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- 07/12/2025 00:00
El Libro Blanco: lectura obligada para una integración real del sistema de salud
La reciente decisión del presidente de la República —mediante el Decreto Ejecutivo del 26 de noviembre de 2025— de crear la Comisión de Integración de los Servicios Públicos de Salud es, sin duda, un paso relevante. Pero también es un recordatorio de que, frente a un tema tan complejo y trascendental como integrar los servicios de salud del país, no hay espacio para improvisaciones. El camino ya está trazado y fue producto de un consenso nacional que no puede simplemente ignorarse.
Panamá cuenta con amplia bibliografía, experiencia técnica acumulada y lecciones claras —propias y ajenas— sobre cómo organizar un sistema de salud moderno, eficiente y justo. Por eso, resulta indispensable que los comisionados partan de un documento que hoy es más vigente que nunca: el “Libro Blanco para la transformación, mejora y fortalecimiento del sistema de salud integral en el marco de una política de Estado”, elaborado hace una década por la Comisión de Alto Nivel para Mejorar el Sistema Público de Salud (CAN).
No es un texto cualquiera. Es una hoja de ruta surgida de un proceso participativo, que define con claridad qué hacer, cómo hacerlo y en qué tiempos. Su premisa fundamental es contundente: la salud es un derecho universal, no un bien de consumo sujeto a la lógica del mercado. Esa distinción, tantas veces olvidada en los últimos años, debe ser el punto de partida para cualquier esfuerzo serio de integración.
El Libro Blanco identifica y explica con claridad lo que Panamá lleva arrastrando por décadas: un sistema segmentado y fragmentado, donde varias instituciones —que deberían trabajar juntas— operan como compartimentos estancos. Esta desconexión produce consecuencias visibles y cotidianas: dificultades de acceso, baja calidad técnica, uso irracional de recursos, duplicación de gastos y una creciente insatisfacción ciudadana. Esa fragmentación no solo le cuesta dinero al país; también cuesta vidas.
El documento también subraya la necesidad de una rectoría fuerte, técnica y coherente del Ministerio de Salud, trabajando en estrecha coordinación —y, ojalá, eventual integración— con la Caja de Seguro Social. Sin esto, cualquier intento de reforma es mera cosmética administrativa.
Se explica qué hacer para que los establecimientos de salud funcionen como una red integrada, articulada según niveles de complejidad y con estándares claros de calidad y calidez. Esto incluye condiciones tan básicas —pero a menudo incumplidas— como contar con agua, energía eléctrica, acceso vial, personal suficiente, equipos funcionales y medicamentos adquiridos de forma transparente.
Es frustrante, y a la vez revelador, que diez años después sigamos hablando de establecimientos sin agua, hospitales sin especialistas, quirófanos fuera de servicio o pacientes que esperan meses por una cirugía o un tratamiento de diálisis. Esto no es un problema técnico; es un problema de gobernanza.
Uno de los aportes más visionarios del Libro Blanco es su propuesta de desarrollar un Modelo de Atención Integral, centrado en las personas y las comunidades, basado en la Atención Primaria de Salud y en la acción multisectorial sobre los determinantes sociales.
La integración de servicios no puede limitarse a mover organigramas o pactar quién hace qué. La verdadera integración empieza en el territorio, con equipos de salud que conocen a la comunidad, que previenen antes de curar, que acompañan a las familias y que actúan sobre las causas profundas de la enfermedad.
El documento también insiste en algo que Panamá lleva décadas posponiendo: fortalecer de manera sustantiva la gestión pública del sistema de salud, blindándola de interferencias políticas, económicas o gremiales. La selección de autoridades y gerentes debe basarse en méritos, competencias y resultados, no en cuotas de poder.
No hay reforma viable cuando quienes deben dirigirla llegan al cargo sin la capacidad técnica para hacerlo o sin autonomía para tomar decisiones difíciles.
El éxito del sistema depende de contar con los recursos humanos necesarios en todos los niveles. No basta con más plazas o más infraestructuras: hace falta personal con competencias actualizadas, motivación, sensibilidad y compromiso. Profesionales que usen bien los recursos, protejan el prestigio institucional y actúen con responsabilidad ética.
Sin esto, cualquier plan quedará atrapado en la inercia del “así se ha hecho siempre”.
La nueva Comisión de Integración debe abrirse a la participación de la CAN, así como de los gremios de salud del Minsa y la CSS. No solo por legitimidad, sino por inteligencia: nadie conoce mejor las fallas del sistema que quienes lo sostienen cada día.
Panamá ya no puede alegar falta de diagnósticos, falta de documentos o falta de planes. Tenemos todo eso, y más. Lo que falta ahora es voluntad política sostenida, continuidad institucional y la decisión firme de actuar sobre lo que todos sabemos que debe cambiar.
El Libro Blanco no es un documento del pasado: es un documento pendiente. Y hoy, más que nunca, es lectura obligada para quienes tienen en sus manos la responsabilidad histórica de integrar y transformar nuestro sistema de salud mediante una sólida Política de Estado, que no cambie cada cinco años.