• 13/04/2021 00:00

Educar para la libertad

“Tomemos el día y participemos en la construcción de esa utopía de vivir en una sociedad que genere oportunidades a todos y que nos libere de la disfuncional relación […] con la verdad”

“El mundo no está hecho de cosas, como sostienen los filósofos corpusculares; el mundo está hecho de impresiones” (George Berkeley). El destacado filósofo irlandés sostiene que ser es percibir. No engañan los sentidos, engaña la mente, que es la que hace inferencias, que es la que debe elegir entre un sentido u otro. “Para Berkeley las sensaciones no son duplicados de las cosas, son las cosas mismas” (Juan Arnau Navarro).

Las nuevas tecnologías nos muestran nuevas oportunidades de mejorar la sociedad en que vivimos. Es preciso no perder de vista que la tecnología debe estar al servicio de la humanidad y no lo contrario, como es el caso de la dependencia psicológica o emocional a los dispositivos celulares, para mencionar solo un ejemplo.

Ante este escenario que nos ha tocado vivir, más bien agravado por una pandemia de alcance global, es oportuno recordar una de las más importantes enseñanzas o contribuciones romanas a nuestro saber y entender, es que: “nada es permanente”.

Nuestra civilización vivía bajo una premisa contraria, pensando que el progreso es sostenido y nunca se acabaría; y con este golpe de realidad un microscópico “bichito” de China nos recuerda que nuestra civilización es muy frágil, que el progreso es muy fácil de interrumpir. La cultura romana ya nos dio muestras de ello, cuando en el siglo IV no solo se disolvió el imperio en Occidente, sino que su cultura se evaporó. La humanidad sufrió un retroceso que duró casi mil años.

Sí, “carpe diem” es la lección suprema de los romanos, y tomar el día como viene para sacarle el mayor provecho, es la consigna. En nuestras manos está aprovechar la coyuntura, aunque esto signifique rehacernos en el proceso.

Con este propósito, lo primero que debemos cambiar es nuestra forma de actuar para lograr que la tecnología sea nuestro aliado permanente. Un pensador universal nos define como locura, “esperar resultados distintos, sin variar nuestro actuar”.

La situación actual, de forma acelerada, nos ha obligado a adecuarnos a una nueva realidad. Hemos aprendido mucho como sociedad y se nos han mostrado, con diáfana claridad, las enormes desigualdades reinantes en nuestro entorno, en un mundo cada vez más interdependiente. Aprendimos que la realidad puede superar a la ficción. Confinarnos durante meses, por razón de amenazas biológicas que ponen al mundo en jaque, solo lo creíamos posible en novelas o en el cine.

Y así, en pleno siglo XXI, en medio de la Cuarta Revolución Industrial, la era del 5G y la informática cuántica, no nos ha quedado más alternativa que confinarnos y distanciarnos de nuestros seres queridos ajenos a nuestra burbuja familiar, protegernos del virus con mascarillas y aseo personal como se hacía siglos atrás.

Mi profesor de Derecho Romano, el doctor Camilo Pérez, en cada oportunidad que se le presentaba, nos decía que las crisis son oportunidades, y así luego de tanta incertidumbre y sufrimiento es obligante que tomemos el día y vayamos hacia delante, con el propósito de cambiar las cosas que están mal. No lo vamos a lograr sin replantear los cimientos que sostienen nuestra forma de vida y construir una sociedad más solidaria.

Podemos iniciar por el principio, prestando especial atención a la educación.

Según Noam Chomsky, se requiere educar para la libertad, dar a nuestra juventud las herramientas necesarias para enfrentarse a los retos de un mundo cada vez más complejo. Utilizando métodos de enseñanza que favorecen el aprendizaje rutinario y la memorización de hechos, mientras se sacrifica el análisis crítico, programas de estudio anticuados, y maestros desmotivados, no se sostiene esta aspiración.

Como expresa el citado autor, en su trabajo La Des-Educación: “En una época en la que vivimos controlados por una creciente, fabricación del consentimiento -debido a las triquiñuelas tecnológicas de las nuevas plataformas de difusión, y de los medios de comunicación-, resulta aún más urgente desarrollar un enfoque crítico de la educación que nos proporcione técnicas de autodefensa. Vista la tendencia de los seres humanos a construir cuentos placenteros con los que suelen engañarse a sí mismos y favorecerse a sí mismos y a sus grupos”.

Hoy, a la gran mayoría de la población, o, al menos, así lo percibe, le corresponde el papel de mera espectadora, ajena a una participación activa. Lo que Walter Lippmann denominó “el rebaño desconcertado”.

Debemos enfocarnos en ayudar a los estudiantes y a la sociedad en su conjunto a descubrir la verdad por sí mismos, sin que su percepción de la realidad se circunscriba a lo que reciben de su celular, y que todo el mundo aprenda a distinguir las verdades de las mentiras, ya que, hasta hoy, ¡la mentira va ganado y solo la educación nos brindará las armas para combatirla!

Tomemos el día y participemos en la construcción de esa utopía de vivir en una sociedad que genere oportunidades a todos y que nos libere de la disfuncional relación que mantenemos con la verdad.

Profesor universitario, Facultad de Derecho - UP.
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