• 11/02/2014 01:00

Alternativa entre democracia y dinastía

La triste realidad es que basta repasar las promesas de campaña del Sr. Ricardo Martinelli en 2009, para comprobar que, cada vez que pue...

La triste realidad es que basta repasar las promesas de campaña del Sr. Ricardo Martinelli en 2009, para comprobar que, cada vez que pueda salirse con la suya impunemente, nuestro actual presidente a última hora suele olvidar todo lo que le haya prometido a la ciudadanía y persigue aquello que mayores beneficios personales o ganancias económicas le rinda, aunque tenga que pisotear las leyes, el medio ambiente, los derechos humanos, incluso llevarle luto a humildes familias panameñas; así que no vale medio centavo su promesa de no buscar reelegirse, por muchos notarios que la certifiquen.

Es casi completamente seguro que, de contar con una mayoría en la próxima Asamblea Nacional, durante el presente año el señor Ricardo Martinelli intente legalizar poder reelegirse en 2019; pero, de contar nuevamente con una abrumadora propaganda política pagada con fondos del Estado, con la que él considera poder engañar repetidamente a nuestra ciudadanía, también es prácticamente seguro que en 2019 intentará legalizar su reelección indefinida, así dándole una fatal estocada final a nuestra democracia.

Lo más preocupante es que, aparte de la construcción de obras multimillonarias, cuyos sobrecostos nunca son justificados, pero que siempre son utilizadas para pregonar un ‘crecimiento económico’ que insignificantemente ayuda a los más necesitados (como sería una enseñanza pública moderna que les diera la oportunidad de superarse educativa, cultural y económicamente), nuestro presidente está copiando bastante parecidamente lo que en la década de 1930, tiranos como Hitler y Mussolini hicieron para asegurarse un poder absoluto en sus respectivos países, como lo son: su completo irrespeto al Estado de Derecho; sus constantes violaciones a los derechos humanos; su intimidación a la prensa, periodistas y líderes gremiales independientes que lo contraríen; la formación de una policía diseñada más para reprimir a quienes protesten contra las injusticias gubernamentales que para reducir el nivel delincuencial; y la gigantesca y costosísima propaganda estatal.

La mayor diferencia es que Hitler posteriormente procedió a amenazar a muchos países del mundo, lo que causó su estrepitosa caída; mientras que, como ha sucedido muchas veces en América Latina, nuestro presidente probablemente se contente con emular a un Somoza, Trujillo, Stroessner o Duvalier, y siga manteniendo al pueblo sumido en la ignorancia y la pobreza, mientras que él continúe lucrando con las tierras y riquezas de nuestro país, incluyendo las que produzca el Canal ampliado.

¿Es esto lo que queremos para nuestros descendientes?

Ojalá que todos los panameños amantes de nuestro país, profesores de escuelas y universidades, dirigentes de organizaciones gremiales y pastores de todas las creencias religiosas nos percatemos de la responsabilidad histórica de alzar una voz de alarma y esforzarnos para explicar y exhortar a todos los electores panameños a votar solo por los candidatos pertenecientes a grupos políticos que hayan demostrado respeto por esta democracia que incluso le permitió al Sr. Martinelli llegar a presidente.

A todos nos toca defender nuestros derechos ciudadanos, y los de nuestros descendientes, particularmente el poder escoger libremente a nuestros gobernantes, mediante una competencia leal entre todos los candidatos a puestos públicos de elección, además rechazando la teoría recientemente refutada por el papa Francisco de que la solución para lograr un desarrollo integral sea la promoción de proyectos que enriquezcan descomunalmente a unos pocos y solo dejen migajas a las grandes mayorías.

JUBILADO DEL CUERPO DE INGENIEROS DE EE. UU.

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