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- 25/09/2025 00:00
Quienes hemos tenido la oportunidad de transitar en los distintos niveles del sistema educativo, desde que nos formamos como maestros en la Normal, siempre nos planteamos la interrogante de porqué elegimos la carrera docente y que significa ser docente en la sociedad actual. Partimos de la premisa de nuestros primeros mentores en la educación, quienes con pasión nos hicieron tomar conciencia de la manera de enseñar y como planificar nuestras clases, basados en los contenidos formativos y como lograr contextualizarlos para que cubrieran los intereses de nuestros estudiantes.
Estos pilares fueron claves para ampliar y complementar mi labor como profesional de la educación superior, aplicando nuevas metodologías y estrategias didácticas que favorecieran el diseño de actividades centradas en el aprendizaje andragógico que caracteriza a los estudiantes universitarios.
En la actualidad hemos dejado a un lado los monólogos y clases magistrales, para desarrollar verdaderas tertulias académicas; y diseñar libretos coreográficos que promuevan el aprendizaje significativo y una auténtica evaluación socioformativa. Ese cambio en nuestro trabajo como profesor universitario no lo he logrado de manera solitaria, ha estado inspirado en mi ejercicio autodidacta, la lectura diaria de numerosos libros y artículos educativos, pero sobre todo por el deseo ferviente de estar actualizado y conocer todas las innovaciones que aporta la pedagogía y la neuroeducación en la sociedad actual.
La pandemia fue un reflejo de mi ansiedad social y el miedo persistente e intenso a ser juzgado o evaluado negativamente por mis estudiantes, por no dominar los avances de la tecnología educativa, las plataformas y la creación de las aulas virtuales, así como las modalidades de enseñanza bimodal, ubicua, móviles, en la nube, apoyadas por TIC, TAC y TEP y con las interacciones sincrónicas y asincrónicas que se generaron. Este cambio en la modalidad de enseñanza requiere sin duda la planificación, infraestructura tecnológica de apoyo y procesos de formación distintos a nuestras primeras etapas de formación como maestro, donde no se vislumbraba la enseñanza multimedia o telemática; y los escenarios educativos eran muy distintos y tradicionales a lo que nos ofrece el ordenador en la actualidad.
En el contexto actual sabemos que la docencia únicamente apoyada en la transmisión de contenidos por muy interesantes que sean, no despierta el interés y la motivación del estudiante; y no proporcionan una formación suficiente y adecuada a las necesidades formativas actuales, orientadas al desarrollo de competencias y habilidades blandas.
Durante todos mis años de labor docente he comprendido que la transmisión del conocimiento sigue siendo importante y necesaria, pero no es suficiente. La formación y la labor docente en la universidad no puede fundamentarse únicamente en lograr el aprendizaje de un conjunto de saberes disciplinares, sino que también amerita la profesionalización y el desarrollo ético de competencias que lo preparen para el aprendizaje a lo largo de la vida.
Abordar la docencia universitaria requiere que día a día como docentes nos centremos en el estudiante, para que sus procesos de aprendizaje y comprensión de los saberes sea un verdadero acto de placer. En estos tiempos el mayor reto del docente es despertar y mantener la pasión por el conocimiento, sentimientos que sólo los buenos docentes logran crear en los ambientes de sus clases.