaron de los candidatos un compromiso inequívoco hacia la resolución de los dilemas que aquejan a su sector, en un momento donde el veredicto de la Corte Suprema sobre el contrato minero ha sembrado semillas de incertidumbre.

A medida que los candidatos desgranaban sus visiones, desde la seguridad hasta la educación, pasando por el desarrollo sostenible y la salud, un velo de prudencia pareció cubrir sus palabras. La reticencia a adentrarse en el terreno de las propuestas concretas fue palpable, revelando una danza de cautelas más que un enfrentamiento de ideales. En este teatro de la política, las respuestas evasivas y las autopromociones ensombrecieron el diálogo, dejando un sabor de insatisfacción ante la ausencia de un debate de verdadera sustancia.

Sin embargo, este encuentro, más allá de sus limitaciones, se inscribe en la crónica de un Panamá en encrucijada, un país que anhela liderazgos forjados con la fortaleza de las convicciones y la claridad del propósito. En este albor de esperanza, la nación se halla en la búsqueda de un timonel capaz de navegar las aguas turbulentas de la incertidumbre hacia un puerto de prosperidad y equidad.

Así, este primer debate presidencial se revela como el comienzo de un viaje hacia la definición del carácter de la futura administración. En la riqueza de su debate y la diversidad de sus voces, Panamá se enfrenta a la tarea de escoger no solo a un líder, sino a un visionario capaz de entrelazar los hilos del pasado con las promesas del mañana. Este es el desafío de la era, una invitación a escribir el próximo capítulo en la historia de una nación que, con valentía y esperanza, avanza hacia un destino que pudiese ser sombrío o brillante y eso dependerá de lo estoico del próximo inquilino de la silla principal del Palacio de las Garzas.

El autor es estratega y consultor
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