• 24/03/2011 01:00

Demagogia constitucional

A lo largo del último año se habían ensayado diversas maneras de reformar la Constitución Nacional. Pero fue en las semanas recientes cu...

A lo largo del último año se habían ensayado diversas maneras de reformar la Constitución Nacional. Pero fue en las semanas recientes cuando el régimen de Ricardo Martinelli pisó el acelerador, como si el país no estuviera envuelto en suficientes conflictos sociales y políticos, como para tratar de tensar aun más la cuerda e introducir otro elemento de confrontación. Esa situación puede revertirse.

Si con el solo anuncio de la conflictiva reforma constitucional se generó toda suerte de sospechas acerca de las verdaderas intensiones de Martinelli, al colocar al frente de esos planes a Ítalo Antinori se desnudó la celada tendida a la ciudadanía. Ese personaje, según la extensa investigación publicada por La Estrella, urdió la trama que terminó de manera ilegal e inconstitucional con el mandato de Ana Matilde Gómez como procuradora general de la Nación. La acción reveló la intromisión de Martinelli en el Órgano Judicial y su conspiración contra la democracia.

Con instrumentos como Antinori —un conspicuo talibán martinellista— el brebaje que el régimen le quiere hacer beber a los ciudadanos tiene suficientes ingredientes venenosos. Una reforma a imagen y semejanza de un autócrata delirante por preservar el poder a toda costa es una amenaza para la democracia.

Estos señuelos de demagogia y populismo tienen como fondo la reelección, por más que el régimen se empeñe en negarlo, seguido por el coro de tejedores de ardides antidemocráticos. Una supuesta campaña de consultas ciudadanas en la que la propaganda oficialista no dará espacio a voces contrarias, como ha sido la práctica del régimen, se convertirá en una burla por la falta de igualdad de condiciones. Hasta las fechas publicitadas —entre julio y octubre próximo— resultan en un engaño. Se proyecta que una vez redactadas las reformas y el nuevo articulado el texto sea aprobado en dos legislaturas por la mayoría de diputados dóciles a Martinelli.

Con esos hechos cumplidos la tarea por delante es construir poder ciudadano y expandirlo, sin atender las restricciones que pretende imponer Martinelli. El 20% del padrón electoral, alrededor de 200,000 panameños, puede exigir al Tribunal Electoral la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. Ese órgano, conformado por 60 miembros de todo el espectro social, tendría entre seis a nueve meses para entregar un nuevo texto constitucional, que sería sometido a un referéndum dentro de tres a seis meses a partir de su publicación.

Ante el triunfalismo martinellista, basado en una actitud de supuesta superioridad respecto a los demás, debe imponerse la verdad desnuda de un régimen convertido en peligro para el país. Hay que denunciar las manipulaciones de la campaña política de Martinelli. Contrario a sus delirios triunfalistas debe anteponerse un frente nacional para la derrota, porque nadie puede retener en una sola mano todos los poderes del Estado. Nadie puede encaramarse por encima de la voluntad ciudadana, de la legalidad y la justicia. La combinación de campaña política y negocios reduce cada día su espacio de maniobra. Martinelli ya fue derrotado en Changuinola y en San Félix y puede serlo nuevamente en su premisa sicológica de que es capaz de imponerle a la ciudadanía una reforma constitucional a la medida de sus pretensiones autócratas.

Martinelli sigue al pie de la letra el consejo de Maquiavelo que ‘gobernar es hacer creer’, por eso la apabullante maquinaria política y económica de la que hace uso el régimen. En las fábulas que Martinelli lleva a la política existen mentiras que trata de convertir en verdades, ficciones que busca hacer ciertas, porque desde el poder no tolera que esos mismos inventos perturben sus proyectos hegemónicos.

La popularidad es el ingrediente indispensable y el insumo electoral básico para ir pavimentando el camino hacia la prolongación en el poder. En eso los componentes del clientelismo son fundamentales, lo mismo que la compra de opositores y miembros de partidos de la alianza oficialista.

Con sus dirigentes perseguidos y atemorizados con chantajes y sobornos el PRD, además de estar envueltos en sus apetitos y ambiciones personales, no atina a defender públicamente sus principios acerca de cómo organizar los diversos intereses en conflicto y trabajar en puntos de encuentro para adoptar las decisiones fundamentales que demandan los problemas nacionales.

Ante las contradicciones desde el poder el PRD y los sectores opositores deberían concretar alternativas políticas y sociales convincentes. De lo contrario, en el vacío que van dejando seguirán imponiéndose las tropelías del oficialismo. Al poder que se construye con una conducta totalitaria, hay que oponer el poder ciudadano que resiste con propuestas que el pueblo identifique como propias.

*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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