• 18/11/2020 00:00

Algunos desafíos de la universidad pública

La Universidad de Panamá acaba de cumplir un excepcional 85 aniversario, en el contexto de una crisis sindémica planetaria, que ha precipitado los previos males estructurales e impactado toda la convivencia humana y con la naturaleza; cuyo mayor aprendizaje podría ser repensar al mundo, las regiones, países, instituciones, organizaciones y liderazgos.

La Universidad de Panamá acaba de cumplir un excepcional 85 aniversario, en el contexto de una crisis sindémica planetaria, que ha precipitado los previos males estructurales e impactado toda la convivencia humana y con la naturaleza; cuyo mayor aprendizaje podría ser repensar al mundo, las regiones, países, instituciones, organizaciones y liderazgos. Nuestra universidad, al igual que todo el sistema educativo, ha tenido que pasar de la presencialidad a la virtualidad; forzada por la emergencia, para asegurar la continuidad del derecho a la educación superior, tal como lo destacó el rector Eduardo Flores Castro, en el acto de rendición de cuentas anual.

Este aniversario es también especial, porque estamos a 15 años del centenario, lo cual puede ser motivo de convocatoria y horizonte para las imprescindibles reestructuraciones. Las complejas circunstancias nos obligan a tener una mirada al pasado aleccionador y otra a las innovaciones del futuro próximo. Más allá de resaltar la histórica contribución de la universidad al país, estamos convocados a pensar en un proceso de transformación para los próximos lustros.

Una lección aprendida de la multicrisis que vivimos, es la esencial incorporación de la transformación digital a todo el quehacer universitario y así potenciar lo presencial. No obstante, de ser la digitalización una extraordinaria herramienta, su uso debe estar determinado por el modelo educativo que tenga o adopte la universidad. Además de aumentar nuestras capacidades tecnológicas, debemos apropiarnos de la tecnología virtual, aspirar a contar con plataformas propias y la universalización de Internet, al punto que sirva como fuente de igualdades y renovación. Todo ello sin ignorar la brecha digital como desigualdad social ni la inconveniente mercantilización de la educación.

Hay que trazar un camino de permanente consolidación como Universidad Alternativa, para lo cual es indispensable repensar los objetivos, fines, funciones sustantivas, contenidos, modelo pedagógico, perfil del egresado, políticas universitarias, planes de desarrollo y gestión institucional. Los tiempos actuales demandan instituciones con visiones de futuro y con gran capacidad de repensarse para innovarse.

El futuro inmediato de la universidad pública reclama afirmar su contextualización social, a fin de responder a los paradigmas de la época, a las necesidades de hoy y del mañana. La universidad descontextualizada y academicista debe ser sustituida por una donde todas sus funciones tengan pertinencia social; de forma que los conocimientos estén al servicio de la transformación de la sociedad. Ello implica asumir el principio del diálogo de saberes, entendiendo que no se tiene el monopolio de los conocimientos ni es el único válido, puesto que hay otros saberes sociales, igualmente válidos, los que enriquecen el quehacer académico universitario.

La sindemia que vivimos ha provocado añoranzas de la clase presencial, como espacio vital del proceso de enseñanza-aprendizaje y de coexistencia humana. Ha hecho aflorar la importancia que debemos darle al acto educativo real. De ahí que la universidad debiera delinear propuestas para la inauguración de una “nueva presencialidad”; es decir, construir una novedosa plataforma educativa presencial, con toda la rica experiencia que de ella deriva. Además de la adecuación de infraestructuras, equipos y normas de bioseguridad, tiene que aprovecharse creativamente la presencialidad y contar con un sistema de acompañamiento a los estudiantes más vulnerables para evitar repitencias y deserciones, de manera que “nadie se quede atrás”.

Aumentar la capacidad de participar en la investigación, estudio y superación de los problemas locales y nacionales, constituye un reto clave para la universidad pública. En su claustro se concentra la más importante planta de profesionales e intelectuales, que integra un potencial con gran facultad para acompañar los cambios en nuestra sociedad. Esto es una valorable fortaleza del país, por lo que el presupuesto universitario debe ser visto como una inversión, ya que, en el caso de la Universidad de Panamá, por cada balboa asignado, se devuelve multiplicado en servicios a la sociedad y al Estado.

La naturaleza de la universidad pública conlleva a concebirse como parte del sistema educativo nacional público, en consecuencia, es preciso concertar alianzas con los otros niveles educativos, de forma que funcione un estable mecanismo de articulación. La universidad es un excelente campo de reflexión, investigación y de encuentro entre todos los actores sociales en educación. Cualquier reforma universitaria nunca será plena, si no hay cambios en los otros niveles educativos.

Una advertencia de la múltiple pandemia es que para poner en marcha una reactivación transformadora, debe adoptarse la colaboración y el intercambio internacional, especialmente en nuestra región de América Latina y el Caribe. La política universitaria de internacionalización solidaria llegó para quedarse, por lo que ha de ser incorporada dentro de las funciones sustantivas.

La catástrofe que atravesamos nos demuestra que los cambios no tienen que esperar un largo tiempo, ya que una característica de la época es su velocidad cambiante. Lo que se haga o deje de hacer en esta coyuntura histórica, tendrá consecuencias en el corto y mediano plazo. Las transformaciones del mañana, empiezan con las determinaciones de hoy.

Profesor de la Universidad de Panamá.
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