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- 04/08/2011 02:00
Quienes fracasan deben renunciar
PROFESOR DE LA UP E INVESTIGADOR ASOCIADO DEL CELA.
D espués de dos años de gobierno del presidente Ricardo Martinelli, los panameños están entrando en una fase de confusión. No logran relacionar las promesas que hiciera el candidato durante la campaña y el actual primer mandatario. El cambio prometido se ha vuelto una caricatura. En todos los sectores surgen cuestionamientos y dudas acerca de las decisiones que toma el gobierno.
Martinelli ha tenido un éxito mediático con su política de distribuir cerca de cinco millones de dólares entre las personas de 70 años de edad o más en el programa ‘100 para los 70’. Igualmente, la ‘beca universal’ ha distribuido otra cantidad similar a unidades familiares. Martinelli también le dio seguimiento al programa ‘Red de oportunidades’ iniciado por el gobierno anterior. En total, se calcula que se invierten aproximadamente 50 millones de dólares al año. Es decir, menos del uno por ciento del presupuesto nacional.
Al mismo tiempo, Martinelli ha fracasado en su política social y educativa. Incluso, a nivel de la política exterior el país ha sido aislado por sus vecinos. En lo que se refiere a la política de ‘seguridad’, el país continúa por el camino inaugurado por los gobiernos anteriores. La arrogancia e improvisación (producto del desconocimiento) de los encargados de esta área ponen en peligro el futuro político del país.
En el sector educativo, las políticas neoliberales de los gobiernos PRD se han profundizado. La educación pública, que tenía una hoja de éxitos en Panamá, desde hace cien años, se ha desmoronado ante la tozudez de las autoridades. El Ministerio de Educación se lava las manos y responsabiliza a los educadores del aumento de los fracasos, deserciones y las malas condiciones de los establecimientos. Por otro lado, confunde la llamada ‘transformación curricular’ con el traslado de recursos del sector público al sector privado. Los educadores tuvieron que declarar un paro de actividades para obligar al gobierno a comenzar a dialogar.
La educación panameña pretendía formar al futuro ciudadano panameño de manera integral. Desde que la educación cayó en manos de los neoliberales, en la década de 1990, la educación se ha dividido en dos clases: Por un lado, una pequeña minoría de estudiantes es formada para asumir la dirección del país, con el fin de garantizar que se continúe con las políticas económicas especulativas. Por el otro, el resto recibe un rápido brochazo que le permita a la juventud ingresar a la fuerza de trabajo de reserva (empleo informal).
En el sector Salud, casi todos los avances de la segunda mitad del siglo XX se han borrado. La salud integral, basada en conceptos de prevención, de desarrollo comunitario, se ha abandonado. La concepción de la salud se ha reducido a la realización de negocios. El gobierno del presidente Martinelli anuncia la construcción de hospitales y no hay insumos para los que ya existen.
La crisis del programa de salud de la Caja de Seguro Social es total y aparentemente irreversible. La dirección actual se ha dedicado dos años a pavimentar el camino para la privatización y abandonó el programa de salud. La muerte de 16 pacientes y la enfermedad de otras 50 personas por enfermedades contraídas en el Complejo Hospitalario de la institución, es una muestra del caos en que se encuentra la seguridad social del país.
Cuando se habla de la renuncia de los responsables de la educación y de la salud (y seguridad social) por los graves errores que se han cometido, no hay respuesta. El presidente Martinelli se queda mudo. Su plan de gobierno se reduce a convertir a Panamá en un centro de negocios.
En lo que se refiere a la seguridad pública del país, los panameños perciben que sus comunidades han sido tomadas por el crimen organizado, que sus hijos son atraídos cada vez más por las pandillas y las familias se siguen desintegrando. La respuesta del ministro encargado es echarle la culpa al gobierno anterior e invitar a sus representantes más conspicuos a ‘fajarse’ con él. La política de seguridad de Panamá está en manos de EE.UU., igual que hace más de un siglo. Todas las oficinas de seguridad dependen de las agencias especializadas de ese país del Norte.
Panamá es una ‘probeta’ en el laboratorio de experimentos que tiene EE.UU. en países como Colombia y México. Para evitar seguir por ese camino, es urgente que el gobierno asuma su responsabilidad. Las armas que reciben los estamentos militarizados de Panamá no son juguetes y los sistemas de comunicación tampoco. Son instrumentos de EE.UU. para la seguridad de sus inversiones. De la misma manera que EE.UU. le entrega estos ‘juguetes’ a los gobernantes, también se los puede quitar. Esa experiencia Panamá la tuvo en varias ocasiones durante el siglo XX.
Donde más desorientados están los gobernantes es en su política económica. Confunden el crecimiento especulativo (más del 10 por ciento anual) con el desarrollo económico (menos uno por ciento anual). La burbuja crece mientras la producción nacional se encoge. ¿Llegaremos a 2014 o reventará la burbuja especulativa antes?
La crisis económica que se avecina en Panamá la analizaremos en la próxima entrega.