• 13/04/2023 00:00

Decodificando valores: 'Corrupcionamiento'

“En Latinoamérica existe una aceptación social a la corrupción, que probablemente comenzó con la invasión europea, en la que ellos “negociaban” con los indígenas antes de robarles, esclavizarlos o matarlos”

Según la RAE, la corrupción es “el comportamiento consistente en el soborno o promesa a otra persona que ostenta cargos públicos, o a personas privadas, para obtener beneficios ilegales o defraudatorios”.

Si asumimos que las personas no nacen corruptas y éstas transcurren en un ambiente político y económico, entonces existe un proceso de “corrupcionamiento”, que ocurre probablemente cuando jóvenes ingresan el mercado laborar y son expuestos a este “comportamiento”, el cual, siendo popular, es difícil de rechazar.

En Latinoamérica existe una aceptación social a la corrupción, que probablemente comenzó con la invasión europea, en la que ellos “negociaban” con los indígenas antes de robarles, esclavizarlos o matarlos. A través de las generaciones este comportamiento fue transformándose y asimilándose hasta formar parte innata de la cultura latina hasta hoy (menos la parte de la masacre). Pero el pasado no podemos cambiarlo y la pregunta es ¿cómo es posible hoy el cambio paradigmático masivo para erradicar o, por lo menos, reducir esta cultura injusta y criminal?

Los daños de la corrupción, tal como una pandemia, dependen de cómo se maneje. Nuestros valores humanos determinan su intensidad y daño. Es decir, mientras más personas estén dispuestas a aceptarlo, más probable es el contagio. Aun cuando una persona se haya educado honesta, podrá caer en la corrupción, si una mayoría a su alrededor la acepta y de no “contagiarse”, es denigrado o relegado en una proliferación exponencial difícil de detener. Pero hoy tenemos esperanza. La gran mayoría de nosotros estamos dispuestos a rechazar la corrupción, haciendo solo falta de una chispa de inspiración.

En los últimos años, ocurren cambios sociales radicales como consecuencia de muchos factores, entre ellos el auge del capitalismo, la digitalización, las redes sociales y el “smartphone”. Estos factores y demás han influido en nuestra escala de valores, en nuestras inquietudes y hasta en la forma de manejar nuestros recursos, naturaleza, tiempo y dinero.

Por ejemplo, hasta hace tan solo unas décadas acosar o violar a una mujer era algo socialmente ignorado o no represado, aun siendo ilegal. Por años las mujeres se sintieron víctimas, solas e incapaces de quejarse, siendo ellas mismas denigradas con sus agresores puestos, socialmente, “por encima de la ley”. Pero esto cambió, gracias a movimientos virales como #me too, los cuales impulsaron un cambio en la retórica personal, luego en el paradigma social, hasta llegar a la ejecución de la ley. Igual con la minoría negra americana que llevó al asesino policía de George Floyd a la cárcel, algo previamente imposible. Hoy, también existen campañas para minimizar el uso de la gasolina y del plástico, inconcebibles hasta finales del siglo XX.

Los jóvenes del siglo XXI ya comienzan a madurar en líderes y están más conscientes de las consecuencias de las decisiones de hoy en su futuro. Los valientes jóvenes en Rusia e Irán arriesgan y pierden sus vidas saliendo a la calle para apoyar principios de libertad y justicia ante la tiranía de sus Gobiernos, quienes no reflejan a los valores de su sociedad. Si ellos pueden, los jóvenes de Latinoamérica también.

Las nuevas herramientas tecnológicas pueden usarse para bien. Para esto necesitamos de un pueblo decidido a elegir a dirigentes fuertes y confiables quienes pueden convertir en realidad la utopía de una Latinoamérica más eficiente y justa. Deben darse incentivos a los denunciantes de la corrupción y castigo a los que miran al otro lado. Debe realizarse una campaña cultural sin precedentes, que debe incluir todas las facetas de la vida, desde charlas en grupos pequeños hasta una campaña nacional digital. Debe limitarse el uso del efectivo, proveer de incentivos a la declaración de ingresos, limitar el poder de los funcionarios, publicar en el internet toda transacción pública y demás.

Vivimos en una época decisiva, en la que es posible discontinuar este proceso de “corrupcionamiento”, aprovechando los avances tecnológicos y culturales mencionados. Por el futuro de nuestros hijos, debemos hoy exigir un cambio antes de desaprovechar esta oportunidad única.

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