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- 03/10/2024 00:00
Decodificando valores: ¿Es nuestra mente una democracia? (II parte)
Continuando con la primera parte publicada el 28 de agosto, véase un ejemplo teórico de un conflicto lógico-emocional común: un modesto hombre corteja a una hermosísima y atractiva mujer, de esas que ningún hombre puede ignorar. Con ella, él disfruta de su tiempo aun siendo ella tan “inteligente” como una sandalia y sin poder mantener un trabajo por más de una semana. Ahora, si eres multimillonario quizás esto no te importe. Pero si tu cuenta de banco te llora, debes considerar que esta mujer no aportará a la canasta familiar y que no te ayudará a tomar decisiones difíciles. En este caso el partido “emoción” gritará un claro “¡sí!”, pero el partido “lógico” protestará, suplicándote que considere otras opciones. Lo interesante es que aun dentro de cada “partido”, ciertas voces extremas cuestionarán su ideología: dentro de la “emoción” una voz gritará: “Ahora estás enamorado, pero se te pasará. ¿Y entonces?”. Y en el partido lógico otra voz gritará: “Eres inteligente y podrás mantener tu nivel de vida sin ayuda económica. De perderla te arriesgas a no encontrar a alguien que te emocione tanto como ella”.
Como si esto no fuera suficiente, están también las presiones exteriores, la mamá que te suplica te cases ya, o el banco que te advierte sobre los fondos bajos. Entre hombres, la situación empeora con el ego machista. Sí, nuestra mente y conciencia también lidian con nuestra libido, instintos, pasado, experiencias, expectativas y traumas que influyen enormemente en nuestras decisiones, no siempre en nuestro favor. Tal como hacen los cabilderos en el Parlamento, ellos tratan de influir en tu proceso de tomar decisiones, no necesariamente beneficiándote.
Lo talentoso es que esta lucha, supuestamente, mejora con la madurez. Pero la edad trae consigo más responsabilidad y presiones que influyen negativamente en este proceso. Si de joven y anónimo te emborrachas, quiebras algo o pasas un par de días en la cárcel por alguna estupidez, quizás no te afecte tanto y hasta puede servirte de experiencia positiva al no regresar a esas estupideces en el futuro. Pero si vas a la cárcel teniendo una carrera, reputación, posición social, familia e hijos, puede ser un grave golpe para el resto de tu vida.
Considera que el primer paso para resolver estos conflictos mentales es la conciencia de que existen. Luego, debemos actuar: informándonos mejor, consultando con expertos o con aquellos con experiencias similares y desarrollar la modestia y la paciencia (algo que de jóvenes, irónicamente, carecemos). Robert Green en su libro sobre la naturaleza humana, explica cómo erramos al pensar que la consulta nos hace ver débiles. Este psicólogo explica que a la mayoría de las personas les gusta ser consultadas y, al contrario, no ven al consultor como débil, sino como inteligente al saber consultar con ellos.
De joven nunca consideré consultar con un contador, abogado, psicólogo o psiquiatra. Ahora lo hago sin ningún problema pues entiendo la alternativa es peor. La arrogancia también es una de esas voces en el partido “emoción” que más molestan y se hace aún más popular con el avance de nuestra carrera, posición o estatus social. Opino que esa es una de las voces más peligrosas al causar a dirigentes entrar en guerras y permitir la desidia de sus ciudadanos al ellos vivir bajo un aura de glamur y lujo (pues, como “elegidos”, se lo merecen).
Al final, una decisión no se toma según una mayoría en nuestro “parlamento”. A veces la decisión es “emocional” en contra de la lógica y a veces “lógica” en contra de la emoción, y esto está bien si existe un equilibrio. Es posible que te sientas en un mal ánimo, te emborraches, pelees con alguien más fuerte que tú. Al recordarte en el hospital, pensarás qué estúpido fuiste, pero emocionalmente te sentirás orgulloso de que no tuviste miedo. O puede ser que consideres no besar a la musa de tus palabras tan solo porque tenía un novio. Podrá ser lógico no ponerla en esa situación, pero es posible que perdiste la única oportunidad de conquistarla.
En resumen, después de entender aquellas voces en nuestra mente, podemos balancearlas distanciadas a los extremos, escuchando a las más moderadas y permitiendo un “diálogo” y negociación entre ambos partidos. Quizás no siempre acertemos o ganemos, pero reduciendo el “ruido” (léase sobre esto en mi artículo anterior sobre verdad y juicio), podemos decididamente tomar mejores decisiones, dando lugar a la lógica, así como a la emoción. Manson opina que la emoción siempre está al volante de nuestra conducta con la lógica tan solo navegándola. Yo opino que, aunque la emoción está principalmente al volante, la lógica debe tomar control en casos extremos. Mi última sugerencia es darnos tiempo, pues, aunque esta no cura, ayuda a la mente a procesar y a ajustar datos nuevos. Decisiones rápidas casi nunca nos beneficiarán.